El fin de la humanidad

José Carlos Somoza, considerado uno de los dignificadores de la ciencia ficción española, pone en jaque a la raza humana en su última novela: 'Croatoan'

J.C. Somoza

J.C. Somoza / periodico

IMMA MUÑOZ /BARCELONA

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Todo empezó cuando un gorila le miró a los ojos. Estaba José Carlos Somoza (La Habana, 1959) en el zoo con su hijo cuando el primate, en su jaula de cristal, se acercó al vidrio acorazado y le miró. Directamente. “Era alguien como yo. Estábamos ahí, observándonos el uno al otro. Teníamos cada uno nuestra forma de pensar y nuestra forma de ser, pero éramos dos criaturas en un planeta donde hay miles de millones de seres desarrollándose y evolucionando. Ahí surgió la necesidad de escribir una novela en la que los seres humanos se comportaran como animales”.

Eso es lo que ocurre en 'Croatoan': riadas de humanos se embarcan en una travesía sin más sentido aparente que avanzar y devorar y fundirse en un amasijo de brazos y piernas y torsos y cabezas y tierra y gusanos y empuje sin conciencia. Como la gran migración de las aves, o como una plaga de langostas, pero con tintes dantescos. Al tiempo, animales de diferentes especies mueren por inexplicables comportamientos suicidas. Y la única clave con la que cuentan los protagonistas, capitaneados por una etóloga, para explicarse qué está pasando y ponerse a salvo es la cadena de pistas dejadas por el mentor de la científica, que se quitó la vida dos años antes. 

UNA DESAPARICIÓN INEXPLICABLE

La primera de ellas, una palabra inquietante, 'Croatoan', que remite a una leyenda no menos angustiosa: en 1590, toda la población de una de las colonias británicas en el Nuevo Mundo, Roanoke, desapareció. Sin más. Los habitantes se volatilizaron, dejando mesas servidas, ropa tendida, coladas a medio hacer. “Como si se hubiesen marchado un momentito para volver enseguida y no hubieran regresado jamás”. En uno de los árboles del poblado, la inscripción: 'Croatoan'. ¿Realidad o ficción?

“Esa historia es cierta, no es fruto de mi imaginación. Un misterio digno de 'Cuarto Milenio', de esos que siempre han atraído el interés y la curiosidad de la gente. Hay quien explica estos hechos como abducciones extraterrestres o sucesos paranormales. Yo no soy muy dado a creer esas interpretaciones, pero uno se pregunta: ¿qué razón pudieron tener para marcharse así?”, explica Somoza. 

Ahí es donde le sale a este cubano de nacimiento, pero afincado desde muy niño en Madrid, donde vive con su mujer y sus dos hijos, una doble deformación profesional: la del psiquiatra que nunca fue y la del escritor que es. “Estudié Psiquiatría, pero la ejercí muy poco, porque enseguida quise dedicarme a escribir a tiempo completo. Aun así, uno no puede dejar atrás con facilidad lo que ha estudiado tanto tiempo. Siempre he tenido un gran interés por la mente, por la conducta, y no puedo evitar ver a las personas de un modo distinto a como lo haría un profesional de otro ámbito”. Ese psiquiatra que no fue recrea personajes capaces de convivir con la racionalidad y la irracionalidad. El escritor que es no se resiste a imaginar teorías y mundos en los que encajan todas esas conductas. 

ESPECIE "PRESCINDIBLE"

Somoza está considerado uno de los grandes dignificadores del género de la ciencia ficción en España, aunque él insiste en que sus libros son difíciles de clasificar. 'Croatoan' es una prueba de ello: lo que arranca como una novela de zombis (o de alguna subespecie de estas criaturas de moda) deviene en novela filosófica en el mejor de los sentidos: yendo a la esencia del ser humano y su relación con lo que lo rodea. “Me parecía muy interesante aplicar conductas animales, como la migración, a los hombres, que vamos tan contentos por el mundo pensando que hacemos lo que queremos, que actuamos según nuestro libre albedrío, con libertad”, argumenta.

Baño de humildad para una especie que, dice el autor, “es prescindible”. “Creo que ya estaba saturado de esas historias en las que el ser humano, por maldad, perjudica al planeta, al prójimo... Nos echamos mucho la culpa porque nos sentimos muy importantes, creemos que somos decisivos para todo. Y 'Croatoan' nació con la idea de demostrar que no lo somos en absoluto, que, somos prescindibles: una criatura más en un planeta en el que, de pronto, la naturaleza puede decidir tomar un rumbo distinto”. Y borrarnos de un plumazo. Inquietante.

PASIÓN CON PREMIO(S)

“Es que los libros nunca, nunca, nunca jamás han sido para relajarse. Los libros deberían activarnos, ponernos en guardia, alterados, a veces hasta agresivos... ¿Qué es eso de recurrir a un libro ‘para coger el sueño’? Los libros no son hipnóticos, para eso están las pastillas. Un libro es para leerlo aferrado a él como si te fuera la vida en ello”. La pasión que le llevó a renunciar a una carrera por escribirlo. “Fue una decisión dura. Pero me fue bien desde el primer momento. Retrospectivamente, puedo decir que valió la pena”.

Hagamos recuento: una veintena de novelas publicadas desde que debutó, en 1996, con 'Silencio de Blanca', ganadora del premio La Sonrisa Vertical, galardón al que siguieron otros como el Café Gijón en 1998, por 'La ventana pintada'; el Fernando Lara en el 2001 y el Hammett en el 2002, por 'Clara y la penumbra', y el Ciudad de Torrevieja en el 2007 por 'La llave del abismo'. Además, fue finalista del premio Nadal en el 2000 con 'Dafne desvanecida'. Y suma aún éxitos de público con obras como 'La caverna de las ideas''Zigzag' y 'La dama número 13', una novela que despertó el interés del cineasta Jaume Balagueró, aunque el proyecto no ha llegado a concretarse. “Ahora los tiempos son más duros que cuando me planteé embarcarme en esto. Pero, en cambio, la decisión es más fácil, porque ya no tengo elección: sea lo que sea, pase lo que pase, soy escritor”. 

MENSAJE ESPERANZADOR

Un escritor que se angustia cuando termina una obra, cuando le toca salir del mundo en el que ha permanecido meses inmerso. Que se siente terriblemente solo cuando al fin tiene que hacerlo. Que puede entender a la perfección el reto al que se enfrentan sus personajes: conservar la individualidad frente a la masa. “Hay muchas personas que creen que la masa es tranquilizadora. Al formar parte de un gran grupo ya sabes qué tienes que pensar, qué tienes que hacer, está todo claro. Estar solo frente a la masa, en cambio, es ansiógeno, pero es preferible esa clase de ansiedad a la tranquilidad de no ser nadie”. 

Y ahí es donde se rompe la conexión con el gorila del zoo. Donde llega la dualidad. “Parece que solo estamos en la Tierra para hacer lo mismo que hace cualquier otro animal: desarrollarnos, procrear, continuar la vida, pero por otro lado tenemos la gran capacidad de ser nosotros mismos, de reconocernos, cosa que otras criaturas no tienen. La autoconciencia es algo maravilloso y privilegiado. Y creo que [en un libro que no solo dinamita el sistema, sino la propia raza humana] ese es el mensaje esperanzador”.