EL FUTURO DE LA AUTOMOCIÓN

La factura del coche eléctrico

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Xavier Pérez

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Electrificarse o morir. Y nunca mejor dicho. Estamos entrando en una nueva era industrial en el sector del automóvil que estará marcada por dos aspectos: la conectividad y la electrificación. El primero aparece como una oportunidad para los disruptores que se adentran en un terreno hasta ahora reservado al lobby del motor, que obligará a los grandes fabricantes a asociarse con compañías externas para mantener el nivel tecnológico de sus productos. El segundo, el de la electrificación, aparece más como una amenaza pese a presentarse única solución para reducir los niveles de emisiones y cumplir con lo establecido en el Tratado de París (0 emisiones de CO2 en 2050). 

La realidad es que la llegada del coche eléctrico supondrá un cambio radical en los procesos de producción, en los hábitos de compra  y, sobre todo, en la rentabilidad de uno de los motores sociales de los paises que tienen en el automóvil una de sus principales fuentes de ingresos.

La ecuación es muy simple, y ninguno de los grandes dirigentes del sector se esconde del resultado. Luca de Meo, presidente de Seat, ha afirmado en más de una ocasión que «un coche eléctrico tiene el entre el 30 y el 40% menos de piezas que uno convencional, y ello supone un 25% menos de horas de trabajo». La primera consecuencia debería ser que a menos horas, menos mano de obra necesaria, algo que no solo afectará a las fábricas sino que la guadaña afectará también a los proveedores de componentes. A menor complejidad mecánica, más impacto laboral.

Un sector estratégico

En Europa el sector representa actualmente el 11% de los empleos (13,3 millones de personas) y en España el 9% de la población activa depende del automóvil. Con 17 plantas productoras en nuestro país, la entrada en escena del coche eléctrico puede significar un recorte de entre el 11 y el 18% de los empleos, además de suponer un descenso de tres puntos del PIB (que actualmente representa cerca del 11%). En los próximos años las decisiones industriales serán claves. Desde el CIAC (Clúster de la Indústria d’Automoció de Catalunya) se alerta que, de aquí al 2030, el 75% de las empresas catalanas dedicadas al sector podrían acabar desapareciendo si no afrontan una transformación profunda de sus estrategias industriales.

Según reconoce el secretario general de ACEA (la asociación de fabricantes de automóviles europeos), Erik Jonnaert, «los fabricantes quieren moverse lo más rápido posible hacia vehículos de cero emisiones, sin embargo antes deberá transformarse toda la cadena automotriz a un ritmo manejable, protegiendo el empleo y la viabilidad a largo plazo del sector». Algo que puede no suceder en todos los paises por igual y el impulso forzado hacia el coche eléctrico afectará desproporcionadamente a los empleos del sector. En Alemania, el Grupo Volkswagen ya ha anunciado tres mil bajas laborales vinculadas a la electrificación para adaptarse a las nuevas normartivas medioambientales.

Uno de los puntos más polémicos de la actual legislatura del Gobierno español ha sido el plan de transición energética. La intención de prohibir la venta de vehículos con motor de combustión en 2040 para adaptarse a las normativas europeas de futuro provocó, no solo el desconcierto de los usuarios, sino la reacción de los fabricantes. «En 2040 es difícil saber lo que pasará, pero si entendemos que las emisiones tienen que bajar a 95 gramos en 2021, a 82 gramos en 2025 y a 59 gramos en 2030, eso significa que en diez años una de las industrias más importantes del planeta deberá transformarse totalmente», admite Luca De Meo

Las inversiones para acometer semejante reto y adaptarse al coche eléctrico supondrían la necesidad de crear en Europa unas 40 fábricas de baterías, lo que supondría inversiones de más de 140.000 millones de euros. El principal problema actual es que la producción de baterías está en manos de chinos y coreanos, por lo que el coste de logística es enorme para las empresas.

Menos facturación en talleres

Otro aspecto en el que la llegada del coche eléctrico tendrá un impacto negativo será el de los talleres de reparación. La ya mencionada reducción de piezas, supone una reducción del mantenimiento. En España se estima que un 38% de la facturación de los talleres va a desaparecer de aquí a 2050 si se electrifica todo el parque según un informa de la consultora Solera. La facturación actual de los talleres españoles es de 13.639 millones de euros anuales que, con la llegada del coche eléctrico bajaría hasta 8.472 millones ya que el vehículo con baterías no lleva aceite, bujías, correa de distribución, inyectores, filtros ni escapes. Sólo hay que mirar por la batería cuyo precio ronda los 11.000 euros y  se cambia cada diez años.

En la factura del coche eléctrico también habrá que sacar a relucir el coste directo sobre la producción de electricidad para recargar el parque. En países como España es de 162 gramos por kilowatio/hora, con solo el 40% procedente de energías renovables.  Para recargar todo el parque eléctrico en España (con 28 millones de coches) si fueran eléctricos se necesitaría un aumento del 22% de generación energética.

Y para cerrar el círculo, otro tema a considerar será el del reciclaje de las baterías. Aunque se destinen a una segunda y una tercera vida tras los mil ciclos de recarga que se estipulan en los coches eléctricos, la destrucción de la batería se antoja compleja y muy cara. En diez años se estima que habrá unos 100.000 toneladas de baterías pendientes de reciclar