negocio familiar

Los otros Raventós

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Agustí Sala

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Raventós es un apellido ligado al cava, al vino, pero puede dejar de estarlo después de que los más de 200 accionistas de las cinco ramas familiares propietarias de Codorniu hayan decidido vender la mayoría del capital al fondo CarlyleCarlyle. Pero quedan otros parientes vinculados a los caldos y la tierra: los descendientes de Josep Maria Raventós i Blanc, el 'hereu' (el mayor de los hijos y heredero según el derecho civil catalán), que en 1982, agotado de discrepar con sus hermanos y primos, les vendió sus acciones y dio origen a Raventós i Blanc. El abuelo de todos, Manuel Raventós Domènech, impulsor de las cavas Codorniu como empresa, se ocupó años atrás de que nadie tuviera la mayoría.

El 'hereu' no se marchó muy lejos sino que montó sus bodegas enfrente de las del resto del clan en Sant Sadurní d'Anoia, la capital del cava, en el terreno en el que estaba el roble centenario característico de Codorniu y hoy símbolo de Raventós i Blanc. Sus descendientes se reivindican hoy como los herederos de la tradición Raventós, cuya historia tiene sus orígenes más de 500 años atrás y suma 21 generaciones. "Nosotros seguimos", afirma Pepe Raventós, que gestiona las bodegas heredadas de su abuelo junto con su padre, Manel Raventós Negra. Se dicen continuadores del negocio del vino y el cava, con los mismos rasgos de calidad que, aseguran, distinguen también a Codorniu.

Raventós i Blanc, con una facturación de siete millones de euros anuales y unos beneficios de unos 500.000 euros, apostó por los cavas y vinos de calidad, huyendo de las batallas de precios. "En los últimos seis años, hemos pasado de que la exportación representara el 10% de la producción al 50%", explica. El crecimiento que han experimentado en los últimos años, tras un mal trago que les obligó a reestructurarse, se ha movido entre "los cuatro y los 10 puntos", afirma. Celosos de la marca, hace seis años apostaron por salir de la denominación de origen cava y potenciaron los vinos espumosos Conca del Riu Anoia. Y extendieron su actividad a los vinos tranquilos con la compra de la finca Can Sumoi, en Sant Jaume dels Domenys y Pla de Manlleu.

A mediados de los 90, Manuel Raventós cerró uno de los episodios más dolorosos de la historia familiar al vender a sus primos por unos 2,4 millones de euros la masía enseña de Codorniu, diseñada Josep Puig i Cadafalch, y los viñedos colindantes que había heredado su padre tras marcharse del grupo. Se acababa así una historia de años durante los que el resto del clan no podía entrar en la casa que llevaba el nombre de su empresa. Lo que para unos supuso un motivo de reafirmación de identidad para Raventós i Blanc significó liquidez y recursos para impulsar su propio negocio.