opinión

El 'pastito interior' en la casa Macaya

Lola López.

Lola López. / periodico

JOSEP MARIA URETA

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"Decíme Miguelito, a vos no os indigna este cartel", pregunta Mafalda. El rótulo avisa de que no puede pisar el césped [pasto, para los argentinos]. Responde el ninot de Quino más repeinado: "No. Qué me importa. Yo tengo mi pastito interior". Viene a decir que no vale la pena discutir sobre espacios comunes que no deben pisotearse si cada uno tiene sus espacios interiores a los que no se debe acceder ni mucho menos molestar.

Jaume Lanaspa, patrono de La Caixa y delegado del Club de Roma en Barcelona utilizó este diálogo de Miguelito y Mafalda, el lunes pasado, para abrir curso de coloquios en la casa Macaya con un envite encomiable, la presencia de Lola López, comisionada de Inmigración del Ayuntamiento de Barcelona. Antropóloga, gallega, desde hace años postula una tesis de digestión colectiva difícil, la interculturalidad. Para resumir, este concepto va más lejos de la multiculturalidad, que es la aceptación de que en un país de aluvión de habitantes, y Catalunya lo es desde hace décadas o siglos según se mire, asuma que deben respetarse las costumbres de los vecinos, sean de vestuario o manjares preferidos, pero sin ir más allá.

La interculturalidad abona la tesis de que hay que compartir las aportaciones de los demás en cuestiones de convivencia, hasta el punto de aceptar, por ejemplo (lo puso López), que antes de que una adolescente (y su familia) rechace las actividades en la piscina o en la playa, debería contemplarse la opción del burquini. En la misma senda, quizá de anticipación, cada vez son más las empresas británicas y francesas que adaptan su calendario laboral a las necesidades de sus empleados musulmanes de respetar el Ramadán. 

La adaptación multicultural es tesis controvertida, presa fácil ideológica de quienes sacuden a los munícipes barceloneses que nos gobiernan, con ocasión o sin ella. Pero también extensible a quienes han programado la ponencia de Lola López en sede de CaixaBank, en su variante Obra Social, y nada menos que como lección inaugural de las actividades de la casa Macaya, a cargo de los miembros del Club de Roma.

Puestos a revisar equívocos, la citada apología de la multiculturalidad, documentada y sólida, de Lola López, tiene un amparo impecable, mal que les pese a los previsibles detractores (¿Qué hace La Caixa patrocinando a esa López partidaria de la disolución de la Europa cristiana?, sería un tuit previsible) entre los objetivos del Club de Roma. Desde 1968, esta red de debates mundial, plagada de científicos solventes, ideada hace 60 años por el industrial progresista italiano Aurelio Peccei, financia y promociona decenas de estudios sobre sostenibilidad y bienestar del planeta. Y entre sus derivaciones, también en el ámbito socieconómico, es analizar y promover políticas que rompan estereotipos. Por ejemplo, el de la integración de otras culturas en el modelo productivo catalán/europeo.

¿Convenció Lola López a los asistentes? No del todo, aunque las estridencias frente a su discurso fuero mínimas. Por ejemplo, cuando se le preguntó si su modelo multicultural (no el pluricultural, que es el que acaba en guetos en grandes ciudades) debería asumir también las distintas concepciones de no pagar impuestos o devolver créditos, adaptándose a otras culturas como la china, la hindú o la musulmana. La comisionada municipal para Inmigración fue directa en su respuesta: es leyenda urbana que los chinos no pagan impuestos; y el modelo musulmán que rechaza la usura tampoco es descabellada, vistos los desaguisados locales en hipotecas.

Todo bien hasta que en el debate posterior, cara a cara con gente diversa y muy versada (Pipo Carbonell, Rafa Jorba, Baldiri Ros, Francesc Subirada, Kira Bermúdez, Albert Batlle, Gaelle Patin-Laloy, Enric Vendrell, Jordi Moreras, Francesc Raventós…) apareció la gran duda, irresuelta y que atormenta a todos en términos de inmigración: ¿Por qué fracasan los modelos de integración? Hablaban de Ripoll, donde nadie pensó en la importancia del pastito interior.