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Impuestos

RAMON SALABERT

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La crisis sigue haciendo estragos, el ataque que ha padecido la eurozona en la última semana ha mostrado la vulnerabilidad a la que está sometido el euro, debido a la enorme deuda que asumen sus estados miembros. Ello ha motivado los ajustes que están aplicando con urgencia todos los países, con el objetivo de conseguir que el déficit público no supere el 3% anual.

Los problemas que padecemos están interrelacionados y se retroalimentan, pero proceden de causas distintas y no tienen idéntica solución, además su impacto tiene diferentes consecuencias según el contexto territorial que analicemos. La Unión Europea no es homogénea aunque lo sea su moneda, por ello es tan importante reforzar las estructuras políticas comunitarias para que ejerzan un liderazgo consensuado con los estados miembros, de modo que protejamos al euro, pero también incentivemos el crecimiento económico en todos los territorios. Hay que recuperar la senda de crecimiento en la UE, pero este debe ser compensado, de lo contrario el riesgo de romper Europa es muy alto.

Analizando España, se agudizan los puntos críticos que impiden un despegue de la economía: excesivo endeudamiento de familias y empresas, la financiación del sector privado seguirá siendo limitada, la pesada losa del déficit público y la lentitud en la creación de empleo. La receta adoptada, contención del gasto, ajustes drásticos y reformas estructurales es un buen camino además de un baño de realismo, aunque faltan estímulos contundentes para reactivar la demanda interna y la inversión productiva. Los ingresos públicos deben aumentar pero vinculados a crecimientos del PIB, accionar la palanca de subir tipos impositivos en el tramo de rentas del trabajo (IRPF) estéticamente puede sonar bien pero las consecuencias serán peores que el remedio, se contraerá más el consumo, se instalará la psicosis del efecto pobreza y se rompe la equidad fiscal.

Solo añadir, una vez más, que es imprescindible articular un mercado de trabajo acorde con la realidad socioeconómica del siglo XXI, cualquier vacilación en este terreno ahogará la posibilidad de generar ocupación.