Maíz con patente

Apostó por las máquinas de 'popcorn', que fabrica en Sant Fruitós desde hace 20 años y, a partir de este año, en Canadá

MANEL TORREJÓN / BARCELONA

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Se ha diversificado hacia la

máquina para hostelería y hogar.

Sus máquinas se instalan en centros de ocio y zonas turísticas

Exadicto a deportes de riesgo.

Que inventen ellos, dijo Unamuno. España solo registró 972 patentes en el 2005, según la Oficina Europea de Patentes (OEP). Pero el dato es para echarse a temblar cuando los expertos dicen que Alemania, con 23.789 patentes y reina de la clasificación, tiene aún mucho que aprender de los estadounidenses, auténticos cracks en pasar de la patente, del invento, a un producto con gancho en el mercado, que eso es al final lo que cuenta. Carles Galcerán, un industrial hecho a sí mismo, de 53 años, que ha puesto su rúbrica a 30 patentes, maldice el apego español al ladrillo, ese atavismo al hormigón que retrató Bigas Luna con el Javier Bardem arribista de Huevos de Oro y que hoy llena de escándalos la prensa. "Se nos están yendo los ingenieros", denuncia Galcerán, quien, aun sin titulación superior en la materia, se siente del gremio desde que, de chiquillo, se curtió en la instalación de equipos de aire condicionado.

La suya es una de esas historias tan americanas del empresario luchador que sí, se cae, pero se vuelve a levantar. "Me arruiné dos veces", confiesa. Se estrenó como botones de una aseguradora; instaló equipos de clima por cuenta ajena, primero, y por cuenta propia, después; importó las placas japonesas con las que él mismo ensamblaba unas primitivas máquinas de videojuegos para salones recreativos... Hasta el presente, cuando es conocido en el mundillo del vénding por sus máquinas de palomitas, de las que su empresa, Tecnologías Aplicadas del Maíz, ha instalado unas 20.000.

"¿Por qué palomitas? Pues porque, tras abandonar el sector del videojuego, buscaba una máquina única, sin competencia". Pura casualidad que fuese un irremediable cinéfilo, aunque no de los pedantes: "Soy un fan de la ciencia ficción. Me encanta Star Wars 3".

Dice que su patente con más valor es la que protege la tecnología con la que inyecta --literalmente-- sabores a las palomitas, "sin necesidad de usar grasas saturadas". Para dar con esa técnica contó en el 2005 con un crédito de 245.000 euros del Ministerio de Industria. "Este año abordaré el mercado norteamericano de las palomitas de microondas con la instalación de una fábrica en Toronto, en Canadá, con un socio del país". Cree que los americanos que se apalancan en el sofá con un bol en el regazo apreciarán que el maíz sea, "por fin", saludable.

Nadie pone en duda su predisposición a la aventura. La tiene por carácter: hasta que se operó una vértebra hace cuatro años, practicaba puenting, parapente, escalada, surf y submarinismo. "¿Ahora? Natación y golf". En el terreno empresarial también le va la aventura. Lo demostró al ser de los pioneros de los videojuegos. Su fábrica en Cornellà daba empleo a 80 personas y produjo 10.000 consolas para bares y salones, y 7.000 tragaperras: "Mi fallo fue no hacerme operador". Pero no perdió el apetito por los retos: "Cuando me puse a fabricar máquinas de palomitas, vendía muchas, pero el maíz salía soso, lo que era un freno". Se metió en el laboratorio durante cuatro años --"ese tiempo me gané la vida con la importación para tiendas de todo a 100"-- para que el maíz estuviese en su punto.