Leticia Dolera: "¿Quién es normal?"

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LUIS MIGUEL MARCO / BARCELONA

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Leticia Dolera ha conseguido que compartir un pedo resulte algo muy romántico y que, de paso, nos echemos unas risas, tan necesitados como estamos de ellas. De bonitas pinceladas de la vida cotidiana de dos jóvenes treinteañeros, de sus anhelos y frustraciones, de sus miedos y decisiones, de requisitos para ser persona (sin el normal del título) está dibujada su película, la que tiene hoy a Leticia (Barcelona, 1981) enganchada literalmente a su móvil, escaso ya de batería. “Estoy a la expectativa. A ver cómo reacciona el público que decida ir a verla. Que te escojan a ti entre otros estrenos es la verdadera prueba final”, dice, abriendo mucho sus enormes ojos verdes, los mismos que se comerán la cámara en cuanto se le seque el esmalte de uñas y podamos empezar con las fotos que acompañan a esta entrevista.

La actriz de 'Al salir de clase', 'Rec (3)' y de 'De tu ventana a la mía', y autora de dos cortos, entre otros trabajos, se ha lanzado a dirigir 'Requisitos para ser una persona normal' y ha caído en blando. Del Festival de Cine Español de Málaga se ha traído la Biznaga de Plata a la mejor fotografía (Marc Gómez del Moral), al mejor montaje (David Gallart) y al mejor guionista novel, en este caso la propia Dolera, que además es la protagonista.

Debería estar más tranquila con la acogida que ha tenido.

Estoy muy alucinada con la crítica y el público del festival. Pero ahora, ya digo, viene el auténtico examen. Si una ha invertido tanto en esta peli es porque espera que la gente vaya a verla.

Curioso lo de Málaga. Ninguno de los veteranos que presentaron su película en la sección oficial ha seducido a jurado y espectadores tanto como lo han hecho tres jóvenes actores metidos a dirigir su primer largo. Hablamos de Daniel Guzmán, ganador de la Biznaga de Oro con 'A cambio de nada', ya estrenada; de Zoe Berriatúa, con 'Los héroes del mal', y de Leticia Dolera. “Llegar hasta Málaga ya fue un triunfo, pero será verdad que hay nuevas voces que escuchar”, dice. Encima los tres han filmado realidades cercanas, desde la adolescencia hasta, en el caso de Leticia, las inseguridades de un par de jóvenes y su plan de choque para vencerlas.

¿Por qué merece la pena contar la historia de María de las Montañas?

Yo quería lanzar un canto a la diferencia y que la gente se sintiera identificada. Quería poder hacer una película que te dejara con buen rollito en el cuerpo, pero también que mandara un mensaje claro.

¿Cuál?

Que a todos nos iría un poco mejor si nos aceptáramos tal como somos, si no tuviéramos miedo a mirar hacia adentro y a marcar diferencias. Hoy en día parece que todo debe estar dispuesto y programado. Te dicen en qué debes trabajar, qué ropa ponerte, cómo comportarte, qué tipo de pareja tener, en qué tipo de casa vivir... ¿Y qué pasa si no encajas en todo eso y marcas tu propio camino? En las diferencias está la belleza. Es lo que nos hace especiales. Y eso es lo bonito de la vida.

¿Siempre pensó en un largometraje?

Tuve fases. Al principio iba a ser una novela y era más oscura, porque la parte de tragedia familiar pesaba mucho. Pero luego la luz fue colándose y tuve claro que quería contar esa historia con imágenes. Empecé a desarrollar los personajes y poco a poco me di cuenta de que ya no me servía un corto, que cuando tenía ratos libres lo que más me apetecía era pasar más tiempo con ellos. Y al final hubo tanta luz que se transformó en una historia de amor sobre la búsqueda de la felicidad.

Hay mucho de candidez y de ingenuidad en el personaje de María. Pero yo creo que es usted más gamberra. ¿Me equivoco?

Es una interpretación. Esta historia no es autobiográfica. Quería mostrar a una chica que se siente siempre fuera de lugar, que no encaja en nada y por eso decide replantearse cómo enfocar su vida para ser normal. Gran error el suyo. Porque, defíname: ¿qué es ser normal?, ¿quién es normal?

¿Leticia iba a ser María desde el principio?

