Johnny Depp: "Las máscaras me han convertido en quien soy"

El actor es el indio Toro en otro de los éxitos cinematográficos del verano: 'El llanero solitario'

portada del 'Dominical' del 18 de agosto

portada del 'Dominical' del 18 de agosto / periodico

NANDO SALVÂ / LONDRES

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No hay más que fijarse en la portada de 'Dominical' para comprobar que Johnny Depp no solo es una estrella de cine. Además es pintor, guitarrista y todo un maestro poniendo cara de estar pensando en cosas profundas. Pero, sobre todo, Depp es un cúmulo de contradicciones: abandera sensibilidad punk pero hasta que Robert Downey Jr. se convirtió en Iron Man (2008), era el actor mejor pagado de Hollywood; sus referentes vitales -los poetas románticos, Kerouac, el buen vino, Francia- lo perfilan como un intelectual, pero sigue apareciendo en las listas de hombres más sexys del planeta; reniega de su imagen pública, pero a él todo el mundo lo adora, hasta personalidades certificadamente antisociales como Keith Richards, Marlon Brando -que lo definió como “el mejor actor de su generación”- o el fallecido escritor e inventor del periodismo gonzo Hunter S. Thompson se cuentan entre sus amigos ilustres.

Pese a que Depp ha pasado la mayor parte de su carrera huyendo de su estatus de 'sex symbol', esa cara condenadamente bien diseñada le impide hacer nada al respecto, por mucho que, a modo de maniobra de distracción, él se empeñe en vestir como alguien a quien Iberia le ha perdido la maleta y se camufle detrás de flequillos greñudos, de esas gafas tintadas que ya apenas se quita ¿hace dos meses explicó el motivo en Rolling Stone: está miope perdido¿, de los anillos con forma de calavera, la colección de tatuajes que está dejando su cuerpo sin terreno no asfaltado y, en pantalla, toda una galería de personajes esculpidos a base de disfraces y capas de colorete. “Esas máscaras me han convertido en quien soy”, nos cuenta acerca de esos roles desde la suite de un lujoso hotel londinense, con su típica forma de hablar mitad murmullo mitad mugido. “Me permiten ponerme frente a la cámara y explorar mi lado más loco, o mi lado más oscuro. Y me permiten enfrentarme al público. Me resulta muy doloroso hacerlo con la máscara quitada. En realidad, jamás me la quito”.

Toro por tonto

'El llanero solitario' ofrece a Depp el escaparate para una más de esas caretas. Basada en la popular serie de televisión de los años 50, en ella el actor da vida a Tonto -en España le han cambiado el nombre por Toro para evitar chascarrillos-, un indio comanche que combate el crimen en el Lejano Oeste junto al cowboy enmascarado del título. Es un papel particularmente relevante para él. “Cuando era niño veía la serie por la tele y me molestaba que Tonto tuviera un papel secundario, que fuera como una especie de sirviente. A lo largo de la historia del cine, los nativos americanos han sido retratados como salvajes, y yo quiero contribuir a borrar esa imagen”.

En todo caso, a muchos no les ha gustado que sea él y no un actor indio quien dé vida a Tonto. Lo consideran de mal gusto o incluso racista, pero el actor se defiende: “De pequeño me dijeron que tenía sangre india porque los antepasados de mi abuela eran indios, y me siento orgulloso por ello y por intentar iniciar un debate sobre las atrocidades cometidas contra los indios en nombre del progreso”.

Tonto, además, reitera la atracción que el actor siente por los personajes marginales. “Me gustan los outsiders. Mi abuelo ya lo era. Se dedicaba al contrabando de alcohol durante la Depresión. Era un gran tipo”. Él mismo siempre se ha considerado a menudo un inadaptado, desde que, durante la niñez, sus padres se mudaron de una casa a otra más de 20 veces. “Nunca fui el tipo de chaval al que coronan rey del baile, y nunca me importó”, recuerda. “Me parece desesperante que hoy día todo el mundo quiera ser como los demás, que exista este miedo a ser diferente. Ya apenas hay verdaderos individuos, todos visten igual, hablan igual. Yo enseño a mis hijos que ser diferente está bien, porque siempre me he sentido más fuera que dentro del sistema”.

