Mark Ruffalo: "Sufrí un tumor cerebral y pensé que se acababa mi carrera"

Encarna en 'Spotlight' a uno de los reporteros que destapó el escándalo de pederastia que la archidiócesis de Boston intentó ocultar. "Cuando funciona, el periodismo salva vidas"

Mark Ruffalo  Backstage  November 12  2014

Mark Ruffalo Backstage November 12 2014 / periodico

NANDO SALVÀ

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Sentarse a hablar con Mark Ruffalo (Kenosha, Wisconsin, 1967) es un placer. Porque se trata de uno de esos actores raros que se enfrentan a la prensa sin máscaras ni escudos, y que lo hacen no —o no solo— con la intención de vender entradas de cine sino para adentrarse en terrenos espinosos. Es de hecho el tipo de actitud que ofrece en la pantalla: sus personajes derrochan naturalidad y, a la vez, dan la sensación de tener en su interior algo no resuelto que los devora; de tener, en otras palabras, vida.

Su presencia en escena ha sido uno de los grandes alicientes de títulos como 'Zodiac' (2007), 'Los chicos están bien' (2010), 'Shutter island' (2010) y 'Foxcatcher' (2014) –por este último título fue nominado al Oscar– y vuelve a serlo en 'Spotlight', que se estrena el 29 de enero. La película recrea fielmente la investigación que un equipo de reporteros del 'Boston Globe' –el 'Spotlight' (foco de atención) del título– llevó a cabo durante el 2002 y fruto de la cual oficialmente 159 sacerdotes y diáconos de la archidiócesis de Boston fueron acusados de abusos sexuales a menores cometidos durante los últimos 60 años. Los periodistas ganaron por este trabajo el premio Pulitzer

Tras dar vida a un periodista en ‘Spotlight’, ¿concede entrevistas con otra actitud? Lo cierto es que siempre he respetado mucho a la prensa, pero en todo caso me impresionó lo entregados que son los reporteros de investigación, cómo ponen sus vidas al servicio de la búsqueda de la verdad y logran, a fuerza de disciplina e integridad, que la pasión no les nuble la razón. Cuando funciona, el periodismo salva vidas, y es una herramienta esencial para la democracia y contra la tiranía. En ese sentido, 'Spotlight' nos recuerda por qué es importante que haya reporteros, bien pagados e independientes de las instituciones y del poder. 

Pero ya sabrá usted que la prensa escrita está en vías de extinción. Yo no diría tanto. Siempre necesitaremos información. Es cierto que la naturaleza de la prensa ha cambiado por completo. La profesión se ha digitalizado y eso supone un reto muy grande para quienes han consagrado su vida al periodismo de investigación y  deben reinventarse. La nefasta cobertura que los medios tradicionales de mi país ofrecieron en su día de la guerra de Irak significó el fin de una época. Nos fallaron, nos engañaron. Y lo que vivimos desde entonces es una nueva era que me parece muy esperanzadora y excitante. 

¿En qué sentido? Creo que las redes sociales están funcionando como herramienta esencial de democratización. Los tipos malos ya no tienen posibilidad de esconderse. Antes lo hacían centralizando la información, manteniéndola lejos de la gente o tergiversándola, pero ahora la porquería está saliendo a la superficie cada vez en mayores cantidades. Y eso puede asustarnos, pero  esa mierda siempre ha estado ahí, aunque ni la veíamos ni queríamos verla. Solo enfrentándonos a ella podemos madurar como sociedad.

Y es precisamente eso, sacar la porquería a flote, lo que hace ‘Spotlight’. En realidad, la tradición interpretativa de la que yo procedo tiene mucho de periodismo, de hurgar. De mis profesores aprendí que un actor debe estudiar y entender en qué mundo vive su personaje: conocer qué música escuchaba, cuál era la escena política, la cultura y la moda de su época. La mayoría de mis días como actor me los he pasado leyendo libros, investigando, más que estudiando los diálogos.

"La Iglesia católica está hoy más preparada que nunca para asumir la responsabilidad por los crímenes cometidos"

¿Qué impacto social espera que tenga este filme? Es el momento perfecto para una película como 'Spotlight', que puede ayudar a todas esas víctimas a encontrar justicia. Estamos hablando de niños que fueron violados, y la Iglesia católica lo encubrió. La responsabilidad, en este caso, se extiende no solo hasta el Vaticano, sino que también salpica a policías, representantes políticos, periodistas y familias influyentes de Boston. Todos ellos cerraron los ojos ante lo que estaba pasando. Cuando esta historia salió a la luz, el mundo tenía puesta la mirada en los atentados del 11-S. Quedó pendiente un debate y ya va siendo hora de tenerlo. 

Probablemente la presencia del papa Francisco en el Vaticano resulte de ayuda en ese sentido. Por supuesto. En la actualidad la Iglesia está más preparada que nunca para asumir la responsabilidad por los crímenes cometidos contra tantas y tantas personas. No hablo solo de las víctimas directas de los abusos, que vieron sus vidas destruidas, sino también de toda la gente que ha perdido la fe y se encuentra desamparada frente al caos de este mundo. Creo que, además, enfrentarse en serio a este asunto también permitiría recuperar la credibilidad de una institución que ha significado tanto para la gente durante tantos siglos. 

