Nikolaj Coster-Waldau: "Al leer el guion, no le vi ningún futuro a 'Juego de tronos'"

Conocido como Jaime Lannister en la serie 'Juego de tronos', este actor danés estrena la película 'Una segunda oportunidad'

NANDO SALVÀ

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Le hemos visto mantener relaciones incestuosas con su propia hermana, arrojar a un niño desde lo alto de una torre y aplastarle la cabeza a su primo con una piedra. Y, al hacerlo, demostraba qué efectos milagrosos tiene ese algo tan abstracto como el carisma, sobre todo cuando se combina con algo tan concreto como una cara bonita. Mientras exudaba en pantalla una mezcla de autoridad amenazante, pícara arrogancia y encanto bruto, Nikolaj Coster-Waldau (Rudkøbing, Dinamarca, 1970) ha revelado una capacidad única para enfurecer y encandilar a partes iguales.

"Nunca he considerado a Jaime un villano, al menos no en el sentido tradicional. Es un hombre complicado", dice acerca de Jaime Lannister, el personaje en cuya piel ha acumulado esos logros y que, todo sea dicho, últimamente ha demostrado haberse reformado bastante. Complicado, en todo caso, es el vecino que pone la música fuerte a altas horas; lo de Jaime es otra cosa. "Es cierto que ha cometido actos terribles, pero no es un psicópata –justifica–. Sus motivos siempre han sido nobles: apoyar a su familia y proteger al amor de su vida y a sus hijos".

"En 'Juego de tronos' ningún personaje está a salvo"

Considerando el modo en que ha penetrado en la cultura popular, es posible que a usted le baste leer el apellido Lannister para ponerse en situación. Es más: a menos que haya pasado los últimos cinco años en estado de coma profundo, nada más ver el rostro de Coster-Waldau habrá tenido claro por qué es uno de los actores más famosos del mundo: la teleserie Juego de tronos, el relato de las luchas épicas y sangrientas por el dominio de los siete reinos de Poniente que desde su estreno en el 2011, en plena era de las descargas ilegales, ha reventado audiencias en todo el mundo. "¿El motivo de su éxito? Yo solo sé por qué me engancha a mí: hace que, mientras estoy frente a la tele, de repente me ponga a gritar o me lleve las manos a la cabeza en señal de estupor –explica el galán danés–. Ningún personaje está a salvo. Hasta los más importantes pueden morir en cualquier momento".

'Juego de tronos', recordemos, es una fantasía medieval interpretada por políticos tiranos, reyes envenenados, heroicos guerreros, sádicos bastardos, fogosos dragones, sensuales hechiceras y abnegados eunucos enfrentados en encarnizadas luchas de poder e intrigas de alcoba. En otras palabras, una mezcla entre El señor de los anillos y Falcon Crest. "Cuando hace años les conté a mis amigos que había conseguido el papel, se rieron de mí. Hoy están fascinados, y tan sorprendidos como lo estoy yo mismo". Lógico: la mayoría de actores pasan su vida ansiando participar en una ficción de éxito, pero ni se atreven a soñar en una del tamaño y la relevancia cultural de Juego de tronos.

"La vida puede cambiar en cualquier momento. Tengo una carrera maravillosa y una familia a la que adoro, pero podría perderlo todo", lamenta en todo caso Coster-Waldau. Aunque, pónganse sus palabras en otro contexto, no en alusión a un miedo real sino para ilustrar la película que el próximo viernes lo trae a las pantallas españolas. En el sombrío drama Una segunda oportunidad, da vida a "un hombre que lo tiene todo, pero un día es golpeado por una tragedia familiar que lo aboca a decisiones morales terribles", resume.

"Tuve que filmar escenas muy, muy oscuras"

Rodada en dinamarca y dirigida por Susanne Bier, Una segunda oportunidad es la historia de un policía con mujer e hijo recién nacido cuya vida da un vuelco en el momento que irrumpe en la casa de una pareja de yonquis y descubre a un bebé en un armario. "Plantea cuestiones y dilemas muy vigentes. Nuestro sistema les quita sus hijos a aquellos padres que considera indeseables, a menudo sin verdadera justificación. ¿Cómo nos atrevemos a romper familias por el mero hecho de considerarnos mejores?", pregunta en voz alta.

Asegura que rodar Una segunda oportunidad en Dinamarca, donde vive con su mujer –Miss Groenlandia en 1990—y sus dos hijas adolescentes, es la experiencia psicológicamente más dura de toda su carrera. "Tuve que filmar escenas muy, muy oscuras, y no dejaba de pensar en mi propia familia. Un actor siempre echa mano del equipaje emocional personal".

De todas formas, le parece peligroso que un intérprete use su trabajo como terapia. "Nunca he entendido a esos actores que tienen problemas para salirse del papel. Si dejas que tu personaje se apodere de ti es que algo no te funciona bien ahí arriba".

