80º ANIVERSARIO DE LA GUERRA CIVIL

El precio del hambre

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA     Reparto de pan por Auxilio Social tras la entrada de las tropas nacionales en la ciudad

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Reparto de pan por Auxilio Social tras la entrada de las tropas nacionales en la ciudad / periodico

JOSEP-MARIA URETA / BARCELONA

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Si alguna sensación física ha quedado en la memoria de quienes conocieron el trienio cruento 1936-1939, iniciado hace 80 años, aparte del dolor íntimo por la pérdida de seres queridos, es el hambre. Establecer si ya existía antes de la contienda o fue ésta una de las causas es dificil de asegurar. Y no será por falta de estudios que lo han analizado. ¿Fue la falta de pan, el mejor indicador de alimento básico, lo que provocó la revolución del 31 que acabó en la sublevación del 36? ¿Se comía mejor o peor, hace 80 años?

Desde la economía como ciencia que aborda el comportamiento de las personas y elabora métodos objetivos -números y porcentajes- para el análisis y de predicción, ¿es posible saber cuáles eran las prioridades de gasto de las familias españolas en 1936? Hoy lo sabemos a partir de dos datos bien precisos: la Encuesta de Presupuestos Familiares y, sobre todo, el popular IPC, los precios de bienes y servicios de consumo, la inflación. No es exactamente la cesta de la compra, porque incluye servicios que se pagan pero sin contraprestación material (seguros, viajes).

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¿Había IPC en 1936? No. Es más, ni se sabía con exactitud en qué gastaban sus ingresos las familias ni si alguien medía el aumento de los precios con un mínimo de fiabilidad. De lo que sí hay suficientes testimonios es de rebeliones y amotinamientos por la subida abusiva de algunos precios básicos en la España de los años 30. Los historiadores económicos incluyen siempre el hambre de millares de familias como una causa del enfrentamiento fratricida de hace 80 años.

Hay dos estudios que ayudan a comprender la España del 36 desde el punto de vista de los gastos de las familias españolas y los precios según abundancia o carestía. Uno lo firma la doctora Esmeralda Ballesteros Doncel, de la Universidad Carlos III de Madrid, titulado Una estimación del coste de la vida en España, 1861-1936. El otro, el número 64 de los Estudios de historia económica del Banco de España, La inflación 1830-2012, del catedrático de la UAB Jordi Maluquer de Motes. De sus análisis y gráficos se puede describir aquella España del 36, en preocupaciones parecidas a las actuales: cómo llegar a fin de mes.

TRES AÑOS DE CARESTÍA

Para quienes han olvidado las pesetas y sus equivalencias, con todos los matices, la referencia es que 1.000 pesetas del año 1936 equivalen hoy a 300 euros. Pero nada que ver con decir qué se podría comprar en 1936 con 300 euros, porque han cambiado todos los costes de producción. Lo que entonces era carísimo hoy puede ser algo sin valor por desinterés en su consumo.Primera aproximación. De cada 100 pesetas de las que disponía una familia, ¿cómo se gastaban en 1936? En los capítulos, embrionarios de lo que hoy llamamos IPC, era así: 70 pesetas para alimentación, 15 para vivienda, 10 para combustible (carbón) y cinco para «jabón», entendido como gastos del hogar. Indicio claro de una sociedad rural, subdesarrollada, cuya principal preocupación era el sustento diario. Los precios de cada capítulo no son relevantes. Sí cabe precisar que el precio del pan era de 0,70 céntimos de peseta el kilo y que un jornal diario se calculaba en 7,6 pesetas al día.

Acabada la guerra, en 1939, la evolución de los precios de estos capítulos básicos dan cuenta, por si solos, de la salvaje carestía que asoló ambos bandos. Los precios de la alimentación se habían incrementado un 177%. Los del vestido/calzado, 190%. Y los de la casa y diversos (antes jabón y combustible) un 130%.

La diferencia en los gastos familiares de 1936 y los del 2016, aceptando la precariedad de datos y cálculos de hace ocho décadas lo podemos comprobar en la composición del IPC actual por grupos. De cada 100 euros que ingresa mensualmente una familia, se gasta de promedio 20 euros en alimentación, bebidas y alcohol (antes, los vinos), 7,6 en vestido, 12 en vivienda, 15 en transporte, 6 en hogar (antes «jabón») y el resto en servicios, desde enseñanza y fármacos hasta restaurantes.

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Tampoco las prioridades de la dieta de 1936 son similares a las del 2016. El consumo anual de pan hace 80 años era de 130 kilos por persona. Hoy es de 35 kilos. El conjunto de legumbres (patatas, arroz, garbanzos, alubias) era entonces de 115 kilos al año por cada español, hoy son 82. En cambio, la leche, que hace 80 años solo se consumía fresca o curada (quesos), ha doblado su consumo: de unos 60 litros por habitante y año a 112. De por medio está toda la industria transformadora y de conserva. Igual que el entonces apreciado jabón ante la inexistencia de lavadoras y detergentes químicos, hoy queda diluido en los gastos genéricos del hogar/menaje. Otro alimento que ha decaído en la dieta española es el bacalao: de los más de ocho kilos por persona y año se ha pasado a menos de un kilo en la actualidad.

CONSUMO SUSTITUTIVO

Los historiadores advierten de que en el caso de los alimentos hay una clara «tendencia a la sustitución en el consumo de las familias, inducida por las tendencias de los precios, como se comprueba claramente en el grupo de legumbres y carnes» a lo largo de este largo periodo.

Y otra variante que alteró los precios en los años previos a la guerra fratricida fueron los efectos inflacionarios de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), que alteró los precios, por ejemplo, de todos los productos textiles. A la baja, porque la neutralidad española favoreció a la industria textil catalana.

Sobre la carestía y los precios de los alimentos como estrategia de ambos bandos contendientes del 36, explica Maluquer de Motes: «La insuficiencia y baja calidad de la alimentación, así como la especulación y el mercado negro, fueron elementos básicos en la determinación de los niveles de vida de los españoles en una triste y larguísima postguerra». 

UNA INFLACIÓN EN CADA BANDO

¿Qué bando supo aprovechar mejor el control de los precios de las necesidades básicas? Sin ninguna duda, a partir de lo que dicen los historiadores, fue el bando faccioso o nacional. En su zona de influencia, entre 1936 y 1939, la inflación apenas subió un 10%. En el bando republicano superó el 150%. Que fue una preocupación del Gobierno rojo lo demuestran sus numerosos decretos de multas y cárcel para los especuladores.

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En paralelo, los dos gobiernos contendientes utilizaron otra estrategia igual de influyente en la determinación de precios, la importación de materia prima para alimentos: la manipulación de la cotización de la peseta.

De nuevo fue el bando sublevado el que mejor dominó esta estrategia, que culminó, tras la victoria, en el establecimiento del tipo de cambio entre las dos pesetas, republicana y nacional.

Si en 1936 andaban casi a la par (9 pesetas nacionales por cada 10 republicanas) en 1938 el cambio ya eran 10 pesetas nacionales por cada 100 republicanas. Acabada la guerra, la proporción fue de 5 a 100.

Los relatos de los economistas que han investigado las necesidades básicas de los españoles en 1936 y el agravamiento de sus condiciones de vida dejan claro que la narración de la contienda olvida con frecuencia que millones de familias solo preguntaban cada día a cuánto iba la barra de pan.

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