De nuevo asoma la contradicción. Porque un tipo que fabrica 'blockbusters' para Hollywood difícilmente es un 'outsider', y eso es algo que a Depp le cuesta aceptar. Desde que se convirtió en ídolo adolescente en los 80 gracias a la teleserie 'Jóvenes policías', ha estado peleado con su propia imagen. A los 17 años se había trasladado a Los Ángeles con la esperanza de conseguir una discográfica para su banda de rock, pero en lugar de eso acabó frente a la cámara de forma casi accidental ¿su primera esposa le presentó a Nicolas Cage, que le presentó a su agente, que le presentó al director Wes Craven, que le dio un papel en 'Pesadilla en Elm Street' (1984)¿ y antes de que pudiera darse cuenta ya era un fenómeno de masas cuya fama siguió creciendo de forma desproporcionada en poco tiempo.

La vida loca

Pasó la mayor parte de los 80 y los 90 viviendo la vida loca junto a sucesivas novias, como Kate Moss y Winona Ryder, peleándose con los fotógrafos y, en general, alimentando el tipo de publicidad que tanto le oprimía. No importaba la cantidad de papeles oscuros o raros que interpretara ¿un Frankenstein suburbano en 'Eduardo Manostijeras' (1990), el cineasta travestido 'Ed Wood' (1994), un pistolero crepuscular en 'Dead man' (1995), un émulo de Buster Keaton en 'Benny y Joon' (1993)¿, nada lo alejaba de las páginas de cotilleos. “Sales de casa por la mañana y te persiguen los paparazzi, y tienes que esconderte si quieres hablar con alguien porque podrían veros y entonces sería malinterpretado”, lamenta Depp. “Me he puesto cosas rarísimas para salir a la calle sin ser reconocido: una nariz falsa, una barba tipo ZZ Top, un pañuelo en la cabeza¿”.

Su mala relación con los medios llegó al extremo. Una vez amenazó a los fotógrafos con un palo; otra, durante el festival de Cannes, canceló todas sus entrevistas y se negó a salir de la cama. Pero algo hizo que todo cambiara. “Los niños te dan fuerza y perspectiva. Frente a cosas que antes me cabreaban, como lo que publiquen las revistas, ahora solo pienso: `¡Oh, que les den! Me voy a jugar al béisbol con mi hijo”.

La nueva estrategia empezó a funcionar tras el nacimiento en 1999 de Lily-Rose, la hija que tiene junto a la actriz y cantante francesa Vanessa Paradis, de quien muchas veces ha dicho que salvó su vida. La pareja se refugió en sus casas de París y el sur de Francia, tuvieron otro hijo, Jack -ahora tiene 11 años-¿ y se dedicaron a llevar una vida privada que Depp solo abandonaba para rodar. La reclusión, pues, fue su remedio contra el éxito. “En realidad me siento muy afortunado, pero llega un momento en el que comprendes que tu anonimato ha desaparecido para siempre, y es una sensación extraña. Es decir, yo me dedicaba a poner gasolina, trabajé de albañil, y ahora, años después, no puedo moverme por el mundo en paz. Pero, bueno, es el precio que hay que pagar, supongo. Nada es gratis”.

En realidad, yo era músico

Hacerse actor, después de todo, fue un extraño desvío de la carretera por la que Depp transitaba en la adolescencia. “En realidad no tenía ningún interés en serlo. Yo era músico”, explica. “No sé si todavía he desarrollado un verdadero deseo de ser actor, y no sé si a estas alturas voy a lograrlo. Pero está claro que a lo largo de mi vida me he dedicado a cosas peores”. Si de vez en cuando se pone melancólico por la vocación musical no consumada, seguro que halla consuelo en la cantidad de dinero amasado a estas alturas, el tipo de cantidad que te permite comprar tu propia isla en el Caribe ¿18 hectáreas en las Bahamas¿, que te costea un estudio de grabación en tu propia casa, y que garantiza que tus hijos y nietos tendrán la vida solucionada.

Nada de eso existiría en la vida del actor de no ser por una elección que tomó hace 10 años, y que no solo le proporcionó su primera nominación a los Oscar, sino que lo convirtió en la superestrella que hoy es: dar vida al capitán Jack Sparrow en la primera entrega de la saga 'Piratas del Caribe' (2003). ¿Esperaba en su día que el papel tuviera semejante impacto? “No, no. Cuando estábamos rodando la película, la productora quería despedirme. Decían: '¡Está arruinando la película! ¿Qué le pasa? ¿Está borracho? ¿Es que es gay?'. Querían poner subtítulos a mi personaje. Yo les dije: 'Tenéis razón, probablemente debáis despedirme, pero antes tendréis que pagarme”.

