Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos estrenan 'La vida de Adèle'

Esta historia de amor lésbico les dio la Palma de Oro en Cannes, un premio que les costó sudor y lágrimas, por la dureza del director

Las dos actrices, con Adlellatif Kechine

Las dos actrices, con Adlellatif Kechine / periodico

NANDO SALVÀ

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Léa Seydoux es la nueva diva del cine francés. Y Adèle Exarchopoulos es su nueva Lolita, que es precisamente el título que Seydoux ostentaba hasta no hace mucho. Es algo casi ritual, pues, que ambas se hayan entregado la una a la otra del modo en que lo hacen en 'La vida de Adèle', la película que a partir de ahora funcionará como estandarte de sus carreras, hagan lo que hagan, y de la que todo el mundo habla en los últimos meses.

La historia del filme desde su presentación en el Festival de Cannes es la de un cuento de hadas convertido en psicodrama. Tras poner el certamen patas arriba, en buena medida gracias a una de las más largas y explícitas escenas de sexo jamás vistas en el cine no pornográfico, el 26 de mayo esa apasionada historia de amor lésbico se hizo merecidamente con la Palma de Oro, el premio más prestigioso del mundo cinematográfico. Desde entonces, sin embargo, su director, el franco-tunecino Abdellatif Kechiche, y las dos actrices se han enzarzado en un intercambio público de contundentes golpes.

Primero, a principios de septiembre, ellas denunciaron las tácticas sádicas y psicópatas del director, describieron el rodaje de la película como “horrible” y aseguraron que nunca volverían a trabajar con él. Después, Kechiche atacó a Seydoux por haber nacido entre algodones y cuestionó su capacidad interpretativa. Finalmente, hace solo unas semanas declaró sentirse “humillado, deshonrado y rechazado” y llegó a asegurar que la película se había ensuciado tanto con esos reproches que no valía la pena estrenarla.

¿Era puro teatro?

Pese a que suele decirse que la publicidad mala no existe, la controversia sin duda ensombrece los enormes logros artísticos de la película misma, retrato íntimo y a la vez absolutamente épico de una mujer embarcada en su primera historia de amor, lleno de alegría, tristeza, furia, lujuria y esperanza. Y al mismo tiempo plantea una pregunta: ¿es que ambas partes aún no sabían que se odiaban cuando, al recoger el premio, se abandonaron a una efusiva coreografía de besos, abrazos y lloros para las cámaras, o era puro teatro? A decir verdad, solo unos días antes, cuando se sentaron con 'Dominical' bajo el sol de la Riviera, las actrices ya mostraron una actitud incómodamente plantada entre la gratitud y el reproche.

“Trabajar con Abdel ha sido para mí la mejor de las escuelas”, asegura la joven Exarchopoulos (19 años), antes de añadir: “Durante el rodaje sufrí un estrés terrible, tenía mucho miedo de fallarle. Lloré mucho”. Seydoux, por su parte, es más rotunda: “Durante el rodaje llegamos a odiarle”, dice, e ilustra la sentencia con una anécdota: “La primera escena que rodamos juntas era un simple intercambio de miradas de 30 segundos. ¡Rodarla nos llevó 10 horas y unas 100 tomas! En una de las últimas se nos escapó la risa, y entonces Abdel se volvió loco y empezó a gritar ‘¡Así no hay quien trabaje!”. Sin embargo, también ella matiza: “Ahora que veo el resultado final, lo entiendo todo”.

El de ‘La vida de Adèle’ no es ni mucho menos el primer caso de un director que tiraniza a una actriz en pos del arte. Stanley Kubrick, por ejemplo, torturó a Shelly Duvall de tal manera durante el rodaje de 'El resplandor' (1980) que la pobre acabó depresiva perdida. Eso sí, Duvall aseguró haber aprendido más de Kubrick que en ninguna otra de sus películas. ¿Será que los medios están justificados por el fin? Parece ser que sí. “Abdel constantemente te pone contra las cuerdas porque quiere sacar lo mejor de ti. A mí me llevó a rincones de mi emoción que yo ni sabía que existían”, comenta Exarchopoulos.

"Está loco, pero es un genio"

“Cuando acepté hacer esta película ya sabía cómo es él: está loco, pero es un genio”, añade Seydoux. “Y yo necesitaba trabajar con alguien así en ese momento, quería saber hasta dónde era capaz de llegar. Si he elegido ser actriz es para vivir intensamente”. Los últimos ocho años enmarcan para ella una carrera meteórica y sin traspiés, marcada por una ética de trabajo intachable: 27 películas, nada menos. “Mi familia es protestante, así que tuve una educación estricta y austera”. Asume, en todo caso, que sigue siendo burguesa. “Después de todo, procedo de un entorno burgués ¡Y qué le voy a hacer si me gustan los bolsos de Hermès!”.

En Seydoux confluyen dos familias ilustres de la cultura francesa: por la parte de la madre, los Schlumberger, prohombres editoriales desde los años de Marcel Proust; por la del padre, su abuelo Jérôme Seydoux es el mandamás de la sociedad cinematográfica Pathé, y, por tanto, uno de los grandes patrones del cine francés. Ella reniega de ese pedigrí: “Mi abuelo no ha sentido nunca el menor interés por mi carrera. Jamás ha movido un dedo para ayudarme. Tampoco yo le he pedido nada, jamás”. Asimismo, la familia Seydoux posee estrechas conexiones con el mundo de la moda. Su padre, Henry, es socio del diseñador de zapatos Christian Louboutin, que regaló a Léa sus primeros tacones por su duodécimo cumpleaños; su madrastra, Farida Khelfa, desfiló para Jean Paul Gaultier. No es extraño, pues, que Léa se codee con diseñadores como Karl Lagerfeld y Miuccia Prada. Sí lo es que la actriz a menudo opte por vestir de modo informal y rechace el maquillaje. “A veces me gusta lucir natural, incluso fea. Además, si me maquillo o me peino demasiado me siento como un payaso”, aclara.

