PUGNA EMPRESARIAL

Guerra entre una de las principales petroleras rusas y el monopolio de oleoductos

Rosneft y Transneft, controladas por dos personalidades próximas a Putin, intercambian acusaciones mientras se desploma la producción de crudo ruso

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Marc Marginedas

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Rosneft y Transneft no son dos empresas cualquiera en la economía de Rusia, tradicionalmente dependiente de sector de los hidroarburos. La primera adquirió un gran tamaño tras asumir buena parte de los activos nacionalizados procedentes de Yukos, la petrolera perteneciente a Mijail Jodorkovski desmantelada por el Estado en la primera década del siglo XXI, y en estos momentos ocupa la tercera posición en la clasificación de empresas locales según los ingresos anuales. Transneft, por su parte, dispone de una red de 70.000 kilómetros de oleoductos y transporta el 90% del petróleo ruso a sus mercados, con unos devengos de 15.200 millones de dólares en el 2017.    

Las personalidades que han sido escogidas para dirigir ambas compañías de titularidad estatal demuestra la importancia que ambas revisten para el país. Se trata de dos personas muy cercanas a Putin, de probada lealtad, que en el pasado trabajaron para los servicios secretos rusos, al igual que el propio presidente. Son, por un lado Ígor Sechin, ayudante del presidente ruso cuando ocupó puestos de responsabilidad en la alcaldía de San Petersburgo, y por otro Nikolái Tokarev, quien durante los 80 sirvió como agente de inteligencia en Alemania Oriental junto al actual jefe del Estado.

Tenso pulso y cruce de acusaciones

Estos dos gigantes protagonizan en estos momentos un tenso pulso, con cruces de graves acusaciones, mientras desde el Kremlin, un Putin en horas bajas, con tasas de popularidad decrecientes, se lava las manos y califica la polémica de "asunto empresarial", tal y como puntualizó hace unos días el portavoz presidencial Dmitri Peskov.

Rosneft y Transneft se han enfrentado en el pasado en numerosas ocasiones, a raíz de términos de contratos o precios. Muchos expertos ven en ello una pugna por la influencia entre dos pesos pesados de la élite rusa, más que una cuestión puramente empresarial. En esta ocasión, el desastre provocado por la contaminación del petróleo que tranportaba el oleoducto Druzhba, que ha provocado pérdidas millonarias alas petroleras rusas y ha dañado la reputación del país como proveedor fiable de energía, ha sido la excusa para que Sechin intensifique sus ataques contra su rival. 

El CEO de Rosneft ha enviado una carta al vicepresidente, Dmitri Kozak, exigiendo elevadas indeminizaciones por los perjuicios causados y demandando que los pagos se aceleren. Además, también ha advertido en la misiva de la posibilidad de que los receptores extranjeros del petróleo ruso busquen otros proveedores si el Gobierno no actuaba con rapidez, perdiendo el país cuota de mercado internacional. "Rosneft ha aprovechado el incidente para asestar un golpe a Transneft" e intentar poner fin "al monopolio de los oleoductos", valora The Warsaw Institute, un think-tank polaco, en un artículo reciente. 

Transneft ha respondido limitando la cantidad de petróleo de su principal cliente que circula por sus oleoductos, y ha asegurado verse obligado a ello "tras varias advertencias". Además, ha acusado a Rosneft de plantear "exigencias irrazonables". La controversia ya ha afectado a la producción. En julio Rusia extrajo 10,7 millones de barriles al día, la cantidad más baja en tres años.