Aniversario de una institución

50 años del Museu Picasso de Barcelona

Pablo Picasso, en 1957.

Pablo Picasso, en 1957.

Natàlia Farré

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En Barcelona es donde empezó todo. "Allá es donde entendí hasta dónde podía llegar”. La frase, pronunciada por Pablo Picasso (1881-1973), resume “el viejo matrimonio de amor”, así lo definió en 1982 su viuda Jacqueline Roque, que el pintor y la ciudad mantuvieron a lo largo de los años. Aquí es donde se instaló su familia cuando él aún no había cumplido los 14 años y aquí murieron su padre, su madre y su hermana.

En Barcelona comenzó sus estudios de pintura, conoció a algunos de sus mejores amigos -Jaume Sabartés, Ramon Raventós, Manuel Pallarès, Joan Vidal Ventosa-, conectó con artistas avanzados a su tiempo -Santiago Rusiñol, Ramon Casas, Isidre Nonell, Joaquim Mir- y pintó alguna de sus mejores obras de la época azul -'La vida', sin ir más lejos-. Y aquí decidió que quería que estuviera su museo: el Museu Picasso de Barcelona. El primer centro monográfico dedicado al pintor. El único creado en vida del genio y por expreso deseo suyo. Y el único que le tuvo como mecenas y comisario: él decidió qué obras quería que se expusieran y las donó. Un museo de referencia a nivel internacional que cumple ahora 50 años y que nunca recibió la visita de su impulsor.

Picasso prometió no volver a España mientras Franco estuviera vivo y fiel a su promesa no lo hizo ni para enterrar a su madre ni a su hermana, ni para inaugurar el museo que él había pensado. Un museo, que para evitar problemas con el sector más duro del franquismo, abrió sus puertas el 9 de marzo de 1963 con el nombre de Palacio Berenguer de Aguilar-Colección Jaime Sabartés.

Anécdotas y complicidades

Pero su gestación empezó mucho antes y es una historia plagada de anécdotas, voluntades y complicidades que involucró a personajes conocidos y anónimos de la sociedad civil barcelonesa. “Una historia muy bonita y fascinante en la que participó mucha gente. Pero esto fue hace 50 años y hay varias generaciones a las que tenemos que recordar lo que pasó. Por eso pensé que era pertinente realizar una mirada introspectiva y explicar: ¿quiénes somos?, ¿cómo nacimos?, ¿qué hemos hecho? y ¿qué es lo que nos identifica?”.

Así explica Bernardo Laniado-Romero, director del museo, las tres exposiciones programadas durante este 2013 que hablarán del centro (génesis, colección y exposiciones) y así justifica la ausencia de grandes fiestas para conmemorar el aniversario. Una sobriedad a la que el Picasso ya está habituado. En 1963, abrió discretamente para no levantar ampollas entre los más afines a la dictadura. Y en 1970, el museo creció con la anexión del palacio del Baró de Castellet y la llegada de 921 obras donadas por Picasso, pero tampoco hubo entonces fiesta por todo lo alto. Se tuvo que anular. El pintor, en protesta contra el proceso de Burgos, se negó a cualquier solemnidad y a la presencia de autoridades. Una vez más, el museo inauguró con austeridad y discreción.

'El Guernica' y el horror de la guerra

Las posiciones de Picasso y el franquismo no podían estar más alejadas. El artista era uno de los personajes más odiados por la dictadura: no solo había militado en el Partido Comunista Francés, sino que además había inmortalizado el horror del fascismo y la guerra civil en 'El Guernica'. Y, sin embargo, fue un adscrito al régimen el que permitió la creación del museo: Josep Maria de Porcioles. Este, entonces alcalde de Barcelona, supo ver la importancia que el proyecto podía tener para la ciudad, y no se amedrentó ante los sectores más radicales del régimen.

El 27 de julio de 1960 presentó en el pleno del Ayuntamiento una moción que instaba a la creación del Museu Picasso. Fue aprobada por unanimidad. Antes, Miquel y Joan Gaspar, propietarios de la Sala Gaspar, y Gustau y Anna Maria Gili, unos de los editores más importantes de libros ilustrados de Picasso, todos amigos del genio, habían creado el clima propicio para plantear la creación del museo. Jaume Sabartés, secretario personal del pintor, había donado a la ciudad la colección de picassos atesorada a lo largo de años de servicio al artista, y el notario Raimon Noguera, asesor del genio y amigo de Porcioles, había convencido al alcalde.

