Guerra comercial

El botón nuclear de Pekín

China podría ahogar al sector tecnológico estadounidense cortando las exportaciones de tierras raras

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Adrián Foncillas

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El praseodimio, el neodimio, el gadolinio, el samario o el holmio son el arma china más probable para empatar las embestidas estadounidenses en la guerra comercial. Son las tierras raras, un grupo de 17 minerales de los que usted nunca había oído hablar pero imprescindibles en la tecnología cotidiana y militar. Y China, que disfruta de un cuasimonopolio, provocará un problema muy serio a Washington si le cierra el grifo. Lo había adelantado décadas atrás el preclaro arquitecto de las reformas, Deng Xiaoping: Oriente Medio tiene petróleo y nosotros tenemos minerales raros.

La política china exige en ocasiones una atención entomóloga para orientarse. Otras veces las pistas son menos sutiles. El presidente chino, Xi Jinping, eligió una mina de tierras raras de Ganzhou (provincia de Jiangxi) como primera visita después de la última subida arancelaria de Donald Trump. Se hizo acompañar de Liu He, viceprimerministro y al frente de las negociaciones comerciales. Las fotografías ilustraron las portadas de la prensa nacional al día siguiente. Pensar en una coincidencia implica un desconocimiento olímpico de los arcanos de la política china. Tampoco parece una coincidencia que, sólo un día después de aquellas fotos, Trump concediera una dispensa de 90 días a la prohibición de venderle tecnología a Huawei.

El matutino Global Times, el más inflamado de los medios oficiales, despejaba las dudas un par de días más tarde. "Le llevará muchos años a Estados Unidos levantar una industria de tierras raras y mejorar su suministro doméstico para reducir su dependencia de China (…)  Es suficiente tiempo para que China venza en la guerra comercial, durante la cual controlará el flujo sanguíneo del sector tecnológico estadounidense". Las acciones del sector se han disparado en los últimos días ante la previsible subida de precios.

Posición de fuerza

La foto de Xi ha estimulado el debate sobre cuándo recurrirá Pekín a las tierras raras. "Quizás a partir de junio veamos alguna acción. Por ahora sólo quiere enviar el mensaje de que tiene la ventaja en el frente de las tierras raras. Y que si no hay ningún progreso, contraatacará con ellas", ha dicho Frankie Chan, analista de Emperor Securities, al diario hongkonés South China Morning Post.

Los minerales raros son ubicuos en la tecnología actual. Desde teléfonos, auriculares y baterías de automóviles eléctricos hasta equipamiento hospitalario de resonancias magnéticas o reactores nucleares. El europio, por ejemplo, estuvo detrás del paso de la televisión en blanco y negro a la de color. El erbio multiplica el tráfico de datos en líneas de fibra óptica. También está presente en turbinas eólicas, coches eléctricos y buena parte del sector de energías limpias. Y en satélites, motores a reacción de cazas y otras utilidades militares. 

Es sintomático que Washington los haya excluido de la batería de aranceles a las exportaciones chinas. La magnitud exacta del monopolio chino depende de las cifras consultadas pero supera con seguridad el 90% de la producción global. Sus exportaciones han crecido a un ritmo del 4 % anual y en 2018 alcanzaron las 53.000 toneladas.

Rareza abundante

La rareza de estos minerales acaba en su nombre. Son considerados "moderadamente abundantes" por la Agencia Geológica de Estados Unidos y están repartidos por buena parte del globo. No son más escasos que el cobre, por ejemplo. Pero el nudo gordiano no es su extracción sino su procesamiento. A diferencia de otros metales, no se encuentra aislado sino en amalgamas. Separarlos es una tortura que requiere continuos baños en ácidos y filtrados en un proceso que requiere cientos de repeticiones. "No se trata de extraer los minerales raros de la mezcla sino de quitar todo lo demás", ha descrito el académico David S. Abraham. Es caro, difícil y peligroso porque libera sustancias químicas y radioactivas.

Así que el mundo, cuando China se puso a ello en los años 80, le cedió con entusiasmo el negocio y cerró sus minas y plantas de procesamiento. Sólo sus bajos salarios y laxas normativas medioambientales y de seguridad laboral permitían su rentabilidad. Todos esos indicativos han mejorado muchísimo en las últimas décadas en China pero siguen sin salir competidores.

Estados Unidos sólo mantiene la mina de Mountain Pass (California) y envía los conglomerados a China para su procesamiento. Entre el 2014 y el 2017 confió el 80% de sus importaciones de tierras raras a China y el pasado año las incrementó en el 17%. Es un cuadro inquietante ante la amenaza china que carece de solución a la vista porque son necesarios varios años para que una planta de procesamiento empiece a funcionar. Las tierras raras son, según los expertos, el botón nuclear chino.

La hemeroteca tampoco sosegará a Trump. China ya utilizó las tierras raras como castigo diplomático. Fue tras uno de los cíclicos roces con Japón por las islas Senkaku/Diaoyu en el 2010. Pekín impuso unas cuotas reducidas de exportación y sólo las levantó cinco años después, tras una protesta ante la Organización Mundial del Comercio.

La posición de fuerza que las tierras raras le conceden hoy a China supone una venganza poética ante un mundo que durante décadas despreció su procesamiento. Muchas industrias de alta tecnología de Occidente se han beneficiado de ellas a un precio irrisorio mientras China se pagaba la dolorosa factura medioambiental y de salud. Ha llegado el momento de rentabilizarlas en la guerra comercial con Estados Unidos.