David Peña, Dorantes: "Los muros no nos dejan ver lo que hay detrás"

El pianista sevillano estrena disco, 'Sin muros!', en el que sigue rompiendo los límites del flamenco

NÚRIA MARTORELL / Sevilla

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Las ágiles manos de <strong>Dorantes </strong>bailan sobre las teclas y el vientre del piano. Percute las cuerdas de su interior para recuperar luego la melodía sobre el teclado y saltar de una pieza a otra de su nuevo disco, 'Sin muros!'David Peña (así figura en su DNI) recibe a 'DOMINICAL' en el acogedor estudio que tiene en la planta baja de su casa, en Mairena del Aljarafe, a unos seis kilómetros de Sevilla. En las paredes cuelgan algunos carteles de prestigiosos festivales de jazz. En todos aparece su nombre. Como eslabón de una conocida estirpe flamenca, el jondo forma parte de su médula artística. Pero su creatividad y conocimientos, también en clásica, le permiten apropiarse de otros géneros con total naturalidad.

Para esta sesión de fotos, el marco será diferente. Los Pinares de Aznalcázar, cerca del coto de Doñana, ejercen de sorprendente e hipnótico escenario. Los árboles se reflejan, coquetos, en la tapa de su imponente piano de cola en un lugar por donde pasan muchas hermandades que acuden al Rocío. Su romería, la auténtica devoción de Dorantes, es la búsqueda de la libertad artística.

Hijo de <strong>Pedro Peña</strong>, nieto de <strong>María la Perrata </strong>y sobrino de <strong>Juan Peña El Lebrijano</strong>, Dorantes (Lebrija, Sevilla, 1969) lleva años revolucionado el piano flamenco. Y para su más reciente aventura musical ha querido que el cante estuviera especialmente presente, ya sea recuperando una pieza que grabó con el añorado Enrique Morente o reclutando a nombres como Arcángel<strong>Carmen Linares</strong>Miguel Poveda -vecino suyo, por cierto- y <strong>José Mercé</strong>.

A Dorantes le gusta romper moldes. Largos pasajes con disonancias le sitúan en otros universos. Su virtuosismo clásico y su dominio de la técnica, su jondo linaje y su perfecta ejecución, su espíritu lírico y libérrimo marcan la diferencia.

En su flamenco hay semillas de otros lenguajes. ¿Cuál diría que es su mejor fruto?

El mío es un fruto propio. Mi semilla es el flamenco, que abono y riego con aguas enriquecidas por mis experiencias vividas en otras culturas, que cultivo en las tierras del estudio y que mimo con mi alma. Mi deseo es que este fruto sea comido con ganas... y con ganas de más.

¿Qué supuso para usted 'Orobroy'? Con la distancia del tiempo, ¿cómo valora ese primer disco y el éxito que alcanzó?

 <strong>'Orobroy'</strong>: pensamiento, mi punto de partida, en el que comencé la carrera que hoy me ocupa. Lo que conmueve de 'Orobroy' es el sentimiento que produce en los demás, la emoción con la que muchos aficionados y no aficionados me escriben o cuentan qué sienten al escucharlo, los que vuelven una y otra vez al tema y al álbum, después de 15 años, para seguir buscándose a sí mismos, para buscar en su interior ese algo que les hace estremecer. Eso es lo que me gusta, eso creo que es el mayor valor de una obra: que supere las modas, que supere los intereses de uno u otro y que tu tierra la haga propia. Por ello os doy las gracias.

¿Y qué me dice de su paso por el conservatorio?

En el piano flamenco no había método. La música es el vehículo de expresión con el que interactúo con el mundo. Ir al conservatorio me ayudó a conocer recursos y ampliar los cauces por los que puedo materializar mis ideas y mis sentimientos. No hizo más que ampliar mi vocabulario para poder afinar, más fielmente, la ideas y sentimientos que plagan mi mente como creador en la elaboración del discurso musical. Ahora bien, también es cierto que no se ejercitan en el conservatorio, al menos cuando yo estuve, estudios ni técnicas flamencas, y sí muchísimo clásico, y que ninguno de esos conocimientos establecidos se pueden aplicar textualmente al piano flamenco sin caer en sonoridades tópicas y desarrollos estandarizados. Mi lenguaje es totalmente autodidacta, en el sentido que he buscado la vinculación expresiva del flamenco en mi familia, mi cuna cultural, en lo vivido y aprendido.

¿Qué otros pianistas flamencos le han servido de referencia y admira?

Arturo Pavón Pepe Romero hicieron una valoradísima aportación al piano flamenco. Son indiscutibles iniciadores en la irrupción de este instrumento alejado a la música flamenca, al menos hasta entonces.

¿La gramática musical aprendida le permite ser más libre?

Muchísimo más. Es como el poeta que para decir algo rebusca en su mente y encuentra mil sinónimos en lugar de diez, o se emociona con textos en los que es capaz de descubrir formas complejas para decir algo que le inspira para avanzar o para encontrar la belleza en la más simple de las formas, que no por ello la más fácil. La música y la escritura tienen tantas cosas en común.

¿Por qué es tan importante derribar muros?

Porque los muros no nos dejan ver lo que hay detrás, no nos dejan avanzar y nos circundan a ellos. Como diría Platón, no quiero que mi realidad sea la sombra reflejada de algo, quiero ver ese algo, y para ello liberémonos de los muros.

