Paul Rudd, la metamorfosis del cómico anómalo

El actor norteamericano protagoniza 'Ant-man', la nueva película de la factoría Marvel

dominical 671  actor paul rudd poses for a portrai150724191537

dominical 671 actor paul rudd poses for a portrai150724191537 / El Periódico

NANDO SALVÀ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La comedia nunca ha sido una forma artística que valore la confianza en uno mismo. Los grandes actores cómicos, gente como Charles Chaplin, Woody Allen y Will Ferrell, son especímenes físicos no precisamente rutilantes que lucen sus inseguridades a flor de piel. Por eso, a Paul Rudd hay que verlo como una anomalía. Después de todo, Rudd parece el tipo de persona que tiene al mundo comiendo de su mano, gracias a su encantadora personalidad, su juvenil atractivo –"¿Guapo, yo?", se apresura a replicar. "¿Lo dices por los dos metros de altura o por la larga melena rubia?"– y, en general, a esa apariencia de perfecto hombre corriente que lo haría resultar tan convincente en la piel de un galán como en la del fulano que viene a leerte el contador del agua.

"En realidad, no me siento un cómico: me eduqué como actor en el teatro clásico", matiza. Y esa imagen de ganador es solo parte de una fachada que más adelante, durante la conversación, procederá a diseccionar con más detalle. "Tengo tendencia a afrontar todo lo malo que me pasa con humor, a usar la risa para neutralizar los traumas". Será por eso que hay pocos intérpretes hoy en día tan creíbles como él retratando a perdedores adorables, frustrados afables y desubicados funcionales.

Rudd es el tipo de entrevistado con el que uno se iría de copas sin dudar un instante. Porque su habla locuaz, su sonrisa abierta y su aire relajado lo delatan: es un buen tipo. Informado al respecto, acepta el cumplido estoicamente, como quien lo ha recibido demasiadas veces, pero es demasiado educado como para hacerlo saber. "Todo el mundo se empeña en ponerme la etiqueta de buena persona, y no lo entiendo –asegura, sin convicción–. Lo crea o no, también puedo ser un hijo de perra". ¿En serio?¿Qué es lo más terrible que ha hecho nunca? "De pequeño me metí en problemas por disparar una pistola de agua desde un coche. Y a veces conduzco por encima del límite de velocidad". Vale.

La imagen de tipo majo, asegura volviendo al asunto, es pura fachada. "Cuando me pongo nervioso o tenso, por defecto mi mecanismo es sonreír y ser educado". Y eso, reconoce, ha condicionado su carrera. "Tom Hanks dijo una vez: 'Estoy harto de interpretar a nenazas', y puedo entenderle perfectamente. Cuando te ven como un buen hombre tienden a ofrecerte personajes blandos y pasivos, y todo actor quiere interpretar personajes duros y activos". Eso, en todo caso, no significa que Rudd envidie la carrera de actores como Daniel Day-Lewis o Sean Penn. "A diferencia de ellos, yo no creo que para dar vida a un personaje miserable un actor tenga que hundirse en la miseria. Eso me da mucha pereza", admite.

Creciente popularidad

Para aquellos que han estado atentos a la pantalla, que hoy Paul Rudd ocupe portadas de revistas es algo difícilmente inesperado. Su ascenso en las últimas dos décadas, casi siempre desde un segundo plano, ha sido lento pero continuo, tanto en la piel del chico de al lado en películas como 'Mucho más que amigos' (1998) y '200 cigarrillos' (1999) o en varios episodios de la teleserie 'Friends', como interpretendo a bufonescos sinvergüenzas, en la línea del que encarnó en la comedia 'El reportero: la leyenda de Ron Burgundy' (2004). "En realidad, no me gusta trabajar. Soy un gran fan de no hacerlo", asegura, y eso probablemente signifique que vive en un estado riguroso de negación: desde su debut, en 1992, ha interpretado más de 60 papeles. En el proceso, ha experimentado un cambio de estatus profesional que sus colaboraciones con el director Judd Apatow reflejan a la perfección: fue un eficaz ladrón de escenas en 'Virgen a los 40' (2005), y el escudero de Seth Rogen en 'Lío embarazoso' (2007). Para cuando se hizo con el protagonismo de la siguiente película de Apatow, 'Si fuera fácil' (2012), ya se había convertido en referente de la comedia americana actual.