La afirmación resulta curiosa en boca de un actor en su situación. Lleva años pululando por Hollywood en papeles secundarios de títulos como 'Black Hawk derribado' (2001), 'Enigma' (2001) y 'El reino de los cielos' (2005). Más recientemente, participó en el 'thriller' de ciencia ficción 'Oblivion' (2013), junto a Tom Cruise, y en la comedia romántica 'No hay dos sin tres' (2014), en la que le daba mala vida a Cameron Diaz.

Pero para el imaginario colectivo, Nikolaj Coster-Waldau es Jaime Lannister –o quizá más bien, al revés– y es poco probable que 'Gods of Egypt', la fantasía épica que estrenará el próximo año –"será que las armaduras y las espadas me favorecen", bromea— cambie ese hecho.

Las personas más felices del mundo

Dicho esto, su experiencia profesional suma dos décadas, de modo que nadie podría culparle por tomarse el éxito de Juego de tronos como una consecuencia lógica o la recompensa al trabajo bien hecho. Pero no. "¿Sabe por qué? Según los estudios, los daneses somos las personas más felices del mundo porque no esperamos nada de la vida, así que todo cuanto obtenemos es una grata sorpresa". Se trata de una actitud basada en la llamada Ley de Jante, filosofía vital muy popular en Escandinavia desde los años 30 según la cual "el éxito personal debe ser desalentado y la idea misma de individualidad es suprimible"

¿Cómo encaja el oficio de actor, en buena medida basado en el ego, en un sistema de valores como ese? A Coster-Waldau, en concreto, la vocación le surgió observando a Robert De Niro. "Tenía una copia de 'Érase una vez en América' (1984) en VHS y la usé tanto que acabó destrozada –recuerda–. Sentía una profunda conexión con esos gánsteres neoyorquinos".

En realidad no tenía motivos para ello. Creció en Tybjerg, un pueblo granjero a 80 kilómetros al sur de Copenhague donde viven unas 40 personas. Su madre era bibliotecaria y su padre, administrativo a tiempo parcial y alcohólico a tiempo completo. Se divorciaron cuando él tenía 6 años. Luego volvieron a casarse y a divorciarse otra vez después, "posiblemente para asegurarse de dejarme completamente traumatizado", recuerda.

Inventar álter egos y aventuras imposibles fue una vía de escape. "Casi siempre soñaba con marcar un golazo o con ligarme a la rubia más imponente del mundo. Lo típico". Los preceptos de Jante le hicieron mantener sus aspiraciones actorales en secreto. "Tenía miedo de convertirme en un hazmerreír". En todo caso, en su último año de instituto solicitó plaza en la escuela de Arte Dramático. "Cuando se lo conté a mi madre, tras ser aceptado, me miró como si le estuviera hablando en arameo".

El punto de inflexión

Las clases dieron resultado. Y a los 23 años protagonizó 'El vigilante nocturno' (1994), una intriga sobre un trabajador de la morgue que se ve envuelto en un asesinato. E inmediatamente se convirtió en una estrella en su país. "Reaccioné como un completo idiota –lamenta–. Pensé que ya había llegado a lo más alto y que todo sería pan comido". En cambio, durante los siguientes 15 años acumuló personajes accesorios, proyectos mediocres y grandes oportunidades que se le escurrían entre los dedos. En el 2000, fue elegido para protagonizar una teleserie basada en la célebre comedia criminal 'Lock & stock' (1998) de la que solo llegaron a rodarse dos episodios. Poco después, su agente le consiguió una audición para protagonizar un blockbuster de aventuras alpinistas. "Pero en la prueba hice un ridículo espantoso".

Ya estaba a punto de hacer las maletas para regresar a Copenhague cuando oyó hablar de un nuevo proyecto de la HBO. "Leí unas páginas del guion y me pareció increíble pero, ¿dragones y duelos de espadas? No le vi ningún futuro". Por fortuna, hizo caso omiso a su deficiente sentido de la intuición. Hasta la fecha, de 'Juego de tronos' se han emitido cinco temporadas, y se han anunciado, al menos, tres más –siempre y cuando el escritor George R.R. Martin complete algún día la saga de libros en los que se basa–. Sin duda la popularidad del actor seguirá creciendo y, con ella, el nivel de un escrutinio al que sigue sin acostumbrarse y que alcanzó su apogeo tras la emisión de un episodio de la cuarta temporada. En concreto, una escena de sexo no consentido entre Jaime Lannister y su propia hermana –junto al cadáver del hijo de ambos— provocó un debate a nivel mundial que unas declaraciones de Coster-Waldau, en las que aseguraba no pensar que la escena fuera una violación, contribuyó a avivar. "Sigo sin entender por qué, tanto en el cine como en la televisión, seguimos aceptando presenciar actos de violencia extrema pero no soportamos ver un pezón", se limita a explicar ahora al respecto.

En todo caso, este hombretón de casi dos metros intenta relativizar tanto los aspectos malos como los buenos de su exposición mediática. "Todo lo que me está pasando ahora tiene que ver con la serie y no conmigo. Como digo, estoy muy agradecido por todo lo que tengo, pero soy consciente de que acabará tarde o temprano. Y deprimirme porque un día la gente dejará de hacerme caso me parecería no solo estúpido, sino muy ególatra", concluye. Cosas de la modestia danesa.