Carmen Amaya, a todo color

La primera foto en color de la icónica bailaora la publica 'Dominical' en un reportaje sobre el nuevo rumbo de El Tablao de Carmen

La primera foto de Carmen Amaya a color que ve la luz.

La primera foto de Carmen Amaya a color que ve la luz. / EL PERIÓDICO

NÚRIA MARTORELL

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Carmen Amaya partió demasiado pronto. Tenía solo 45 años cuando una insuficiencia renal puso fin a una vida y a un arte que siguen quizás sin el reconocimiento y el reposo que se merecen (tenía riñones de niña y bailar le salvó de una muerte aún más prematura). Sunchi Echegaray, la viuda de Juan Antonio Agüero, el que fuera también marido de la icónica bailaora, ha decidido que las riendas de El Tablao de Carmen pasen a la hija de ambos, Mimo Agüero. El establecimiento, ubicado en el lugar donde Carmen Amaya bailó con 12 años ante el rey Alfonso XIII durante la inauguración del Poble Espanyol en 1929 (dentro de los actos de la Exposición Universal), se arranca por alegrías esta primavera. Florecen ideas e iniciativas. Algunas están ya en marcha. Otras, son aún semillas y dependen de próximas negociaciones, como la del futuro Museo Carmen Amaya.

Truncado un primer intento en Begur, Costa Brava (donde falleció la artista), el objetivo es abrirlo a pocos metros del tablao, en el mismo recinto. Y así por fin podrán exponerse al público muchas de las fotografías que Sunchi guarda en un valioso baúl. Algunas son totalmente inéditas y ven la luz en este reportaje, como esta primera en la que aparece con un vestido de faralaes de encajes y de tonos pastel.

Nunca antes se había visto una imagen de Carmen Amaya en color. Solo en la película mexicana 'Música en la noche' se puede ver de qué colores vestía La Capitana. Además, muy poca gente ha podido visionar este filme de 1958 coloreado (la versión que circula en internet es en blanco y negro). El palo que en él bailaba Carmen es una alegría. Con pantalones (en tono crudo, como el chaleco, que contrasta con la camisa, fucsia fuerte). En el zapateado final exhibe su característica fuerza, ritmo preciso, velocidad de vértigo, intensidad, embrujo.

Fue en 1951 cuando Juan Antonio Agüero y Carmen Amaya se casaron, en la iglesia de Santa Mònica (en plenas Ramblas), a las 7.30 de la mañana. El cántabro payo era mucho más joven que la bailaora gitana del Somorrostro. Y se conocieron cuando él entró a formar parte de su compañía, como tocaor.  

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"Nos gustaría que el museo tuviera un apartado audiovisual y objetos como la guitarra de Juan Antonio, una joya del legendario guitarrero Santos Hernández del año 29, con su funda original, el pañuelo que Carmen le bordó a su suegra, mapas que guardaban con los itinerarios de sus giras... Todo el material lo cedería a la ciudad", adelanta Echegaray. Muchas de las pertenencias de Carmen Amaya desaparecieron de su casa, cuerpo presente. "No te puedes ni imaginar lo que pasó el día de su muerte. Los gitanos que fueron a visitarla se lo llevon casi todo: trajes, muebles, maletas enteras. La desvalijaron. Y Juan Antonio nunca más quiso volver ahí. Las pocas cosas que aún guardo las tengo gracias a Juan Manuel López Jordán [conocido como Hermano Perro], el argentino que fue su representante, y que recuperó unas pocas".

La directriz que Echegaray ha dado a su hija es que respete la esencia de la autenticidad del tablao. "Somos como una burbuja que ha sobrevivido décadas apostando por un flamenco inalterable. Un flamenco que al extranjero le puede parecer duro, difícil. Pero no concebimos los espectáculos para que les gusten a ellos". Mimo Agüero, licenciada en Ciencias de la Información, explica que su objetivo es que "el flamenco se admire, se conserve. Que se respete y se pueda vivir de cerca. Y que le llegue a la gente no tanto como un espectáculo, sino como una revelación de una parte de nuestra sociedad, de nuestra cultura y de nuestra civilización". 

