un mercado al límite

La locura inmobiliaria de Eivissa

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Max jiménez Botías

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Cuando se habla de mercado inmobiliario de Eivissa suele aparece con cierta frecuencia en la conversación la historia del médico (puede valer para otras profesiones) que acude a la isla en verano a trabajar para reforzar los servicios sanitarios que tiene que dormir en una barca en la playa porque no encuentra alojamiento. La historia no está muy lejos de la realidad. La situación de emergencia habitacional en la que se encuentra la isla ha obligado al Govern balear a habilitar un viejo hospital para poder alojar a su personal sanitario. 

El antiguo Can Misses, que alojaba servicios administrativos, oficinas sindicales o el banco de sangre, sirve ahora para alojar en la vieja zona de pediatría a algunos de los profesionales sanitarios que este verano se han destinados temporalmente a la isla. 

Eivissa ha decidido dedicar la mayor parte de su planta de viviendas de alquiler al negocio turístico, lo que ha provocado que los residentes, y especialmente el personal destinado a la isla, no pueda acceder a un alojamiento digno a un precio asequible. 

La situación del mercado del alquiler no tiene mucho que envidiar a la del mercado de compraventa. La isla, junto con la de Formentera, y la costa de Adeje, en Tenerife, cuentan con precios de compraventa que superan a los del 2007 –en pleno ‘boom’ inmobiliario—en más de un 10%. Si se puede hablar de ‘miniburbujas’, estas zonas, junto con algunos distritos de Barcelona y Madrid, cumplirían con los requisitos, salvando las distancias con el frenesí financiero de la etapa de bonanza anterior.  

La margarita de la 'burbuja'

Con todo, hay profesionales que descartan que la isla se encuentre en un nuevo disloque inmobiliario:  “No hay ninguna ‘burbuja’. En Eivissa tenemos una situación de sobreprecios y valoración irreal de los activos. Hemos llegado a precios que nadie quiere pagar y por eso la actividad se ha resentido”, explica Jeffrey Fernández, responsable de Inmobiliaria Cecilio, segunda generación de intermediación en el ‘ladrillo’ en la isla. Hablamos de precios que van desde los 3.500 euros el metro cuadrado hasta los 6.500 en Eivissa y de 5.000 a 9.000 euros en Formentera. Para concretar la idea: no es extraño que se pidan hasta más de seis millones de euros por una casa en la mayor de esas dos islas.  

Lo cierto es que el mercado inmobiliario balear es poco homogéneo y cada una de las islas han transitado por el ‘boom’, crisis y la resurrección del mercado con distinta suerte. Palma de Mallorca ha tenido un devenir inmobilirio parecido a Barcelona y madrid, y de se encuentra entre las capitales más caras de España. “Formentera e Eivissa apenas si se resintieron con la crisis, Menorca la sufrió con gran intensidad”, explica Natalia Bueno, presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliara (API) balear. A esa situación contribuyó la cancelación de vuelos con el Reino Unido, lo que limitó el turismo inglés, recuerda. “Ahora, el mercado inmobiliario de esa isla se recuperar gracias al turismo francés”, explica. 

Des luego, Formentera no necesitó recuperación. “Los precios no llegaron a bajar”, cuenta Fernández, aunque sí que ocurrió en la isla vecina: “Cayeron hasta un 40%, pero a partir del 2014, cuando se inició la recuperación no pararon de subir. Y así, hasta ahora”, describe. Algo sí que tiene relación con la ‘burbuja’ anterior: el 60% de los compradores que se incorporan al mercado en la recuperación son inversores, locales y extranjeros que encuentran en el mercado inmobiliario balear una mayor rentabilidad que en los activos financieros. Gracias, particularmente, al alquiler, y más concretamente al  turístico. 

Rentabilidad de la inversión

Conseguir una elevada rentabilidad de la inversión al destinar los pisos comprados al arrendamiento durante tres meses al año resulta mucho más cómodo que obtenerla por alquilar una propiedad todo el año, que además puede generar diferentes problemas con el inquilino y con la recuperación de la propiedad. “Hasta que la ley no cambie en España y se den garantías de que se puede recuperar la propiedad rápidamente, los propietarios preferirán el alquiler turístico”, plantea Fernández. 

Pero eso también tiene sus límites: apenas si se produce obra nueva, por la falta de suelo urbanizable es un hecho, así que la mayoría de transacciones se producen en el mercado de segunda mano donde pagar los precios que se piden resulta una locura inmobiliaria.