Claridad

El real decreto ley 10/2010, de 16 de junio, está aprobado, publicado y cuestionado. Algo cambia y nada arregla. Las normas bien hechas enmarcan las actividades que regulan, se conocen, se aplican y perduran. Por el contrario, lo que se hace con presunción de efímero, lo que es complejo y genera distintas soluciones para situaciones similares, es visto con recelo, frena las actividades y decisiones que pretende organizar, nace con descrédito y no está a la altura de la metas que persigue.

La producción de bienes y servicios requiere esfuerzo continuo para atender a los clientes, exceder sus expectativas y superar las ofertas de la competencia. El acopio de medios de producción e información, la diligencia en el servicio, en la gestión, en la financiación y en el cobro se añaden al cumplimiento de centenares de normas y al pago de tasas, licencias e impuestos. Lo anterior importa, pero lo más delicado es la gestión de las personas, la organización de la actividad, la formación de colaboradores, su motivación y la productividad. Las incidencias cotidianas añaden dispersión y absorben parte de un tiempo que es escaso y difícil de compartir con una creciente carga regulatoria. Más aún en España que es un país de pymes.

Algunas veces con cinismo y otras con reverencia se dice que las personas son el capital más preciado. Lo cierto es que sin ellas la actividad empresarial es imposible, pero no basta con tenerlas en nómina. Si las decisiones de contratar son complejas y si hay temor al coste y complejidad de rescindir una relación laboral, esa barrera de salida actúa como barrera de entrada que frena la contratación y el crecimiento. La mejor aportación a la creación de empleo y su estabilidad es una norma clara y de interpretación previsible, mientras que una regulación transitoria y que deja abiertas interpretaciones contrapuestas sobre temas básicos inhibe la toma de decisiones. Por difícil que sea la rotura de prejuicios y la presión de quienes ostentan privilegios impropios, la necesidad apremia porque el paro es insostenible tanto desde el punto de vista económico, como desde un enfoque ético. La rapidez y la claridad han de ir juntas.