Casi un millón de alemanes de más de 65 años necesita trabajar por horas para subsistir

Angela Merkel, ayer, durante su breve comparecencia ante la prensa.

Angela Merkel, ayer, durante su breve comparecencia ante la prensa.

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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En Alemania la jubilación tampoco es un camino de rosas. Así lo demuestra el último informe del Ministerio de Trabajo alemán en el que remarca que el número de pensionistas que necesita recorrer a un minijob para seguir subsistiendo se ha disparado hasta un 22% desde el 2010 y un 35% desde el 2005. Actualmente hay 943.000 personas que a pesar de ser mayores de 65 años necesitan seguir trabajando para obtener unos ingresos dignos.

El estudio detalla que este fenómeno es especialmente preocupante entre los mayores de 75 años. Este sector de la población alemana ha sido el más vulnerable al empobrecimiento del sistema de pensiones nacional y ha visto como desde el 2005 el número de personas que ha tenido que seguir trabajando se ha duplicado. “No trabajan para divertirse sino porqué su pensión no es suficiente para seguir viviendo”, denunció el parlamentario de la izquierda y experto en pensiones Matthias Birkwald en una sesión parlamentaria.

MÁS ENVEJECIMIENTO, MENOS PENSIONES

Lejos de lo que pueda parecer desde los países del sur de Europa, el sistema de pensiones de Alemania vive momentos muy difíciles. La primera potencia económica europea se sirve de un modelo redistributivo en el que la clase trabajadora mantiene a los jubilados con unos altos impuestos. En 2015 la pensión media de jubilación se situó en 1.100 euros en el Oeste y 980 en el Este y se estima que para el 2050 suba hasta los 1.170 en todo el país.

Pero toda esta teoría empieza a temblar con el constante envejecimiento de la población. ¿Cómo se puede sustentar esta estructura si hay más jubilados que gente trabajando? El 2013 los ciudadanos inactivos representaban el 41% de la población. Para el 2030 se estima que los mayores de 65 años ya sean el 57% y que, con ello, se reduzca en hasta un 20% la contribución a las arcas públicas que sustentan este pilar básico del Estado del Bienestar.

Para ello, Alemania lleva años alertando que el sistema público no será suficiente para mantener a la población jubilada y se han puesto en marcha planes privados para cubrir este déficit.

POBREZA Y DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO

Otro de los grandes problemas es la desigualdad en las prestaciones. Alemania compensa a los jubilados con hasta dos tercios de los que era su sueldo habitual, sin fijar una pensión mínima que evite un sistema de pensiones a dos velocidades. De esa manera, los ciudadanos que hayan tenido un sueldo más bajo y por tanto hayan pagado menos impuestos se enfrentarán a muchas más dificultades para subsistir cuando se jubilen.

Además de la brecha entre ricos y pobres también hay un desnivel de género. Según denunció la OCDE, la pensión media entre hombres es de 1.029 euros mientras que las mujeres jubiladas reciben tan sólo 613 euros.

Estas flagrantes desigualdades y la falta de una pensión mínima hacen que la pobreza sea cada vez más acentuada entre los jubilados. Así, hasta un 9,4% de la población vieja del país vive en riesgo de exclusión social. El actual sistema hace que Alemania sea menos efectiva que sus vecinos al proteger a los más vulnerables.

REACCIÓN DE BERLÍN

Para intentar calmar estas desigualdades, que Alemania arrastraba desde su etapa soviética, Berlín aprobó el pasado abril aumentar las prestaciones por jubilación un 5,95% al este del país y un 4,25% en el oeste, la mayor subida en 23 años. Combatir el envejecimiento también se ha convertido en una de las prioridades del ejecutivo de Angela Merkel, que aprobó ampliar la edad de jubilación gradualmente hasta llegar a los 67 años en 2029.