'Breaking Bad', adictos a los malos

La serie ha enganchado al público tanto como la metanfetamina azul que fabrica su antihéroe. El 8 de octubre se estrenan en España sus ocho últimos capítulos. DOMINICAL visita en exclusiva el rodaje de uno de ellos.

Breaking bad

Breaking bad / periodico

JUAN MANUEL FREIRE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

LA COMUNIDAD SERIÉFILA ESTÁ DE LUTO, o a punto de estarlo. Se acaba Breaking bad, una de las últimas grandes supervivientes de la era dorada de las series. Paramount Comedy estrena en España el 8 de octubre, a las 22.20 horas, los últimos ocho episodios de una serie que ha generado pasión en todo el mundo y que quien no haya visto ya tarda en descubrir. Es un viaje que vale la pena.

Es el viaje, en esencia, de un personaje, Walter White (Bryan Cranston), en principio el hombre más gris del mundo y, al final, el más oscuro que podamos imaginar. Vince Gilligan (creador de la serie, veterano de Expediente X) ha dicho que quería mostrar cómo alguien podía pasar de ser Mr. Chips (el tímido profesor creado por James Hilton, adaptado a varias películas y producciones televisivas) a ser Scarface (el cruento mafioso popularizado por Al Pacino en El precio del poder). En la serie, estrenada a comienzos de 2008, un profesor de química de instituto se decide a producir metanfetamina tras serle diagnosticado un cáncer de pulmón inoperable. Para él parece una forma atractivamente peligrosa de reunir dinero con el que su esposa, Skyler (Anna Gunn), y su hijo, Walter Jr. (RJ Mitte), puedan vivir cómodamente tras su muerte. Walter se asocia con un antiguo alumno, Jesse Pinkman (Aaron Paul), para fabricar la droga y venderla. Siguen toda clase de problemas, mafias y traiciones.

ES UNA TRAMA OSCURA, muy oscura, ya desde el principio. Hay toques de humor negro, pero la palabra que mejor define a la serie es turbación. Y adicción, claro, menos por la temática que por el efectos que genera en su audiencia. Que es notable: en EEUU, el estreno de esta última racha de episodios –la segunda parte de la quinta temporada– en AMC obtuvo 5,9 millones de espectadores, un récord para la cadena.

Y eso que Breaking bad a punto estuvo de no hacerse. La primera reacción del presidente de su productora a la propuesta de Vince Gilligan fue: “Esa es la peor idea para una serie que haya escuchado nunca”. Gilligan, al otro lado de la línea, se ríe al recordar aquello. Ahora Breaking bad es auténtica historia de la televisión, una serie alabada desde todos los flancos de la cultura (véase el ecléctico libro de ensayos recién editado por Errata Naturae, en la página 22). Pero, al principio, sus productores temían que el público no aceptara un héroe tan oscuro. La pregunta que Breaking bad se hace es: ¿Walter White se vuelve malo? ¿O el mal estaba ya dentro de él y solo han hecho falta una serie de circunstancias para que florezca en toda su oscuridad?

El temor de la productora quizá parezca injustificado si tenemos en cuenta que, en los últimos años, el público ha preferido a los héroes a oscuros y torturados. ¿Por qué es así, Vince? “Es una pregunta que yo mismo me hago”, comenta. “Habíamos visto, quizá, demasiadas series en las que los buenos visten de blanco y el malo viste de negro. Y la vida es otra cosa, más matizada. La mayoría de nosotros somos una mezcla de buenas y malas intenciones. Pero, quién sabe, quizá todo esto sea algo cíclico. Quizá volvamos al héroe de una pieza”.

GILLIGAN SE CURTIÓ EN EXPEDIENTE X, serie de la que era fan y a la que envió un guion que acabó convertido en el episodio Luz difusa. Después, escribió hasta otros 26 episodios, además de convertirse en productor. El creador de Breaking bad considera a Chris Carter el “mejor mentor posible” en el paisaje de la tele. “Era muy exigente, pero eso es algo que, a la larga, he aprendido a apreciar. Y ahora mismo yo soy así con mi equipo. Siempre pido lo mejor, aunque también siempre intento escuchar”. Por ejemplo, escuchó a Bryan Cranston, quien aportó grandes ideas para su personaje Walter. Como los dudosos calzoncillos que viste en el piloto, una forma simple y clara de describir su decadencia personal. “Trato de escuchar a todo el mundo. Siempre hablo de esto como un trabajo en equipo. Y gente como Michael Slovis, el director de fotografía, ha sido fundamental a la hora de dar personalidad a la serie”.

BREAKING BAD NO ES UNA SERIE AL USO, y no lo es en ningún aspecto. Es tele poco televisiva. Si vieran el piloto (dirigido por Gilligan) sin saber qué es, pensarían que es una nueva película de los Coen. Bebe del cine independiente y piensa en términos visuales. “Me molesta que en la televisión –dice Gilligan– los personajes suelan aparecer tan grandes, siempre ocupando casi toda la pantalla. Ahora mismo las teles son enormes y no hace falta que sigamos filmando a los actores así. Yo quería hacerlos pequeños, dar importancia al paisaje”.

Ese paisaje es Albuquerque, Nuevo México. Hasta allí viajó en exclusiva DOMINICAL –el único medio español– para visitar el rodaje de la serie. Un lugar de belleza desnuda, cuyo desierto parece reflejar en parte el aislamiento sentimental de los personajes. Albuquerque es un personaje más, como han sabido aprovechar los comercios locales, que ofrecen tours guiados o venden hasta rosquillas con topping imitación del cristal azul cocinado por Walt y Jesse.