Pero la ventaja de los cómicos anómalos es que no lo son a tiempo completo y, por tanto, pueden permitirse incursiones en el drama –'Las ventajas de ser un marginado' (2012)– o incluso echar horas en el gimnasio para meterse en la piel de un superhéroe en 'Ant-Man', nueva visita al universo Marvel que acaba de llegar a los cines de nuestro país. "Mientras preparaba el papel, ganar musculatura se convirtió en el centro de mi vida", explica, acerca de la colección de bultos que exhibe en pantalla. "Y me transformé en alguien completamente amargado. Decidí que sería mejor no salir a la calle para no amargar a los demás. Afortunadamente, no tuve que convertirme en una bestia como Hugh Jackman. Después de todo, mi personaje es una hormiga".

Cambio de registro

En efecto, en 'Ant-Man' Rudd interpreta a un quijotesco exconvicto que, de forma reticente, acaba embutido en un traje que le permite encoger de tamaño cientos de veces y controlar un ejército de hormigas. ¿Es que el guionista de la película es un adicto a los alucinógenos? En realidad, el propio Rudd la coescribió. ¿Es que el cine de superhéroes ha tocado fondo? No es eso. Lo cierto es que en 'Ant-Man' en todo momento se muestra autoconsciente de lo absurda que su premisa puede resultar. "El trabajo de intérprete es por definición algo estúpido", reconoce el actor. "Pero, cuando tienes que fingir que esquivas ser aplastado por un pisotón y cabalgas a lomos de un insecto, más te vale ser capaz de tomarte a ti mismo con humor". En ese sentido, el contó con la ayuda de su hijo mayor, Jack, de 9 años. "Cuando le dije que iba a estar en una película de superhéroes, me espetó: 'Vaya, no puedo esperar a ver lo estúpida que va a ser'". Sin duda, ser padre, está claro, exige vocación.

Y ser actor también, y la vocación de Rudd se reveló de forma temprana. "Creo que fue cuando tenía 2 años y nació mi hermana, y entonces probablemente pensé que si empezaba a hacer payasadas podría volver a ser el centro de atención". Su padre era un empleado de la aerolínea TWA, y eso obligó a la familia a mudarse con frecuencia por todo el territorio estadounidense. "A causa de todas esas mudanzas y de los constantes cambios de escuela me sentía permanentemente como un extraño. En un esfuerzo para que los otros chicos me aceptaran, supongo que desarrollé la tendencia a hacer reír a la gente, así no me dejarían solo a la hora del almuerzo. Pero nunca me sentí como parte del grupo". Así pues, la imagen de tipo centrado que Rudd proyecta de nuevo queda en entredicho. "Estoy lleno de inseguridades. Toda mi carrera existe debido a ellas. ¿Por qué iba alguien a hacerse intérprete si no es porque se siente inseguro?", se pregunta.

Decisiones por amor al arte

"No hay nada que me parezca más patético que ver a esos niñatos cantantes de 20 años diciendo que lo hacen todo por sus fans. Mentira, lo hacen por ellos mismos. Porque si son queridos por extraños, el odio que sienten hacia sí mismos no será tan hiriente". En todo caso, seguro que él mismo ha aceptado más de un papel solo por amor al arte. "Sin duda, pero recuerdo esos años en los que me sentía agradecido por cualquier trabajo, incluso si se trataba de una película de mierda". ¿Es por eso que, por ejemplo, rodó 'Experimento letal' (2000), una fantasía de artes marciales hongkonesas? "Le dije a mi agente: 'Encuéntrame un trabajo. Necesito dinero rápido'. La oferta llegó y era tan increíblemente rara que no pude decir que no. Me tiñeron el pelo de rubio y me pusieron un traje de Hugo Boss. Parecía el teclista de Duran Duran".

Por extraño que parezca, a veces echa de menos esa época. "Cuando la gente me paraba por la calle, me decía: 'Espera, espera, ¿no te conozco? ¡Tú eres ese actor'. Y un día, de repente, sabían mi nombre. Personalmente, prefiero ser 'ese actor'. Es decir, es bueno saber que no estoy escupiendo al viento, pero ser famoso no me interesa en absoluto. Quiero que mis hijos piensen en mí como su padre". Ahora que 'Ant-Man' ha visto la luz, en todo caso, eso no va a ser posible: su carrera y su exposición mediática están entrando en otro nivel. "Si pienso en ello me pongo nervioso y temo que me voy a volver menos social, más huraño. Ya me he sentido así en los últimos años. Uno envejece y sufre reveses. Como la muerte de mi padre, que es difícil superar". Y nada de eso, por supuesto –la fachada obliga–, se dejará ver en pantalla.