ZONA FRANCA

Ajustes

RAMON Salabert

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Tarde, muy tarde, aunque reiteradamente reclamados, han llegado los ajustes, con un plus de dureza proporcional al retraso en adoptarlos y a los dispendios producidos mientras se creía que generando déficit se reactivaría la economía. Perdidos en nuestro ombligo con los Gurtel, Malaya, Pretoria, dilapidar el espíritu de convivencia alcanzado en la Constitución cercenando un Estatut, o dando un espectáculo mundial criminalizando a un juez que pretendía reparar una injusticia; tal vez, por todo ello, no nos hemos enterado de que los mercados financieros piensan y actúan en global, mientras los gobiernos lo hacen en local.

En este contexto hay especulaciones sobre si tiene futuro mantener la zona euro o, por el contrario, sería más fácil la recuperación económica si los países de la eurozona recuperaran su autonomía para adoptar políticas monetarias y fiscales. El precio que se pagó para establecer una Unión Monetaria era una pérdida de soberanía nacional, preludio de transito para la construcción de unos Estados Unidos Europeos, con la suficiente fortaleza política para compensar la hegemónica presencia de EEUU y de los emergentes países asiáticos.

La diletancia de los gobiernos, la ausencia de liderazgo político y la abrupta y severa crisis mundial, han puesto en evidencia que no es posible una Unión Monetaria si no se consolida una Unión Política para que la eurozona avance en competitividad y productividad. Como ejemplo, destacar el último informe anual de la Comisión Europea que manifiesta que, desde 1998, España ha perdido un 33% de competitividad, mientras que Alemania ha ganado un 13%; es decir, España debería devaluar el 33% su moneda para estar igual que en 1998.

La imposibilidad de devaluar es la que propicia la dureza de los ajustes en el gasto para compensar nuestro retroceso en competitividad, de modo que nos endeudamos para compensar lo que somos incapaces de ingresar. La urgencia del momento ha obligado a hacer unos ajustes contables, es decir, recortar gastos, pero es imprescindible una estrategia política decidida que pasa por más Europa y más medidas de apoyo a la competitividad.