GIGANTE TECNOLÓGICO

Huawei elevó los beneficios el 25% en el 2018, hasta 7.863 millones pese a la presión de EEUU

Los ingresos aumentaron el 19,5% hasta alcanzar los 95,5 millones de euros

Una mujer consulta su 'smartphone' junto a un cartel publicitario de Huawei, en una calle de Pekín.

Una mujer consulta su 'smartphone' junto a un cartel publicitario de Huawei, en una calle de Pekín. / periodico

Adrián Foncillas

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Huawei consolidó el pasado año su papel como gigante de las telecomunicaciones y la electrónica mundial en el marco de unos ingresos que rozan el centenar de millones de euros y en medio de una campaña de difamación sin precedentes y prohibiciones de acceso a varios mercados. La multinacional china Huawei, atrapada en la guerra tecnológica que libran las dos grandes potencias, ha presentado esta mañana su cuenta de resultados en su sede de Shenzhen (provincia de Cantón). Solo escrutándolas al detalle se intuye algún efecto del complejísimo cuadro de relaciones públicas por el que pasa.

Los ingresos aumentaron en 2018 un 19,5 % hasta alcanzar los 721.200 millones de yuanes o 95,5 millones de euros. Los beneficios, por su parte, subieron hasta los 59.300 millones de yuanes o 7.852 millones de euros. Supone un incremento del 25,1 %, tres puntos por debajo del pasado ejercicio. La división de usuarios lidera por primera vez el crecimiento de la compañía con un aumento del 45 %, fundamentado en los 206 millones de teléfonos y el centenar de millones de otros dispositivos vendidos. La compañía ya ha superado a Apple y sólo tiene por delante a Samsung en telefonía móvil. Huawei planea asaltar el trono del rival surcoreano el próximo año y la tendencia favorece a la compañía china: sus ventas han aumentado un 33% mientras las de Samsung caían un 8% y las de Apple el 3%.

El nudo gordiano reside en el área de telecomunicaciones que incluye las conflictivas redes 5G. Los beneficios han bajado un 1,3% y la compañía lo ha achacado a la madurez del sector, la inversión en investigación y los 2.000 millones de euros que destinarán a la mejora de la ciberseguridad durante el próximo lustro. Esa partida pretende finiquitar las reticencias globales a poner en manos chinas sus infraestructuras más sensibles.  

Ciberseguridad

El último ejemplo llegó el jueves desde el Reino Unido. Un informe del Centro de Seguridad de Ciberseguridad detectó fallos de diseño en el 'software' de Huawei pero aclaró que no son achacables a la temida intervención de Pekín. La compañía, añade, no ha reparado esas grietas que hacen vulnerables los sistemas. La Comisión Europea, por otro lado, ha encargado estudios de cálculo de riesgos en cada país de la UE que habrán concluido en junio. La compañía los ha recibido con alborozo: podrán rebatir las etéreas acusaciones presentando las especificaciones técnicas de sus equipos.

Batalla comercial

La empresa de Shenzhen ha ocupado el centro de la batalla comercial desde que Estados Unidos la calificó como un riesgo a su seguridad nacional y prohibió la venta de sus productos a las agencias oficiales y proveedores. Su diplomacia ha presionado sin pausa a las cancillerías para que siguieran sus pasos. En su éxito influye más la sintonía geopolítica que los sesudos análisis técnicos: Nueva Zelanda y Australia han apartado a Huawei de sus redes 5G mientras Alemania ha ignorado las directrices de Washington. Países que acumulan el 40 % del PIB mundial han contratado ya a la tecnológica china o parecen poco predispuestas a renunciar al suministrador más avanzado de redes 5G del mercado. Las europeas Ericsson y Nokia, sus principales rivales, van varias cabezas por detrás. La compañía china ha asegurado que los gobiernos que se decanten por ella “serán los más competitivos en la era del 5G” y sus economías contarán con ventaja en el inminente gran salto digital.

Cuestión de intereses

“Todos sabemos lo que está haciendo Estados Unidos. No lo calificaré porque no sería elegante. Los países elegirán en función de sus intereses, no de los intereses de Estados Unidos. Este es un líder en muchas materias pero aquí se está comportando como un perdedor”, ha dicho el presidente rotatorio, Guo Ping, en un acto al que ha sido invitado EL PERIÓDICO DE CATALUNYA y otros medios internacionales.

Huawei resistió con paciencia confuciana la ola de insidias que llegaron de Washington e incluso la detención de su directora ejecutiva en Canadá tras la petición estadounidense. El mes pasado, agotados los canales de diálogo, demandó al gobierno estadounidense por prohibir sus productos. Según sus abogados, había actuado como juez y parte al castigar a la multinacional por espionaje a pesar de la falta de pruebas. Sostiene Huawei que aquella decisión viola al menos tres preceptos constitucionales, incluido el que prohíbe señalar a un individuo o grupo y castigarle sin juicio.

Cuestión de confianza

Algunos gobiernos y ciudadanos conservan sus reservas a dejar que Huawei ordene el tráfico de sus datos. Son conocidas las relaciones cercanas de las multinacionales chinas con su gobierno. También la pulsión controladora y el escaso respeto a los derechos humanos de Pekín. Y no tranquiliza la ley de inteligencia nacional aprobada dos años atrás que obliga a organizaciones y ciudadanos a “apoyar, asistir y cooperar con el trabajo de inteligencia del Estado”. Sus ejecutivos se han esforzado esta mañana en tranquilizar al mundo. La compañía pertenece a sus 90.000 accionistas y ninguna organización ni Gobierno externo participa en la toma de decisiones, han aclarado. Pekín no les ha pedido nunca información confidencial y, si lo hiciera, optarían por afrontar las consecuencias legales porque prevalece su compromiso con los clientes, han prometido.

Son argumentos que exigen un importante auto de fe. Hay otro irrebatible y que evita atribuirle al gobierno chino virtudes de las que carece. Es el puro pragmatismo. Colocar una sola puerta trasera equivale, recordó Guo, a un suicidio comercial: el negocio del futuro, con el que China pretende alcanzar la cúspide económica, se derrumbaría sin remedio a los cinco minutos de ser descubierta. A Pekín le conviene cuidar su mascarón de proa y evitarle los peligros. “El Gobierno chino nos trata bien porque somos innovadores, porque damos trabajo a miles de personas y porque pagamos muchos impuestos”, ha juzgado el presidente rotatorio.

Song Liuping, jefe del servicio legal, lo resumía a este corresponsal tras la rueda de prensa: “El único problema es que somos chinos, nada de esto pasaría si no lo fuéramos. Y no podemos dejar de serlo”, decía mientras se señalaba sus ojos rasgados.

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