Análisis

El G-20 o la vuelta al qué hay de lo mío

José Antonio Bueno

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Las reuniones del G-20 pasaron a primera línea de la actualidad en otoño del 2008 tras la quiebra de Lehman Brothers. En esos días, literalmente todo el mundo se conjuró para evitar el colapso del sistema financiero. Pero, una vez resuelta esa crisis, la efectividad de los organismos multilaterales vuelve a ser la de siempre, escasa.

No podemos olvidar que una reunión de 20 jefes de Gobierno (o veintitantos, pues la Unión Europea necesita más de un representante en toda reunión, lo que subraya su debilidad estructural) solo es una reunión de mandatarios que, ante todo, tienen que dar cuenta a sus administrados, en su mayoría electores, aunque lamentablemente no todos los países del G-20 son democracias.

La actual reunión en la capital de Corea del Sur cierra un ciclo de encuentros preparatorios (hasta ocho) a lo largo del año y su resultado es un buen indicador de latemperatura económicadel mundo. Ahora, cuando la percepción del peligro de colapso es menor, cada país vuelve a barrer para su casa. Así, hay quien apuesta por limitar el desequilibrio comercial en un +/-4% (Estados Unidos), mientras que otros, los que exportan (Alemania y China), dicen que ni hablar.

Temas ausentes

Por otro lado, Europa se queja de las medidas prodevaluación del dólar(quantitative easing)y China se suma al carro para evitar que se hable de la necesaria revaluación del yuan. De la regulación de las casas derating y de loshedge funds(fondos especulativos), auténticas armas de destrucción masiva de los mercados, parece que nos olvidamos, lo mismo que de la regulación contra la especulación destructiva (por ejemplo, compras a crédito en bolsa para hacer bajar las acciones).

Aparecen, eso sí, ecos de regulación bancaria, si bien quien tiene que hacerla, el Comité de Supervisores de Basilea, ya lo tiene más que claro, por lo que este punto es más de forma que de fondo. Basilea III se decidió en la ciudad suiza y en Seúl, como mucho, se adornará.

Lamentablemente, no se tratará sobre qué hacer con el crecimiento de la deuda global de los estados, la estructuración de nuevas áreas monetarias, la recolonización de Africa por China, el desequilibrio de la representación de las áreas emergentes en organismos multilaterales, el desempleo en Occidente, los flujos migratorios, el futuro de la energía… El largo plazo todavía no cabe en estas reuniones ni siquiera para adornar.

En resumen, todo apunta a una reunión con pocos resultados prácticos, ni más ni menos que lo que ocurría antes del estallido de la crisis. Esta vuelta a lanormalidades frustrante. El mundo ha demostrado su capacidad de coordinación en momentos de excepcionalidad, lo cual es un gran paso hacia delante, pero también ha vuelto a mostrar su incapacidad para avanzar coordinadamente sin necesidad de amenazas tangibles, pues los intereses particulares priman frente a los globales.

Quienes esperan un acuerdo cambiarioa lo Bretton Woodsparece que tendrán que esperar a que nos encontremos de nuevo al borde del abismo, algo que puede que vuelva a ocurrir en meses más que en años, como sigamos pensando que la multilateralidad solo debe funcionar en casos de emergencia.