Timidez patológica

La estrategia también responde a un deseo de no llamar la atención producto de su extraordinaria timidez. “Todas las actrices somos tímidas, pero lo mío es patológico. A veces me quedo paralizada y no puedo ni hablar. Eso sí, me encanta que me fotografíen grandes fotógrafos, igual que me encanta que me filmen grandes directores”. Seydoux ya ha sido fotografiada para las portadas de revistas de todo el mundo por nombres como Mario Sorrenti, Ellen von Unwerth y Jean-Baptiste Mondino. Para la gran pantalla, a sus 28 años ya ha rodado con Quentin Tarantino ('Malditos bastardos'), Ridley Scott ('Robin Hood'), Woody Allen ('Midnight in Paris') y Brad Bird ('Misión Imposible: protocolo fantasma'). Es un currículo imponente, pero no para ella: “Habitualmente, yo no estoy nada contenta de mi trabajo, soy muy autocrítica, como persona y como actriz. Tengo tendencia a torturarme”.

Siempre quiso ser cantante de ópera, e incluso estudió canto en el Conservatorio de París. “Acabé harta de que los profesores me dijeran que respiraba mal. No tenía talento”. Tras tirar la toalla en el canto, fue algo parecido a la casualidad lo que la llevó al cine. “Conocí a un chico que era actor y recuerdo que pensé: ‘Qué vida más increíble. Te levantas a la hora que quieres, viajas por todo el mundo y conoces a gente fantástica’. Decidí que quería ser como él”. Y, hablando de amor, ¿alguna vez ha experimentado la misma pasión que derrocha su personaje en 'La vida de Adèle'? “Sí, he amado incondicionalmente. Creo en el amor a primera vista porque lo he vivido. Y me encanta ser arrastrada por grandes sentimientos”.

Conexión natural

Seydoux admite que al principio tuvo algunas dudas acerca de trabajar con Exarchopoulos, nueve años más joven y varios centímetros más alta que ella. “Pero no tardé en ver que Adèle posee una libertad muy inusual. En este negocio, muchas actrices son demasiado autoconscientes y dadas a la pose. Ella, en cambio, es una fuerza de la naturaleza”. Exarchopoulos confiesa haber sentido una conexión parecida. “Sucedió enseguida. Había algo natural entre nosotras”, explica esta parisina de padre guitarrista y madre enfermera que comparte con Seydoux el mal de la timidez. “Cuando tenía 8 años, mis padres me apuntaron a un curso de teatro para curármela”, recuerda. “A los 11, un agente de cásting me propuso una audición, y el caso es que no la pasé, pero, casi sin saber cómo, acabé haciendo una película dirigida por Jane Birkin”. En la autobiográfica 'Boxes' (2007), Exarchopoulos daba vida a Lou Doillon, hija de la cantante y actriz británica metida en ese proyecto a directora. “Ya entonces comprendí que lo mejor de este trabajo es poder hacer para la cámara cosas que no haría en la vida real”.

En ese sentido, confiesa que no conocía el amor verdadero hasta que 'La vida de Adèle' la enfrentó a él de forma violenta. “Tuve mi primer novio a los 14 años, y fue un desastre, aunque no estaba enamorada. Soy una persona muy ansiosa, y a medida que la relación se iba haciendo más seria empecé a decirme: ‘No va a funcionar, no va a funcionar’. Y probablemente esa sea la razón por la que no funcionó”. Su pareja actual, el actor Jérémie Laheurte, fue un apoyo esencial para afrontar las complicadísimas escenas físicas de 'La vida de Adèle'. “Fue muy embarazoso rodarlas, rodeadas por tres cámaras y fingiendo orgasmos durante seis horas seguidas. Léa y yo apenas nos conocíamos, así que al principio no sabía por dónde tocarla”. Las actrices investigaron en internet para familiarizarse con el sexo lésbico. “Nos sorprendimos de que las mujeres pudieran hacer posturas tan complicadas en la cama. Pero lo más duro fue imaginar a los espectadores viendo esas escenas. Me hizo sentir como una prostituta”.

Sin duda, a la joven actriz no le habría venido mal algo de la soltura de su compañera: Seydoux siempre ha confesado sentirse más cómoda desnudando su cuerpo que sus sentimientos, y así lo ha demostrado también en recientes sesiones fotográficas, como la que protagonizó el mes pasado para la revista 'Lui', respuesta francesa a Playboy. Para Exarchopoulos, en cambio, tener a su padre al lado durante la proyección de la película en Cannes fue un calvario. “Durante las escenas de sexo me quería morir. Primero me fijé en su cara y estaba petrificado, y entonces cerré los ojos mientras trataba de pensar en otra cosa. Pero aún podía oír los sonidos de los jadeos y los cachetes”. Insiste, en todo caso, en que los sinsabores merecieron la pena. “Aunque un dilema terrible me ronda la cabeza. Tras haberme desnudado de tal manera tanto física como emocionalmente, ¿ahora qué?”.