ALERTA EN UNA DE LAS MAYORES ECONOMÍAS
China, la mayor burbuja de la historia
Adrián Foncillas
Periodista
ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN
La escena grabada por las cámaras de seguridad serviría en una película de zombis. Los guardias protegen la sólida puerta hasta que la marabunta la arranca de cuajo y entra en carreras desordenadas. Son chinos en una inmobiliaria. La ciudad de Hangzhou había anunciado la víspera que prohibiría la adquisición de casas a los no residentes y urgía aprovechar las últimas horas.
La pulsión compradora resiste cualquier medida oficial. Pekín, Jinan y Wuhan han incrementado el pago inicial, Chengdu solo permite las ventas en una parte de la ciudad y son generalizadas las restricciones a los no residentes y los impuestos a la segunda y tercera vivienda. Un rumor sobre la inminente limitación de compra de inmuebles a matrimonios en Shanghái estimuló las colas en las oficinas para divorcios.
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El temor en China a una burbuja está acentuado desde que la bolsa se tragó los ahorros de millones de ahorradores el verano pasado. Los indicios en el mercado inmobiliario son inquietantes. Las cien mayores ciudades acumulan 17 meses de subidas y los precios en las 70 mayores subieron un 9,2% en agosto, el mayor incremento en seis años. Las viviendas en Pekín o Shenzhen se han revalorizado el 25% en un año.
Cualquier burbuja exige el convencimiento de los compradores de que pronto podrán vender a mejor precio. Los chinos han visto subir los precios inmobiliarios sin pausa durante décadas y, como los españoles antes de la crisis, abrigan la certeza de que el ladrillo nunca baja. También pensaban hasta el pasado año que la bolsa solo subía.
La unidad de trabajo otorgaba la vivienda solo unas décadas atrás, pero hoy la casa en propiedad en un imperativo social en China. Los matrimonios sin ella son despreciados como "desnudos" y es habitual que los ahorros paternos de toda la vida acaben en la casa del hijo.
El actual socialismo "con características chinas" y la inflación explican que la relación entre pagos de hipoteca e ingresos medios ya haya superado los niveles registrados en EEUU y Japón antes de que estallaran sus burbujas, según un estudio de Haitong Securities. El 70% de la riqueza de los hogares proviene de la vivienda, señalan datos oficiales. El mercado no deja de sorprender: en Shenzhen, una villa de pescadores 30 años atrás y hoy una macrourbe de epatantes rascacielos, se ofrecían este mes pisos de seis metros cuadrados por 880.000 yuanes (117.000 euros). Se vendieron en una mañana.
ESFUERZOS BALDÍOS
Es improbable que los frenos de los gobiernos locales a la compra de la vivienda solucionen el problema. A largo plazo son ineficaces y a corto sólo estimulan la ansiedad compradora. Todos esos esfuerzos serán baldíos, alertan los expertos, sin reformas vigorosas en la política crediticia nacional. Los créditos a la vivienda superaron en marzo a los empresariales y el margen no de ha dejado de crecer. La tendencia es peligrosa por diferentes razones: multiplica los riesgos de impago en el sector bancario y arruina los esfuerzos de Pekín para reconducir su economía. La burbuja inmobiliaria es un agujero negro que se traga los recursos y el capital de otros sectores e impide que se dispare el consumo interno en otros bienes como automóviles. Los créditos de hogares en junio alcanzaron el récord de 30 billones de yuanes, lo que equivale al 42% del PIB nacional.
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Las advertencias no vienen sólo de los expertos occidentales que llevan décadas pronosticando el inminente colapso de la economía china sino de gente de dentro que conoce el mercado. Ma Jun, jefe economista del Banco Popular de China, ha advertido de precios insostenibles en el sector. "Es la burbuja más grande de la Historia", dijo recientemente Wang Jianlin, la mayor fortuna del país y propietario del grupo inmobiliario Wanda. Wang, una figura totémica escuchada con reverencia en China, está librándose de propiedades para invertir en entretenimiento, turismo y otros sectores con más futuro. "Será muy difícil arreglar el problema", advierte.
La burbuja estallará en el 2018, según el Deutsche Bank. Los expertos debaten tanto la fecha como los daños. El volumen sugiere la catástrofe pero existen otros factores tranquilizadores: la demanda sigue saludable, el recalentamiento no afecta a las ciudades de provincias y, sobre todo, la destreza mostrada por Pekín durante décadas para pilotar su economía y eludir los colapsos inminentes.
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