ANÁLISIS

Grandes empresas, ZP y el futuro del euro

Antoni Brufau (izquierda) e Isidre Fainé, a su llegada a La Moncloa.

Antoni Brufau (izquierda) e Isidre Fainé, a su llegada a La Moncloa.

Josep Oliver

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La reunión del presidente Zapatero con los representantes de las 37 sociedades más importantes del país no podía llegar en mejor momento. A buen seguro que no esperaban, ni el convocante ni los convocados, que cuando esta sesión de trabajo tuviera lugar estaríamos inmersos en una tempestad de dureza difícilmente imaginable hace pocos días. Porque lo que ha sucedido esta semana de pasión es, ciertamente, histórico. No solo porque la bolsa se haya dejado un 7% de su valor y con ella el sector bancario, con pérdidas superiores: entre el 9% y el 12%. Sino porque la prima de riesgo que debe pagar el sector público español para colocar deuda en los mercados superó el viernes los 260 puntos básicos, con un tipo de interés de la deuda a 10 años por encima del 5%. Y esa prima de riesgo, no lo olviden, se traslada también a la deuda privada. Por ello, si en algún momento tenía sentido que el presidente se sentara con representantes empresariales era ayer.

Intuyo que la reunión tuvo un contenido más severo para el presidente que lo que se ha filtrado; más en la línea del manifiesto dirigido a la corona encabezado por Eduardo Serra, exministro de Defensa. Y estoy convencido que insistieron a Zapatero sobre la imperiosa necesidad de que su Ejecutivo acelere y profundice la política de reformas, en línea con el comisario Almunia, que ha señalado que los mercados tienen dudas sobre la determinación de España en la aplicación de medidas ya anunciadas. Por ello, no sorprende que el presidente haya salido de la reunión reafirmando la decisión de avanzar en reformas esbozadas anteriormente: pensiones, energética o laboral, probablemente con contenidos más severos que los que se intuían hace poco, más en consonancia con lo decidido la semana pasada por Irlanda.

Además de las inquietudes y propuestas que ayer pudieran poner de manifiesto los grandes empresarios, no olvide el lector las presiones que organismos europeos, y de fuera de Europa, deben estar ejerciendo sobre el Gobierno. Porque lo que está encima de la mesa es, ni más ni menos, el futuro del euro. Y este pasa, para bien o para mal y en una medida no menor, por Madrid. Así lo ha reconocido el influyente semanario británico The Economist. Y ello porque los problemas de Grecia, Irlanda y Portugal son digeribles, en gran parte, con los recursos del fondo de estabilidad diseñado en mayo. Todos estos países juntos no representan más del 6% del PIB del área del euro. España sola, en cambio, se sitúa en el entorno del 12%.

Es cierto, como ha destacado el Gobierno, que nuestra deuda pública se sitúa 20 puntos por debajo de la media de la Unión Europea, en el entorno del 60%. Y que nuestro sector público, hasta el inicio de la crisis, se comportó correctamente, siguiendo a pies juntillas el Pacto de Estabilidad: entre el 2005 y el 2007 las cuentas públicas arrojaron superávit, por vez primera desde 1976, y el endeudamiento total alcanzaba escasamente el 35% del PIB, uno de los más bajos entre los países avanzados. Pero también lo es, y ahí dudo que los representantes empresariales insistieran mucho, que nuestros problemas proceden inicialmente del excesivo endeudamiento privado, de familias y empresas, financieras y no financieras.

Anticiparse

En esta tesitura, ¿qué nos espera? Dado el casi universal consenso acerca de la necesidad de reconducir las finanzas públicas a un déficit por debajo del 3% en el 2014, estoy convencido que, caiga quien caiga, ese objetivo se va a alcanzar. Y no me sorprendería que fuera más pronto que tarde. Además, las reformas estructurales que pide Bruselas se van a acelerar y profundizar. Inicialmente, el impacto de todas esas medidas va a dilatar el lento proceso de salida de la crisis. Pero España, como cualquier familia endeudada, ha de pagar sus deudas. Aunque ello implique rebajar el nivel de vida del país. Grecia e Irlanda han marcado el camino. Portugal les sigue. España debe anticiparse a sus problemas.