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Maestro interino: una profesión sin vacaciones pagadas

El verano pasado se produjo la mayor destrucción de empleo en el sector de la educación de España; una práctica que se repite cada año para no pagar las vacaciones a muchos interinos

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Gabriel Ubieto

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Como si de aves migratorias se tratará, en las oficinas del servicio público de empleo (SEPE) de toda España cada verano se reproduce el mismo fenómeno. Cuando acaba el curso escolar, cientos de miles de profesionales de la educación acuden a estos centros a darse de alta como desempleados. Y, entre septiembre y octubre, un número prácticamente idéntico se da de baja y regresa al trabajo. Este éxodo laboral se lleva repitiendo desde hace más de dos décadas y provoca que cientos de miles de profesores no disfruten, entre otros, de un derecho que sí tienen otros trabajadores: las vacaciones pagadas.

Los datos del Ministerio de Trabajo dan fe de ello desde hace más de dos décadas y no ha sido hasta este año que el Tribunal Supremo dictaminó que esta práctica es discriminatoria. En mayo comienza a caer el empleo en el sector de la Educación, tendencia que se reproduce hasta el mes de agosto y que se revierte en septiembre. Con una intensidad tal que, en el pasado verano, entre el sexto y el octavo mes del año se destruyeron un total de 263.532 empleos, es decir, se redujo el empleo en el sector educativo casi un tercio. Esta fue la mayor destrucción de empleo en educación de toda la estadística disponible.

Y, durante los dos meses siguientes se crearon otros 281.164. En el 2018 el balance de esta ruta migratoria por las oficinas del SEPE fue positivo, de 17.632 trabajadores. Los años posteriores al estallido de la crisis económica tendió, pese a seguir el mismo guión, a los números rojos; hasta el 2014. Y hubo años, como en el 2001, que la estadística quiso que la diferencia entre los puestos de trabajo destruidos y los recuperados fuera de tan solo 24 personas.

Más expuestos en el privado

Las cifras del Ministerio de Trabajo no permiten diferenciar entre el sector público, el privado y el concertado; aunque las diversas fuentes sindicales consultadas coinciden en que es en las escuelas privadas donde la expulsión de temporales en los meses de verano es más frecuente. "Quiénes más lo sufren son los más precarios y que muchas veces cobran el salario mínimo: monitores de comedor, profesores universitarios o de academia", cuenta el responsable de CCOO de la educación privada, Carles Abelló.  

Contratos que empiezan el 1 de septiembre y acaban a final de curso, la fórmula del fijo discontinuo o los contratos de obra y servicio que cubren un puesto estructural son las trampas más habituales. Lo que tiene dos consecuencias: la primera, que los despedidos no tienen la certeza de que posteriormente serán recontratados. Y, la segunda, que sus vacaciones no van a cargo de la empresa, sino que deben costearlas con el subsidio de paro.

Pese a que existe una mayor exposición en la privada, la pública no se libra de esta mala praxis. Los más vulnerables del escalafón son los profesores sustitutos, que no tienen asignada plaza y que en Catalunya deben cubrir una baja durante un mínimo de seis meses para tener derecho a poder alargar su contrato hasta julio. "Aunque previamente tienen que hacer un curso", explica Àlex Juanmartí, de la USTEC. El julio, a diferencia de la privada, muchos sí lo cobran, aunque cobrar el agosto continúa siendo para muchos una asignatura pendiete. "Las fechas en las que se quedan sin contrato dejan de acumular servicios prestados", añade Juanmartí. Lo que les deja peor posicionados en las bolsas de interinos respecto a aquellos temporales que se libran del éxodo migratorio por las oficinas del SEPE. 

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