No. Cuando escribía el guion no pensaba en mí. De hecho, me imaginaba a otras actrices españolas, que tenemos muchas y muy buenas. Pero cuando terminé la primera versión y se la presenté a los productores, ellos dieron por hecho que la protagonista iba a ser yo. “Pero, ¿estáis locos? Si es mi primera peli”, les dije. “¿Y quién mejor?” contestaron. “Bueno, dejadme que me lo piense y os digo algo”. Entonces tuve una conversación con Paula Ortiz, la directora de 'De tu ventana a la mía', con la que he rodado dos veces y nos hemos hecho amigas. Hablamos de lo conveniente que yo, que soy actriz y tengo la edad del personaje, asumiera toda la autoría, del guion a la dirección pasando por la interpretación. Esa charla con Paula me hizo dar el paso. Sé que me expongo mucho más asumiendo todos esos riesgos, pero para eso hacemos cine, para arriesgar.

¿Satisfecha de tocar todos los palos?

Pues sí. Sobre todo me ha gustado darme libertad y dirigir a los actores desde dentro de la escena, que es algo muy interesante, porque puedes lograr cosas sorprendentes, cosas que no te esperas. Puedes tener reacciones naturales muy orgánicas.

¿No se referirá al ‘momento flatulencia’?

No [risas]. ¿Se refiere al horno holandés? Esa parte me encanta. Yo digo que es la escena de sexo de la peli.

¿Cómo consigue tanta naturalidad?

Eso es precisamente lo que buscaba. Que uno no se fije en dónde he colocado la cámara, que los diálogos sean creíbles y todo fluya. Esto no es un documental ni es cinema 'verité', no tiene ese punto neorrealista, pero he tratado de crear un mundo paralelo donde se mueven estos personajes.

¿De dónde sale Manuel Burque? Se va a hablar mucho de este actor gallego.

Yo espero que sí. Esta es su primera película y nunca lo dirías. Tiene mucha verdad y en pantalla se nota que hay buena química entre nosotros dos. Él en realidad es guionista y hace 'stand-up comedy', [monólogos], en bares de Madrid. Él sí que es más gamberro que yo interpretando sus cosas. Lo que yo he hecho es llevármelo hacia la ternura, pero cuidando sobre todo que no resultara noño o cursi.

Ha sido dura con él. Le ha hecho engordar.

Es que necesitaba alguien con sobrepeso. Y en España parece que para ser un actor tienes que tener una 36 y fue difícil. Hicimos mucho 'casting'. Yo había trabajado con Manuel Burque en una webserie que escribí y protagonicé, pero necesitaba a alguien más grueso, así que le propuse hacer una prueba y le pregunté si engordaría 15 kilos. Lo haría con ayuda de una dietista que después le ayudaría a recuperar de nuevo su talla. Y se embarcó, a pesar de sus problemas de colesterol. Ganó peso a base de comer sano, potajes, carne y pescado, que tiene más mérito todavía, porque la comida basura estaba descartada. Y ahora está incluso más delgado que cuando empezó. Y él, encantado. Tengo que confesar que le pusimos más culo, como hizo Almodóvar con Penélope Cruz en 'Volver'. Y la barba también ayudó.

Lo que hay que hacer para conseguir un papel en una película.

Lo mejor de todo del proceso fue cómo Manuel me contaba que iba encontrando al personaje de Borja a medida que ganaba kilos. Notaba que la ropa le iba ceñida y la gente le miraba la barriga como recriminándole. Ese es el punto de inseguridad que tiene el personaje de Borja: está a gusto con su mundo, pero no con su aspecto.

Hay que echarle humor a lo que están pasando muchos jóvenes con esta crisis. Al menos ayuda.

Pues sí. Es que los de mi generación, los que estamos en los 30 y algo, creíamos que a los 30 llegábamos a la cima de la madurez con la existencia organizada: tu trabajo, tu casa, tu pareja, tus aficiones... Esos requisitos para ser normal, impuestos de alguna forma por esta sociedad tan alienante y estresante. Y fíjate en el panorama: con dos carreras y fregando platos. Por eso digo que los requisitos para ser normal no deberían venir impuestos desde fuera, deberían partir de uno mismo, porque la idea del éxito personal que nos venden quizá no sea válida para todos. Y el éxito tal vez pase por aceptarse y quererse un poco más.

Aunque eso implique rebobinar y volver a empezar.

Claro, como hace María de las Montañas, que empieza la película regresando a casa de sus padres porque ha perdido el trabajo y debe el alquiler.