¿Cuál es el muro que más daño le está haciendo al flamenco?

La banalización del arte

¿Y al mundo en general?

El de la intolerancia.

¿Cómo se le ocurrió este título: 'Sin muros!'?

Fue un impulso, salió de repente, como una necesidad interior y no solo por la música. Vivíamos entonces la expulsión de los gitanos de Francia, el inhumano conflicto sirio, la tragedia del cuerno de África, los permanentes conflictos en Afganistán... Salió sin más. Y la exclamación está solo al final porque sin muros es el final de una larga frase de peticiones que deberíamos construir entre todos.

En la vida uno ha de sortear muchos muros, tanto físicos como mentales. ¿Por qué el ser humano insiste en seguir creándolos?

Porque creemos que con ellos nos protegemos y lo creemos así porque nos da miedo lo diferente, lo que no es igual a nosotros, cuando precisamente eso es de las cosas más bonitas que nos ofrece el mundo. Abrámonos a él.

¿Y la música es capaz de derribarlos?

La música está presente en nuestra vida en todo momento, en nuestra intimidad, en nuestros actos sociales, en nuestros encuentros, en nuestras alegrías y en nuestras penas, en nuestros recuerdos y en nuestros sueños. Pues claro que sí, la música nos forma, nos condiciona y nos une como personas. Y el mundo lo dirigen las personas.

Alguna ocasión ha dicho que el arte es una terapia. ¿De qué le ha curado la música?

Recurro a la música desde que me levanto hasta que me acuesto. Me comunico más con la música que con la palabra, y me voy moldeando conforme avanzo en el proceso de creación. Me ha curado de caer en la superficialidad de las cosas, de dejarme llevar por la frivolidad. La creación te obliga a un desarrollo personal que es, además, un magnífico antídoto contra el miedo.

¿Y cómo puede ayudar un artista a hacer la existencia de los demás más llevadera?

El arte tiene ese poder, trabaja sobre el individuo. Como diría Stravinski, "yo no hago música para las masas, yo hago música para cada alma individual", lo que provoca un mensaje directo sobre cada uno de tus oyentes, un mensaje sin palabras, un sentimiento que recibe uno mismo y lo hace propio. Si podemos ayudar a que una sola persona sea feliz con nuestra obra, todo el trabajo está más que recompensado.

Usted es un flamenco de pro, pero siempre parece que tenga que explicarlo, que tenga que argumentar por qué es y se siente flamenco.

Quizá sea porque mi música no sigue los cánones y los patrones del flamenco que algunos llaman "puro". Pero me gusta así, mi formación me lo permite y me encanta ese desarrollo. He vivido y sigo viviendo a diario esa pureza y la tengo tatuada en cada poro de mi piel. Mi música se podría decir que es contemporánea en forma, pero desde luego toca a tierra en contenido. Mi familia es uno de los linajes que más han aportado artísticamente al flamenco, junto a otras grandes familias, también, y pertenecer a ella, con lo que eso implica, y poder ofrecer mi visión es una dualidad que muestro con satisfacción.

¿Por qué persiste el debate entre lo que es y lo que no es flamenco?

Siempre existió, existe y existirá, al parecer. Es común en todas las disciplinas musicales, por la necesidad de nombrar y etiquetar siempre algo o a alguien en un concepto. Están los que quieren acotar (con muros) y los que los derriban para que el arte fluya libre de orilla a orilla, perfumando y coloreando nuestro mundo. El flamenco es un arte libre que evoluciona, porque está vivo. Ese es el secreto de la supervivencia. No temamos la variedad, la multiplicidad de propuestas... El medio seleccionará como en la evolución de las especies. Disfrutemos mientras tanto.

¿Qué sintió cuando escuchó su pieza 'Errante' en la madrugada de la Semana Santa sevillana?

Mucha emoción. Fue muy especial para mí acudir como espectador a escuchar mi propia obra en la madrugá del Jueves Santo, en uno de los sitios emblemáticos de Sevilla: La Campana. Además, estaba de forma totalmente anónima entre el público y podía sentir cómo mi música invadía el aire y las calles de Sevilla, la emoción de miles de personas en silencio observando el danzar del paso de Cristo al son de Errante, el olor a incienso y el palpitar de los corazones, las cornetas, trompetas, trombones, tubas, bombardinos... Toda una borrachera de sentidos que hicieron que para mí ese fuera un día muy, muy especial.

En un disco que habla de la libertad no podía faltar Federico García Lorca. ¿Qué es lo que más admira de él?

Su valentía y su sensibilidad.

Le han tachado de iluso, soñador, ingenuo, utópico. ¿Serlo es algo negativo?

Esas mismas preguntas me las hago yo a mí mismo muchas veces, con rotundidad. Sí, lo soy, ¡y que no deje de serlo!

La crisis también puede interpretarse como una necesidad de buscar nuevas fórmulas. ¿Qué futuro le gustaría vaticinar?

Como bien dice, los periodos de crisis son periodos de intensa creatividad artística, nos podemos remitir a la historia de las civilizaciones. Las crisis sociales estimulan al creador, pues la necesidad de contar y expresar es mucho mayor. Nos vamos a reorganizar, vamos a ser más optimistas y vamos a resurgir con fuerza y con ganas de comernos el mundo.