la desaparición de una figura clave

Rodés, el refinado mago del olimpismo

Leopoldo Rodés, el empresario barcelonés fallecido el pasado miércoles en un accidente de tráfico a los 80 años, fue una persona poliédrica. Entre sus muchos perfiles, dos de los más destacados fueron  el de hombre fuerte en la sombra de la organización de los Juegos del 92 y el de mecenas cultural.

EN LA HISTORIA. Arriba, Rodés, primero por la derecha, con una delegación de Barcelona-92 en Lausana, con Romà Cuyás, Pasqual Maragall, Alfonso de Borbón y Carlos Ferrer Salat, en octubre de 1986. A la derecha, con los reyes Juan Carlos y Sofía, Mara

EN LA HISTORIA. Arriba, Rodés, primero por la derecha, con una delegación de Barcelona-92 en Lausana, con Romà Cuyás, Pasqual Maragall, Alfonso de Borbón y Carlos Ferrer Salat, en octubre de 1986. A la derecha, con los reyes Juan Carlos y Sofía, Mara

PEDRO PALACIOS

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Siempre he estado muy agradecido a la aportación de Leopoldo Rodés. Leopoldo fue determinante para que Barcelona obtuviera los Juegos. Le pedí, como amigo, que diera un paso adelante y le encargué una misión clave: que se ocupara de vender la candidatura de Barcelona junto al equipo de Relaciones Exteriores (el diplomático Ignacio Masferrer, el periodista Andreu Mercé Varela, Queta Bosch y Carlos Ferrer Salat). Barcelona no tenía presencia en el mundo y nos veían como una ciudad de provincias, especialmente si nos comparaban con París, nuestro principal contrincante. Nos faltaba visibilidad y qué mejor que un experto en publicidad para desarrollar la mejor campaña. El resultado fue magnífico: primero convenció a 92 empresarios locales para que patrocinaran la mitad del proyecto y, después, actuó como el gran anfitrión de los miembros del COI, viajando por los cinco continentes haciendo lobi y pidiendo el voto. Pronto se dio cuenta del sentido de mi inconfesable petición: 'Juan Antonio, no te preocupes, yo haré lo que tú, como presidente del COI, no puedes hacer públicamente en favor de tu ciudad'».

 

Esta reflexión inédita corresponde a Juan Antonio Samaranch y se puede leer en la página 107 de la biografía Presidente Samaranch, editada por la Fundación Samaranch-China, que será presentada en Pekín el próximo 20 de agosto. Un libro que descubre cómo se gestaron las grandes decisiones de la etapa Samaranch en la Presidencia del COI (1980-2001).

Arte, fútbol y música

Visitas a las instalaciones, sobrevolar en helicóptero la ciudad y contactos con las autoridades constituían el programa de atención a los miembros que el 17 de octubre deberían votarnos. Objetivo: convencerles de que Barcelona era el escenario ideal y que en 1992 la ciudad sería escenario de los mejores Juegos de la historia. Y un acto fijo en la agenda: Leopoldo Rodés y su familia recibieron en su casa de Pedralbes a 72 de los 91miembros que constituían el COI. Siempre con gastronomía catalana y cava Torelló. Leopoldo, un barcelonés cosmopolita, leal amigo, gestionaba inteligentemente su charme innato. «Parece uno de los nuestros», exclamaban, cautivados por la seducción de aquel gentleman catalán que se desenvolvía en impecable francés o inglés para comentar la subasta de Christie's, el último partido del

Barça o la ópera del Liceu, porque arte, fútbol y música formaban parte de sus grandes pasiones.

Leopoldo Rodés, diplomático y mago, visitó 52 países, de Bahréin a Addis Abeba, Seúl, Buenos Aires o Melbourne, vendiendo su ciudad, tal como le había prometido a Samaranch. Leopoldo, hombre de palabra y brillante empresario que durante un año aparcó sus negocios privados para perseguir una utopía colectiva: la Barcelona olímpica. Ya con los Juegos concedidos, formó parte de la Comisión Ejecutiva del Comité Olímpico Organizador Barcelona-92 (COOB-92) y de la Olimpiada Cultural, aportando su visión y experiencia de empresario.

Samaranch soñaba con que los Juegos llegarían a China, el país más grande del mundo. Nunca lo ocultó. Sería la culminación de su trayectoria y la elección de la ciudad debía producirse horas antes de que en el 2001 dejara el cargo. Las cosas estaban difíciles para la candidatura de Pekín-2008. Y Samaranch, de nuevo, tuvo que echar mano de la discreción y generosidad de Leopoldo, su amigo. Le pidió ayuda, encargándole que hiciera lobi en favor de la capital china. Debía actuar, casi de forma clandestina, apelando a las buenas amistades que había forjado en el Comité Olímpico Internacional. El dúo Juan Antonio-Leopoldo volvería a ganar, resultando elegida Pekín por abultada mayoría.

El día en que le fue concedida la Medalla de Oro del Ayuntamiento al Mérito Cívico fue Juan Antonio Samaranch Salisachs quien glosó sus muchos méritos para obtener este galardón. Leopoldo nunca llegó a comprender «la injusticia que Barcelona comete con Juan Antonio. Solo a él le debemos los Juegos. Samaranch merece más de su ciudad». En el 2013, tras visitar el Memorial Samaranch, en la ciudad china de Tianjin, museo que alberga más de 16.000 piezas de su colección particular, me confesaba su indignación: «A veces actuamos como un país deplorable». ¿O me dijo «miserable»

Pedro Palacios fue director de comunicación de los JJOO de Barcelona.