¿Y en qué momento entra el universo de Ikea en su película?

Mucha gente me lo pregunta y creo que es porque todo el mundo compra en Ikea. Es la cima de la normalidad, ¿no? En realidad es porque el personaje de Álex, que es mi hermano en la película, el más sensato de la familia porque está feliz con sus amigos asumiendo con naturalidad que es gay y tiene además síndrome de Down, trabaja en Ikea. Es una empresa donde tienen una política de ocupación que fomenta el trabajo con gente con capacidades especiales. Y yo quería mostrar una realidad en la que estas personas están plenamente integradas.

¿Y cómo fue esa parte del rodaje?

Muy divertida. Lo hicimos de noche y en domingo. Tener unos grandes almacenes para ti sola fue como una fantasía hecha realidad. Al menos yo siempre he tenido esa fantasía. Si es que todos nosotros hemos amueblado nuestros primeros pisos en Ikea, yo la primera.

La música también es muy particular. Es tan indie como la película.

Hay muchas canciones porque yo no quería que la película tuviera una banda sonora al uso. Por un lado, quería música que no sonara a música de peli. Así que hay temas que ya existían en el panorama indie español...

Que es lo que usted escucha.

Sí, canciones de McEnroe, de The Bright, de Tulsa, de Carlo Coupé. Pero, por otro lado, como digo, hay una autora que sí que ha compuesto temas originales, y es Luthea Salom, una chica catalana que vive en Nueva York y con la que había trabajado en un anuncio de Nespresso. También han usado canciones suyas en 'Cites', la serie de TV-3. Ella compone y escribe en inglés, y me encanta. Era la primera vez que hacía algo para el cine y esa cosa de la primera vez de ambas está ahí, y es algo mágico. Ocurrió, además, una cosa increíble. Yo le mandé la película y esa misma tarde, en su miniapartamento neoyorquino, con su ukelele y una grabadora, compuso el tema de amor de un tirón. Al oírla, me puso los pelos de punta. Y he conseguido que esa primera maqueta esté tal cual en la peli, con sus imperfecciones, porque de eso va esta historia. Porque así es la vida, donde no todo es armónico, donde hay desajustes y cambios de ritmo. En la imperfección está la belleza.

¿Qué enseñanza personal ha sacado de todo esto, si la ha habido?

Que para dirigir algo bien hay que saber inspirar a tu equipo. He trabajado con gente que también se enfrentaba a su primera o a su segunda película, y esa ilusión que han puesto no se paga con dinero. Esta es una primera película, pequeña y modesta, pero tiene una factura impecable. Por eso creo que, si tuviera que recomendar algo a la gente que está estudiando cine, les diría que hay que echarse a la calle a rodar.

¿Dirigir será algo ‘normal’, entonces?

A mí me gustaría seguir trabajando como actriz. Ahora me voy a Inglaterra a participar en una serie. En octubre estreno 'La novia', la adaptación al cine de 'Bodas de sangre'. Y estoy deseando también hacer teatro, porque mi piel de actriz me pide hacer teatro. Pero, como me gusta contar historias y crear universos, sé que volveré a escribir, aunque es algo que exige dedicación.

¿Y la moda dónde queda? Porque ya nos ha quedado claro desde su blog que usted no es una ‘it girl’.

Bromas aparte, la moda también importa, y mucho. El vestuario de María de las Montañas, por ejemplo, es colorista, bonito, naíf. Lo ha hecho todo Dolores Promesas, menos el pijama, que era el que llevaba la jefa de vestuario de adolescente.

¿Pero defiende ese atracón de cine y moda que nos damos cada año en los Goya?

A mí me parece un poco obsesivo que todo lo que rodea a una alfombra roja se limite a la etiqueta del vestido. En los estrenos solo nos preguntan de quién vamos vestidas. A mí me apetece verme guapa porque la moda forma parte de la magia del cine y es una fiesta. Además, soy una gran defensora de la moda española, pero a veces es verdad que se va todo un poco de madre.

¿Le gusta el estilismo elegido para sus fotos? Es libre de criticarlo.

Pues no lo haré, porque han elegido algo de Delpozo y yo amo a su diseñador, Josep Font. Lo sigo desde hace años y me encanta su mundo. Estuve en su último desfile en Nueva York y es maravilloso. Y encima está Dolores Promesas, que me ha acompañado también en este viaje. Así que yo, encantada.