Análisis

El salón Alimentaria como evidencia

FRANCESC REGUARNT

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A veces tendemos a buscar la piedra filosofal por todo el mundo para acabar dándonos cuenta de que la habíamos tenido siempre en el jardín de casa. Hasta hace bien poco cuando se hablaba de estrategias de futuro lo más probable era que no se incluyera la agroalimentación. La crisis, sin embargo, ha sido clarificadora al comprobarse la resistencia de este sector frente a la crisis. Desde el escepticismo se interpretará esto como una obviedad: todos tenemos que comer, incluso en plena crisis. Pero eso no explica que en plena crisis (del 2007 al 2012) la tasa de cobertura del comercio exterior agroalimentario haya ganado 28,7 puntos porcentuales, acercándose al equilibrio comercial.

La competitividad, pues, que evidencia el sector agroalimentario, proviene de su articulación eficiente como clúster. En concreto, el Observatorio de Clústers de la Unión Europea, con sede en la Universidad de Estocolmo, identifica el sector agroalimentario catalán como el segundo de Europa. La agroalimentación catalana aglutina una actividad que va desde el agricultor al cocinero y al camarero que representa el 30,5% de nuestro gasto, una tercera parte de nuestra economía. Con la excepción -nada despreciable- de las materias primas para la alimentación animal, la cadena alimentaria integra una producción primaria básicamente autóctona o de entornos próximos, con la transformación industrial, los servicios implicados, la distribución y la comercialización de ámbito local y global.

De Catalunya han surgido multinacionales y grandes empresas como Agrolimen, Torres, Codorniu, Freixenet, Industries Pont, Vall Companys, Grup Guissona, Tarradellas. Asimismo, grandes multinacionales como Nestlé o Danone han establecido su sede aquí. Se trata de un clúster dinámico y tecnológicamente avanzado, que se convierte en un activo y un atractivo importante para el turismo, de la mano de una cocina que es cuna y escuela de los mejores cocineros del mundo.

La clave de este clúster es Alimentaria, una de las ferias más importantes de Europa, que se convierte en la puerta abierta al mundo, tanto hacia fuera, para ofrecer productos y servicios de calidad, como, cara adentro, para estar conectado con lo mejor que se está gestando más allá de nuestras fronteras. Tal como me refería recientemente un industrial alimentario: «Estamos situados en la pole position, y eso facilita las cosas».

La agroalimentación es una de nuestras fortalezas estratégicas en un momento en que este tema se convierte globalmente en crítico. La FAO considera que hasta el 2050 la producción mundial de alimentos se deberá incrementar un 70%. Sin embargo, conviene no olvidar las debilidades. Habría que incrementar el grado de autosuficiencia agrícola mediante la consolidación de los regadíos previstos.

Asimismo, es imprescindible reforzar las medidas reguladoras y los límites medioambientales precisos, de acuerdo con la tecnología al alcance. Y, sin duda, se debe asumir, desde todos los niveles, el reto de la globalidad basada en nuestra oferta de calidad. El salón Alimentaria es la puerta para lograrlo.