Tribuna de opinión

Aplicar la inteligencia emocional en una empresa es rentable

Inteligencia emocional

Inteligencia emocional / economia

Carmen Sánchez (Intelema)

Carmen Sánchez (Intelema)

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

*Carmen Sánchez es CEO de Intelema

En los últimos años se ha popularizado la noción de inteligencia emocional y no son pocas las empresas que presumen de integrar este concepto en sus funcionamientos internos. A medida que salen investigaciones sobre la eficacia de aplicar técnicas de coaching e inteligencia emocional –nosotros participamos en una de estas investigaciones, el año pasado, en la Universidad de Valencia–, las organizaciones van perdiendo los reparos y poco a poco se lanzan a explorar todas las posibilidades de esta inteligencia, tanto en el plano de la salud mental como en términos de rentabilidad. 

El primer beneficio es fácil verlo, a mayor inteligencia emocional mayor capacidad para gestionar los sentimientos en relación al empleo, al grupo y a uno mismo. El segundo nivel, el de la rentabilidad económica, no resulta tan evidente, pero conviene hablar de él para evidenciar aún más la necesidad de incorporar los preceptos de la inteligencia emocional aún cuando la empresa está movida únicamente por la rentabilidad económica. 

Empezaremos diciendo que al invertir en la salud emocional de los empleados reducimos los costes que supone el absentismo laboral y las sucesivas bajas por estrés o depresión. La inteligencia emocional genera un buen clima laboral en el que se trabaja con ganas e ilusión y donde se afrontan los retos con una pierna en el compromiso en la responsabilidad, lo cual repercute positivamente en el la salud financiera del individuo y de la empresa. 

El psicólogo norteamericano Daniel Goleman realizó un estudio en 1995 a partir del cual definió un marco de competencias emocionales, entendiendo competencia emocional  por “la capacidad adquirida basada en la Inteligencia Emocional que da lugar a un desempeño laboral sobresaliente”. El concepto, sin embargo, no está limitado al ámbito laboral, pues también determina la manera en la que nos relacionamos con nosotros mismos y las competencias sociales que definen cómo nos relacionamos con los demás. 

El trabajo de Goleman, cimiento de las posteriores investigaciones que se han venido desarrollando en el campo de la inteligencia emocional, distingue entre las competencias básicas tres que están directamente relacionadas con mirarse a uno mismo. Son el autoconocimiento, la autocontrol emocional y la automotivación. Conocer las emociones y saber gestionarlas es esencial para estar en equilibrio y, finalmente, para lograr que este equilibrio ayude a engrasar el engranaje de nuestra organización a fin de hacerla funcionar como necesita.

En ese sentido, es importante que las personas tengan claro su papel en la organización y lo sepan ejercer. También es importante que cada tres meses se pregunte a las personas por sus motivaciones y sus dificultades. Que cuando terminen su jornada laboral se sientan útiles. Que si tienen problemas personales se las pueda apoyar. Que sepan si son rentables o no en sus puestos, y que la persona se responsabilice de su propio desarrollo. Finalmente, es importantísimo que cada individuo encuentre su sitio en la organización. Todo eso queda resumido en lo que Maslow define como autorrealización: cuando una persona está motivada y entregada a su propia autorrealización, está libre de cualquier neurosis.

Por no soltar el hilo de la rentabilidad económica, diremos que los modelos de organizaciones con clara orientación hacia  el cuidado entre las partes involucradas luego están menos expuestas a los gastos imprevistos y desalentadores, caso de las bajas, las denuncias o los despidos. Es de vital importancia que el empleado y el empresario se sientan cuidados; tenemos que aprender a cuidarnos a nosotros mismos para después sacar eso hacia afuera y cuidar también los que nos rodean. Normalmente estamos pendientes de lo externo, de los otros, y hasta que no aplicamos los recursos de la inteligencia emocional en las organizaciones abunda el sufrimiento o la euforia injustificada. 

Así pues, independientemente de si estamos en una multinacional o en una pequeña empresa, cuando existe un coeficiente de inteligencia emocional elevado dentro de una organización, sus empleados van a entregarse al 100% porque estarán ubicados en lo más alto de la pirámide de Maslow, en la autorrealización. Con empleados y líderes emocionalmente inteligentes, se trabaja en equipo, se comunica y se usa la información  de un modo claro, concreto y útil, de modo que el tiempo se utiliza de manera eficaz y, en consecuencia, se genera mayor riqueza. 

Asimismo, para concluir, cabe señalar que otro efecto interesante de introducir la inteligencia emocional en las organizaciones con la intención de alcanzar bienestar emocional –pero también económico– consiste en identificar las verdaderas vocaciones de las personas que intervienen en el ecosistema de la empresa. Todos los seres humanos tenemos unas necesidades básicas que cubrir: casa, comida, ropa, etc. Desde esta perspectiva todo trabajamos por dinero y son muchas las personas se quedan “atrapadas” en ese motivo, dejando de lado motivaciones como las de su propio desarrollo. Sin embargo, quien usa la inteligencia emocional está en el desarrollo de ella misma, y si su empresa no le brinda lo que necesita para evolucionar en la dirección oportuna, buscará esa otra dirección en otro lugar. Y en ese supuesto ganarán todos, tanto la empresa que se veía lastrada como el individuo con lucidez y motivación para desarrollar su verdadera vocación.