Para esta primavera cuentan con un cuadro artístico "cuya originalidad es la mezcla de unas bailaoras muy jóvenes, Isabel Santiago y Noemí Ferrer, apoyadas por la dirección artística de Manuel Jiménez Bartolo, que se une a ellas y alterna su baile con cantes inesperados". Al toque están José Andrés Cortés y Carlos El Arenque, y al cante Juaneque (Juan Fernández) y Laura Santos. "Nuestro lema es la improvisación. Y que se mantenga un ambiente flamenco, de interacción espontánea y única, cada noche, cada minuto".

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Mimo planea organizar "una semana de la moda flamenca, con desfiles". Recuerda que existe el día del espectador (el jueves). Anuncia una cata de vinos de Jerez con espectáculo para el sábado 26 de marzo, al mediodía. Explica que otro reclamo es "el vermutito flamenco en el Patio de Carmen". Sin olvidar la nueva oferta gastronómica, que delega en el tabernero Juanjo Martínez: "La cocina mantiene este concepto de autenticidad del tablao", subraya, dicharachero. "Traemos las recetas flamencas para que, en la medida de lo posible, quien venga se lleve una experiencia global de la cultura del flamenco". Como el establecimiento cuenta con diferentes ambientes, "las freidurías, acojonantes", se sirven en la rebautizada Freiduría Tío Pepe.

"El patio es el lugar ideal para degustar unas buenas chacinas y quesos, a cielo abierto. Y en el tablao se puede disfrutar del flamenco más puro maridado con guisos tradicionales, como el típico rabo de toro". Ni en el escenario ni en las mesas se apuesta por "lo superfluo" ni la "oferta turisteada". "Mi familia viene de Almería, y me impregné de esta gastronomía desde niño. Teníamos un bar de barrio en el que comíamos del puchero arroz con habichuelas, potaje de hinojo, migas...". 

Sunchi Echegaray huye de la prensa siempre que puede. No le gusta ser foco de atención. Pero a raíz del nuevo rumbo que toma el tablao, se deja hasta fotografiar. Conoció a Carmen Amaya antes que a su marido, con solo 7 añitos. "Cuando se lo conté a Juan Antonio, se quedó muerto: no me creía". Le fue fácil demostrárselo. Guarda como oro en paño un librito que le regalaron en su comunión. "Cuando me lo dieron, le pregunté a mi madre: ‘¿Qué es esto?’. Y me dijo: ‘Cuando conozcas a alguien que te parezca importante, haz que te escriba una dedicatoria’. Solo están las de Carmen Amaya y Manolo Caracol". Consiguió la firma de Carmen gracias a su profesora de baile, Concha Borrull, que se la llevó a verla actuar y luego al camerino "cuando Amaya hizo su primera actuación en España después de la guerra civil", explica.  

A Juan Antonio Agüero lo conoció en la costa brava, cuando fue a ver un espectáculo al aire libre de su admirada 

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Carmen. "En el momento en que estaba él solo en el escenario, afinando, se me escapó el dogo enorme negro que tenía y se subió a la tarima. ‘¿De quién es este perro?’, preguntó. Dejó de tocar, cogió al perro, me lo devolvió y riendo me dijo: ‘Átalo’. Congo (así se llamaba) murió el mismo día que Carmen Amaya", recuerda, estremecida. "Ya éramos amigos los tres cuando Juan Antonio supo que a Carmen le quedaba poco tiempo de vida. Él ya quería hacerle un tablao a ella, para que se ocupara de llevarlo y descansara de bailar. Así que estaba muy contento de que yo acabara montándolo. Para él fue muy importante. Y entrañable. Era la manera de mantener la memoria de Carmen. De completar el rompecabezas".