Carles Casagemas, el pintor desconocido amigo de Picasso, llega al MNAC

Se suicidó en París con 21 años y eso marcó la etapa azul del artista malagueño

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NATÀLIA FARRÉ

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La noche del 17 de febrero de 1901, en el Cafè de l’Hyppodrome de París, seis jóvenes veinteañeros estaban cenando cuando uno de ellos sacó un arma y al grito de “Voilà pour toi!” disparó contra una de las mujeres del grupo, a la que no hirió. Luego, mientras exclamaba “Et voilà pour moi!”, se descerrajó un tiro en la sien derecha. El protagonista de esta sórdida escena fue el artista Carles Casagemas (1880-1901) y el blanco de su ira, Germaine Florentain. “La dueña de mis pensamientos”, según el malogrado creador. Mujer de cuerpo ardiente, Germaine fue también musa y modelo para el resto de jóvenes artistas catalanes residentes entonces en la capital francesa. 

Los otros cuatro comensales testigos del fatal desenlace fueron Manuel Pallarès, Manolo Hugué, Alexandre Riera y la hermana de Germaine (o quizá su amiga Odette, eso no está del todo claro). No estaba el gran amigo de Casagemas, Pablo Picasso, con el que había compartido juergas y estudio en Barcelona, con el que se fue a París por primera vez en 1900, el mismo que le había abandonado hacía poco más de un mes durante un viaje a Málaga, harto de sus borracheras y su obsesión por Germaine. Tras el suicidio, lleno de dolor y culpa, Picasso inició su triste etapa azul. De manera que el trágico suceso no solo dio al traste con la incipiente pero prometedora carrera de Casagemas, sino que también le condenó a ser un secundario de lujo en las biografías de Picasso, y a convertirse en un mito –el del artista maldito, alcoholizado, drogadicto y mentalmente inestable, de muerte prematura– que relegó al olvido su faceta de creador, que también existió.

Y en esta faceta, la de recuperar al artista que se esconde tras el mito, se centra el trabajo de Eduard Vallès. El historiador lleva 10 años recolectando, desgranando y estudiando la obra de Casagemas. El resultado de sus pesquisas está a punto de ver la luz. Será en la exposición Carles Casagemas L’artista sota el mite (el artista bajo el mito), la muestra que el viernes abrirá sus puertas en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), y que constituye la primera monográfica completa sobre el creador celebrada tras su muerte, hace ya más de un siglo.

40 piezas, la mitad inéditas

En total se exhibirán unas 40 piezas, la mitad inéditas, de las 50 que forman el corpus artístico de Casagemas. Produjo más, pero muchas se han perdido. “Era demasiado joven para que le compraran los mecenas o los museos, así que las pinturas las tenían personas de su entorno, sobre todo amigos, y han desaparecido”, explica Vallès. De manera que el historiador da por definitivo el catálogo que se editará con la muestra y que recogerá toda la producción que se conoce de Casagemas: las piezas ya sabidas y las ahora recuperadas. “Difícilmente pueden aparecer otras nuevas”, sentencia.

¿Y qué cuenta el conjunto creativo de Casagemas? “Que fue un auténtico moderno, en el sentido más genuino de la palabra, porque vivió con las antenas conectadas a su entorno artístico”, a juicio de Vallès. Se relacionó con la riquísima red de intelectuales, literatos y artistas de la época. Isidre No-nell y Picasso fueron dos de sus amigos más próximos, pero también trató asiduamente a Pompeu Gener, Sebastià Junyent, Joaquim Mir y Santiago Rusiñol. “No era un marginal, un outsider: era un artista que estaba en el núcleo del arte catalán en una de sus épocas más gloriosas”, apunta Vallès.

“Esa situación le permitió actuar de bisagra entre Picasso y el arte catalán, ya que fue él quien le puso en contacto con Nonell, Pompeu Gener y seguramente con Mir”. Pero hay más. Vallès describe al Casagemas artista como un “cromosoma” porque “en su obra se pueden ver muchos elementos definitorios no solo del modernismo, sino también del posmodernismo. Obras más azucaradas y simbolistas, y piezas más expresionistas. Es decir, oscila entre el ala blanca y el ala negra de las que hablaba Cirici” cuando se refería al modernismo.

De perfil y con la sien agujereada

Casagemas también quedó inmortalizado por Picasso, un año menor. Que se conocieron en 1899 lo sustenta el hecho de que los primeros retratos que el malagueño hizo del catalán llevan esa fecha. Aunque los más importantes son los que realizó tras su muerte: tres telas que muestran el rostro de Casagemas de perfil y con la sien agujereada por el disparo. Piezas que Picasso ejecutó tras el fatal desenlace, pero que guardó celosamente en su estudio más de medio siglo. No habló de su existencia hasta finales de los 60, cuando se las mostró a Pierre Daix, autor de varios escritos sobre el malagueño. Y es que “a Picasso le incomodaba hablar de Casagemas”, aclara Vallès. Posiblemente porque fueron muy amigos, porque compartieron inicios y porque la última vez que se vieron acabaron peleados. En la Navidad de 1900 ambos viajaron a Málaga a visitar a la familia de Picasso. Las constantes borracheras de Casagemas y su permanente obsesión por Germaine hartaron a Picasso, que acabó por abandonar a su amigo en la ciudad y puso rumbo a Madrid. Fue la última vez que le vio. Lo siguiente que supo de él fue su suicidio.

Pese a que Picasso era reticente a hablar de Casagemas, sí admitió –“y es de las pocas cosas que no son apócrifas de él”, puntualiza Vallès”– que empezó a pintar en azul tras la muerte de su amigo y a causa de esta pérdida. Y negó a Palau i Fabre, otro de los grandes estudiosos picassianos, haber dicho que Casagemas era impotente. Y es que mucho se ha hablado de la homosexualidad y de los problemas sexuales del pintor catalán.

“Pero no hay pruebas de nada de eso, y en cualquier caso no afecta a la calidad de su obra”, sentencia Vallès. Es más, posiblemente ni siquiera, junto con el rechazo de Germaine, fuera el motivo de su suicido. “El detonante fue el enamoramiento. Pero el rechazo de una chica a la que apenas conocía no hubiera tenido la fuerza suficiente si no hubiera habido un problema mental previo”. Un desorden mental desconocido por sus amigos pero conocido por la familia. De ahí, que antes de marchar a París, la madre de Casagemas le pidiera a Manuel Pallarès, más serio que Picasso y Casagemas, que vigilara a su hijo.

En cualquier caso, la personalidad excesiva de Carles Casagemas marcó “la singularidad de su obra” y “fascinó a Picasso”, concluye Vallès.