¿Qué relación tiene usted con la Iglesia? Fui bautizado, fui a una escuela católica y mis recuerdos no son precisamente buenos. Las monjas fueron muy crueles conmigo a causa de mi dislexia, así que desde niño fui consciente de la contradicción que existía entre el amor y la justicia social promulgados por Cristo y el trato que yo sufría y del que era testigo. Está claro que la religión usa sus enseñanzas como arma para transmitir ideologías y sostener estructuras de poder político, y eso es inaceptable. Por eso perdí la fe en la institución pronto y nunca la he recuperado, ni siquiera en los momentos más duros de mi vida.

¿Se refiere al tumor cerebral? Por ejemplo.

¿Qué recuerda de aquel episodio? Fue en el 2001. Mi hijo Keen acababa de nacer. Unas semanas después, tuve una pesadilla terrible en la que me informaban de que tenía un tumor. Fue un sueño tan real que me asusté  y fui a ver a un médico. Los análisis demostraron que, en efecto, tenía un tumor. Por fortuna, resultó ser benigno. Aun así, me sometí a una operación larguísima que me dejó la cara paralizada durante un año. Pensé que mi carrera estaba acabada.   

¿Cómo le cambia la vida a las personas algo así? En Occidente nos negamos a pensar en la muerte hasta que te sucede algo así, y entonces comprendemos que nuestro tiempo es limitado. Comprenderlo te da fuerzas para vivir, y hacerlo a tu manera y sin miedo. Tras la enfermedad, decidí que tenía que hacer todo lo posible para explotar mi potencial, y me di cuenta de que el único responsable para lograrlo era yo. Todos deberíamos tomar las riendas de nuestas vidas. Porque mientras no lo hagamos, seguimos expuestos a que casos como el que denuncia 'Spotlight' sigan sucediendo. No deberíamos permitir que las instituciones decidan por nosotros quiénes somos. Lo que convierte a la Iglesia en un peligro es que demasiada gente deposita en ella todo su poder de pensamiento crítico. Nos volvemos esclavos de un ideal y eso nos hace ciegos, voluntariamente ciegos. 

Y eso sirve para explicar tanto los abusos sexuales de Boston como el Daesh. En efecto. Me interesa muchísimo el fenómeno del integrismo islamista, saber por qué unos chavales se ven empujados a alistarse en el Daesh. Quizás en parte tenga que ver con el hecho de que viven en un mundo caótico, sin esperanza, y de repente alguien les ofrece orden, una casa, un lugar al que pertenecer y un sentimiento de unidad. Y para ellos eso es la promesa de una vida que no tienen. La radicalización, en última instancia, es un problema de pensamiento grupal, de dejar que los demás piensen por ti.

Y ¿cómo se explica que alguien comprometido como usted acepte interpretar a Hulk en la saga ‘Los vengadores’? Porque es divertido y es un personaje interesante. Pero, sobre todo, porque todos en Hollywood jugamos a un juego: debes hacer películas que funcionen comercialmente para luego hacer otras que te estimulen intelectualmente. Mi miedo es que cada vez menos gente está dispuesta a ver nada que no sean películas de superhéroes. La gente no tiene ni idea de quién soy. Salgo a la calle y lo único que hacen es gritarme: “¡Huuuulk!”. Es inquietante.

Seguro que la inquietud se le hace más llevadera cuando revisa la cuenta bancaria. Que conste que 'Los vengadores' no me han dado tanto dinero como a algunos de mis compañeros de reparto. Y vaya por delante que Robert Downey Jr. merece cada millón que le han pagado. Lo que mucha gente no sabe es que, para tener mucho dinero, un actor tiene que ganar cantidades industriales. Nos guste o no, alrededor de cada uno de nosotros hay montado un negocio. En mi casa no entra más de una quinta parte de lo que gano. Pero reconozco que siento algo de culpa en este sentido. Quizá por eso intento usar el dinero de forma sensata. Ha sido un placer poder destinar parte de lo que gano a ayudar a mi familia, y a la gente en general. 

¿Ha contribuido el dinero a su felicidad? Solo por lo que acabo de decir. Antes de lograr cierto éxito profesional, trabajé 10 años tras una barra de un bar y acudí en balde a casi un millar de audiciones, e incluso dejé la profesión un tiempo para trabajar como pintor con mi padre, y no fui menos feliz que ahora. Me siento muy afortunado por ser capaz de conformarme con cosas aparentemente sencillas para ser feliz: dar un paseo por el parque, hacer reír a mi hijo o hacer el amor con mi esposa, por ejemplo. Y, por supuesto, sentirme humanitariamente útil me ha proporcionado grandes cantidades de felicidad. 

Participa en grupos de presión por la energía renovable y en organizaciones contra la práctica del ‘fracking’, el método para la extracción subterránea de gas natural. Marchó además con los manifestantes de Occupy Wall Street. Para un actor, ¿la militancia es una responsabilidad? La gente busca en nosotros modelos de conducta. Si he logrado una vida privilegiada es por todos los que van al cine a verme. Ellos esperan algo de mí. Y debo devolver lo que me han dado. Cuando visito a alguien que fue envenenado a causa del 'fracking' y al que en su día nadie hizo caso, sé que la prensa va a estar presente y que su caso recibirá la visibilidad que merece. Y eso, se mire como se mire, está bien.