El azote de las multinacionales que no pagan impuestos

Vestager, en la rueda de prensa sobre Gazprom, este miércoles en Bruselas.

Vestager, en la rueda de prensa sobre Gazprom, este miércoles en Bruselas. / periodico

SILVIA MARTINEZ / BRUSELAS

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Margrethe Vestager (13 de abril de 1968, Dinamarca) tiene la mirada firme. Un ingenio ácido y un sentido del humor que no pasan desapercibidos en ninguna de sus intervenciones, pero si algo caracteriza a la comisaria de competencia de la Comisión Europea es, que en los casi dos años que lleva en Bruselas, ha demostrado con creces que no le tiembla el pulso por muy complicado que sea el expediente que tiene entre sus manos.

Su primera gran decisión nada más llegar al equipo presidido por el luxemburgués Jean-Claude Juncker fue enviar un pliego de cargos a Google. Su predecesor en el cargo, Joaquín Almunia, estuvo un lustro con el expediente sobre la mesa, de diálogo en diálogo, sin atreverse a avanzar. A ella, en cambio, le bastaron seis meses para decidir que había llegado el momento de actuar. Desde entonces no ha dejado de abrir nuevos frentes contra este gigante de las telecomunicaciones. El último, la tercera decisión de Bruselas, a mediados de julio de este año al acusar a la tecnología de abusar de su posición dominante en la publicidad on line.

Entre medidas ha protagonizado otros casos muy sonados. Ha actuado contra la compañía rusa Gazprom, por los precios del gas en países de Europa del este, ha impedido la venta de la filial británica de Telefónica en Reino Unido a Hutchinson y ha impuesto a cinco fabricantes de camiones la multa más elevada jamás dictada en Bruselas, 2.926 millones de euros, por pactar precios.

SU ÚLTIMO FRENTE

Su última gran decisión, esta semana contra Apple, ha generado un verdadero seismo político en Washington a donde se desplazará este próximos mes de septiembre. Vestager quiere que la compañía de la manzana, que dirige Tim Cook, pague de una vez por todas los 13.000 millones de euros en impuestos –más intereses- que, según sus cálculos, han dejado de ingresar en las arcas públicas de Irlanda por los beneficios obtenidos con las ventas de sus productos en todo el continente europeo.

Pese a las presiones del cargo, esta amante de las redes sociales –tiene cuenta en Linkedin, en Facebook y es activa en Twitter-, de hornear galletas y a la que le gusta tejer elefantes durante las reuniones con su personal, no es de las que dan un paso atrás si consideran que tiene razones de peso y el caso Apple es un claro ejemplo. Quienes la conocen destacan de ella su capacidad de análisis, su meticulosidad en el trabajo y su rigurosidad, cualidades que le han permitido hacerse un hueco en la política europea y responsabilizarse de una de las carteras con más poder en el Ejecutivo comunitario. Militante del Partido Social Liberal danés, formación de centro izquierda, estudió ciencias políticas y economía en la Universidad de Copenhague y empezó a trabajar en la administración pública danesa.

Hija de pastores luteranos, madre de tres hijas y esposa de un profesor de matemáticas, su carrera empezó a despegar en 1998 cuando con 29 años fue nombrada ministra de educación y de asuntos eclesiásticos. Desde entonces no ha dejado de escalar. Ha sido diputada, líder de su partido y ministra de interior y de economía, un puesto que le convirtió en indispensable en la política danesa durante varios gobiernos de coalición con los socialistas y que le dio a conocer en todo el continente europeo. No en vano su figura le sirvió de inspiración a Sidse Babett Knudsen, protagonista de la serie Borgen -una especie de “El Ala Oeste de la Casa Blanca” a la danesa- para construir su personaje de primera ministra de Dinamarca