De nuevo, a causa de las paradojas de la vida, el papel que, podría decirse, más alto ha hecho llegar el actor es también el que, según muchos, más daño ha hecho a su carrera. Desde que encarnó a Sparrow esa primera vez ¿y desde entonces lo ha hecho en tres películas más, y una quinta entrega está en camino¿, actuar se ha convertido cada vez más para él en una mera oportunidad para ponerse peluca y maquillaje y poner muecas en pantalla. Sus extravagantes personajes pueden resultar aceptables en pequeñas dosis ¿como Bon Bon, el reo travestido de 'Antes que anochezca' (2000), que saca la novela de Javier Bardem de la cárcel escondiéndosela en el recto¿, pero en formato protagonista pueden resultar desastrosos. “En cuanto te encasillas pueden pasar dos cosas. Una es que te hagas inmensamente rico, la otra es que tu carrera se hunda”, comenta el actor, no se sabe si para rebatir a sus detractores o para darles la razón. “Pero incluso en el mejor de los casos no creo que hacer siempre el mismo papel te satisfaga como actor, y estás faltándole el respeto a los espectadores”, aclara. “Mi único objetivo como intérprete es dejar tras de mí una filmografía de la que mis hijos puedan sentirse orgullosos. No quiero que se avergüencen de nada de lo que he hecho”.

Recién cumplidos los 50

No hay más que fijarse en sus personajes en títulos como 'Charlie y la fábrica de chocolate' (2005), 'Alicia en el país de las maravillas' (2010) o 'Sombras tenebrosas' (2012), todos ellos dirigidos por Tim Burton ¿han trabajado nueve veces juntos¿, para comprender a quienes consideran que, recién cumplidos los 50 años, Depp corre el riesgo de caer en el tipo de autoparodia en el que en su día degeneraron las carreras de Jack Nicholson, Robert De Niro o el propio Brando. Por lo demás, él asegura llevar el medio siglo con mucha dignidad. “No estoy seguro de cuánto tiempo va a pasar antes de que mi espalda se tuerza y empiece a caminar raro. Pero por ahora, todo bien. A los 37 o 38 años me sentía un poco como en tierra de nadie, pero luego llegaron los 40 y, de repente, si quiero me puedo acostar a las 9.30 de la noche. Ya no siento la responsabilidad de seguir siendo joven y aguantar más que nadie por las noches”. Así pues, que en 2012, tras 14 años de relación, Depp cambiara a Paradis por Amber Heard, 23 años más joven que él, no debe entenderse como un efecto de la crisis de la mediana edad. En otras palabras, la actriz, a quien conoció en el rodaje de 'Los diarios del ron' (2011), no es el equivalente humano a un Porsche.

El único aspecto de su vida privada del que Depp habla son sus hijos. “Ahora mis hijos son ya mayores, ella tiene 14 y él 11, y eso es aterrador, porque me acuerdo de lo que yo hacía a esa edad. Ser padre es lo único que realmente me importa hacer bien en la vida. Mi trabajo es solo eso, un trabajo. Y, francamente, un trabajo bastante extraño para que lo desempeñe una persona adulta”. Esta última frase, confiesa, no es suya. Se la tomó prestada a Brando. “Es una de las cosas más brillantes que he oído en mi vida”, sentencia, y aclara: “La mayoría de la gente va a trabajar por las mañanas, pasan el día en la oficina, y cuando vuelven a casa y sus hijos les preguntan qué han hecho durante el día, contestan: `Hoy he despedido a Henry¿, o cosas así. Yo, en cambio, les digo: `Hoy estuve atado a una rueda gigante que rodaba montaña abajo¿, o `dando saltos sobre el techo de un tren¿. Es raro”.

Quizá sea por eso que la interpretación no parece tener mucho peso en sus planes de futuro. Solo unos días después de nuestro encuentro en Londres, en la televisión británica sugirió que tal vez no tarde mucho en dejarlo. “Llega un momento en el que te das cuenta de que has dicho más palabras escritas por otros que palabras propias, y piensas que tal vez sea una opción de vida algo extraña para un ser humano”, explicó. Extraña, sí, pero ¿y ahí va un último contrasentido¿, Depp al mismo tiempo asegura que solo se siente cómodo delante de la cámara. “Ahí afuera la gente te mira fijamente y puedes verles sacándote fotos con sus iPhone. Cuando estoy rodando todo está muy claro, sé lo que tengo que hacer. En el mundo exterior, en cambio, me noto perdido”.