En realidad, Breaking bad estaba situada en California, pero el equipo se vio arrastrado a Nuevo México por los incentivos que ofrecía este Estado en cuanto a impuestos. Empezó como una decisión prosaica, pero derivó en el mayor triunfo artístico: sus elementos geográficos y topográficos solo son pluses para la serie, que a veces puede parecer de los episodios finales, Rabid dog (Perro rabioso), el 12º de la quinta temporada. Pero antes de escuchar gritar “¡acción!”, viajamos hasta el gigantesco plató, ahora mismo deshabitado, donde se ruedan las escenas de interiores: la casa de los White, la oficina del abogado Saul Goodman (Bob Odenkirk), la recepción del túnel de lavado… Decorados minuciosamente elaborados, en el que cada detalle tiene que contar con la aprobación de Mr. Vince Gilligan. Hasta el último boli. En serio. “Eso es verdad”, me diría más tarde Gilligan en la entrevista. “Soy un freak del control. Pero es mi parte favorita del trabajo. Lo duro es escribir. Lo divertido son esos parones, dos al día, para revisar las fotos que me envían de los decorados”.

CADA EPISODIO SE RUEDA EN TAN SOLO OCHO DÍAS, y cuando nos trasladamos a la Civic Plaza para ver rodar una secuencia, es fácil percibir cierta agitación, pero nunca un ápice de mal humor. Se nota que el equipo de la serie forma ya una gran familia. En la escena vemos a Walter hablar por teléfono con Jesse, quien en realidad no está a kilómetros de distancia, sino tan solo a unos metros.

Una toma detrás de otra, aunque la primera ya parecía perfecta. En un pequeño interludio, los protagonistas se acercan a hablar con la prensa como si fuéramos parte del equipo, de la familia. Si toda esta naturalidad forma parte de un plan, da el pego absolutamente. Ver a Bryan Cranston en la pantalla impresiona. En persona, claro, el impacto es doble. Inspira respeto. Y cuando imita a Walter durante ciertos momentos de la entrevista, uno no sabe si meterse debajo de la mesa. “Ha sido un gran viaje –me explica–. Pasar de ser ese hombre gris al monstruo que hoy sabemos que es” [termina la frase con un gesto huraño terrorífico].

Si algo ha corroborado Breaking bad es la capacidad camaleónica del actor. “Yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ese personaje, ya fuera ganar peso o perderlo, o aparecer desnudo en una tienda de alimentación. Ningún problema con nada de eso. A trabajar”. Stephen King dijo de las interpretaciones de Bryan Cranston y Aaron Paul que eran las mejores que había visto en tiempo. Ciertamente, ambos son magníficos y cuando están juntos saltan chispas. Al público le ha dolido ver cómo se iban distanciando los personajes, por egoísmos y giros que aquí no revelaremos por respeto a los neófitos; y muchos se preguntan si hay una probabilidad de reconciliación. “Yo creo que Walt todavía siente cierto aprecio por Jesse, pero dudo que haya final feliz para ellos”.

Unos minutos después, en una habitación del Hyatt Regency, un distendido Aaron Paul me confirma la teoría. “Walt y Jesse ya no podrán volver a ser amigos nunca, porque Jesse se ha quitado la venda. Ha visto todo el mal del que Walt es capaz”. ¿Cómo le gustaría que acabara Breaking bad? “Como fan de la serie, me gustaría que como mínimo Jesse consiguiera alejarse de todo esto. No estoy seguro, pero, quién sabe, quizá él sí que tenga un final feliz”.

ANNA GUNN INTERPRETA A SKYLER, la esposa de Walt. Un personaje que no ha acabado de gustar entre el público, a veces para desesperación de la actriz. “Walt es quien cocina metanfetamina. Skyler es, o era, mientras tanto, la voz de la razón. No entiendo por qué caía mal”. Ella era la víctima, una mujer obligada a guardar demasiadas cosas dentro, igual que otro personaje famoso de Gunn en televisión: la Martha de Deadwood. “Son personajes similares, cargados de tensión interna”, dice ella. Después de Breaking bad, Anna se muere por hacer una comedia. También Betsy Brandt (Marie, hermana de Skyler) anda buscando “personajes ligeros”, aunque Marie ha tenido momentos bastante cómicos. Saltando de una sala de reuniones a otra, tenemos oportunidad también de hablar unos minutos con RJ Mitte, quien interpreta al hijo de Walter, esto es, Walter Jr. Un actor admirable, al que su leve parálisis cerebral no parece detener en absoluto: después de la serie rodará un filme de acción. “Y tengo ganas de rodar películas y series de cualquier género”, asegura.

En su charla, Dean Norris (Hank, marido de Marie y al final enemigo, como agente de la DEA, de Walter) nos habló también de sus proyectos de futuro. Habló de cierta serie de ciencia-ficción, sin dar título ni argumento, que ha resultado ser La cúpula. “Ahora mismo no puedo hacer nada parecido a Breaking bad. Ha sido demasiado buena. Es mejor alejarse de los polis y la droga por una temporada”, declaró. Desde luego, el reparto de la serie sufrirá para hallar otra historia tan icónica, pero también la propia televisión. El final de Breaking bad es casi el fin de una época. Habrá que disfrutar todo lo posible de estos últimos estertores, ocho episodios de infarto.