HISTORIAS MÍNIMAS

Granjeros del siglo XXI

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Carme Escales

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Como todo hijo de granjeros, Pep y Francesc Llach, dos hermanos de Torelló de 37 y 34 años, pasaron muchas horas de niños entre vacas, cerdos y gallinas. Cuando no alimentaban al ganado, ayudaban a limpiar los espacios o recogían huevos de gallina. Por parte de padre, cuentan muchas generaciones de antepasados dedicadas a la agricultura y ganadería. La saga por vía materna procede de la industria y los electrodomésticos. Al casarse, sus padres se hicieron masoveros de la finca Les Gambires, granja, vivienda y tierras en el municipio de Torelló que llegaron a adquirir y en las que hoy los dos hijos viven y trabajan. No fue nunca ese el plan de sus padres. La granja daba sobre todo mucho trabajo, pero ganancias para ir tirando. «Nuestro padre no quiso nunca que cogiéramos el tractor, no quería que fuésemos payeses porque veía que el sector iba a menos», explica Pep.

    Sin embargo, él y su hermano lideran hoy un negocio que han sabido poner al día replanteando el sistema productivo que completan despachando la carne que producen. «En casa siempre se habló de lo ideal que sería tener una carnicería propia», rememora Francesc. Ambos hermanos gestaron la realización de ese sueño a expensas del padre. Tal como él quiso, los dos estudiaron: Pep Ingeniería técnica Agrícola, y Francesc, Biología. «Nuestro padre nos decía: un arquitecto siempre podrá hacer de payés, pero no al revés», citan. No les costó encontrar trabajo, Pep, en la administración local, y Francesc en una entidad de investigación y administración de temas agrícolas en Ripoll. Pero en sus horas muertas, colaboraban en la granja. «Viendo que el sector agrario desde una pequeña explotación como la nuestra estaba muerto, recordamos aquel: si tuviéramos una carnicería...».

    La posibilidad llegó al fallecer la madre. «Heredamos una casa y tierras –en Sant Vicenç de Torelló– que nos requería 80.000 euros del impuesto de sucesión», puntualizan. Fue el momento decisivo. «Estaba todo arrendado. Con 21 y 19 años y empleados, pero pensando en un futuro próximo, pedimos un préstamo de unos 100.000 euros para arreglar una casita de la finca y también alquilarla», relatan.

Automatizaron la granja. «Queríamos optimizar procesos y ser más eficientes», explican los hermanos Llach.

  Todo era un encaje de bolillos, con un fin que aún no desvelaban a su padre, que seguía criando vacas, cerdos, pollos y gallinas. En el 2013, Pep dejó su trabajo para unirse al padre en la granja. Eso sí, mecanizándola por completo. «Para optimizar procesos y ser más eficientes», dice.

Ayudas Leader

En una hora y media, 90 vacas, 80 cerdos y 400 pollos son alimentados de manera automática. Dos ayudas del programa europeo Leader les cubrió la mitad de la inversión para hacer el obrador (unos 100.000 euros) y la tienda (70.000 euros). El plus de intermediarios que se ahorran vendiendo su carne –solo externalizan el matadero-, lo compensan equilibrando precio y calidad a favor del cliente y produciendo de modo más sostenible. “Aspiramos a producir en nuestra tierra el 70% del alimento del ganado”, señalan. “Como hace un siglo, con la tecnología actual”, añaden. Han calculado que con una ternera, cinco cerdos, 50 pollos y los huevos de sus gallinas podrían vivir óptimamente sus dos familias. “Tienda –donde también despachan productos de artesanos locales y verdura de su huerta- y obrador son nuestra herramienta para ganarnos bien la vida y hacer que la granja avance. Somos payeses y es lo que nos gusta hacer”.

El padre, ya jubilado, aporta la mirada de la experiencia y la sorpresa de ver a sus hijos llevando las riendas de un negocio que emplea a dos personas a jornada completa y una a la mitad y factura entorno a los 230.000 euros.

Josep Llach, Pep y Francesc

Productores agrónomos