La primera elección de Sabartés no fue Barcelona sino Málaga, ciudad natal de Picasso, pero fue el propio artista quien lo convenció para que se decantara por la capital catalana. Sabartés, escultor, escritor y poeta ocasional, conocía al pintor desde que ambos coincidieron en La Llotja, y en 1935 se convirtió en su ayudante más próximo, cargo que ocupó hasta su muerte, en 1968. Picasso, además de telas, le daba sistemáticamente una copia dedicada y firmada de cada uno de los grabados que hacía, de manera que el número de piezas que el secretario reunió fue considerable.

Maqueta viajera

Sabartés pensaba entregarlas tras su muerte, pero los Gaspar le convencieron para que las donara en vida. El secretario solo puso una condición: reservarse el derecho de vender alguno de los trabajos si lo necesitaba por razones económicas. Derecho que nunca ejerció, ya que Picasso y Jacqueline se ocuparon de su amigo hasta su muerte. El secreto del museo es que gustó a Picasso y este se implicó. Tanto que en 1962, mientras se realizaban las obras de rehabilitación del palacio Berenguer de Aguilar, futura sede del centro, Picasso hizo llevar a Cannes, donde residía, una maqueta del proyecto. Esta llegó de la mano de los Gaspar.

La colección Sabartés posibilitó la creación del centro, pero el museo abrió con más fondos. A la donación del secretario de Picasso se sumaron 22 piezas firmadas por el artista provenientes de la colección Plandiura, adquirida por el Ayuntamiento y la Generalitat en 1932; el legado de dibujos del coleccionista Garriga i Roig, y 'El Arlequín y la Minotauromaquia' donados por el propio Picasso a la ciudad en 1919 y 1938, respectivamente. En el mismo 1963, Dalí regaló el libro de 'Las Metamorfosis de Ovideo' y Gala cedió el único collage cubista que tiene el museo. Pero no pasaron muchos años más hasta la llegada de la primera de las dos grandes donaciones que Picasso realizó al centro: la serie entera de 'Las Meninas', la reinterpretación que el malagueño hizo de la obra de Velázquez en 58 lienzos pintados durante cuatro meses en 1957. Picasso, escarmentado con lo que había pasado con otras de sus variaciones, como 'Las mujeres de Argel' de Delacroix, que acabaron desperdigadas por diferentes colecciones, las mantuvo siempre unidas, no las vendió nunca y las donó a Barcelona con la expresa condición de que no se separaran. Fue en mayo de 1968 y lo hizo en memoria de Sabartés, muerto en febrero. 'Las Meninas' no llegaron solas. Iban acompañadas de 'El retrato azul' de Jaume Sabartés y la promesa de seguir dando al museo una copia de sus grabados como había hecho con Sabartés.

Traslado de 'Las meninas'

No fue fácil sacar 'Las Meninas' de Francia. Elvira Farreras, mujer de Joan Gaspar, lo cuenta en sus memorias: “Pudieron llegar a Barcelona de milagro. El Gobierno francés no puso ningún inconveniente porque estaba viviendo la tensión que desembocaría en el mayo del 68. Después cerraron las fronteras por las huelgas. Si los franceses hubieran estado más diligentes, 'Las Meninas' quizá aún estarían en Cannes”. El caso es que Joan Ainaud de Lasarte, entonces director general de los Museos de Arte de Barcelona, recibió el día 2 de mayo una llamada de Picasso anunciando la donación e instándole a desplazarse rápidamente a Cannes para recogerlas. “Hice una serie de gestiones para el transporte, que no se presentaba nada fácil porque estábamos en plena revuelta de los estudiantes en París. Los aviones no querían coger la carga y los camiones tampoco. No me quedó más remedio que enrollar con mis propias manos la tela grande, ponerla en una caja estrecha y después de llevar a término todas las formalidades necesarias de cara a las autoridades francesas de la aduana de Niza, donde llevamos las cajas en un capitoné, preparar la marcha hacia Barcelona en tren, llevándome las pinturas bajo mi propio riesgo como equipaje, ya que teníamos la sensación de que cualquier retraso podía tener consecuencias imprevisibles”, explica en Homenatge de Catalunya a Picasso. Finalmente, el 9 de mayo por la mañana, 'Las Meninas' llegaron a la estación de Francia y fueron trasladadas al museo.

Pero aún faltaba una segunda donación de Picasso y esta llegó por sorpresa en 1970, cuando el artista regaló a la ciudad 921 óleos y dibujos de su época infantil y juvenil custodiados en el piso que había tenido su madre en el paseo de Gràcia, entonces en manos de sus sobrinos. Cuando el notario Raimon Noguera le planteó, por petición del alcalde, la posibilidad de ceder a Barcelona la tela 'El paseo de Colón', donde puede verse la estatua del navegante que hay al final de La Rambla, Picasso respondió: “Calla, hombre, calla. Todo va a Barcelona”. La llegada de la colección al museo provocó su engrandecimiento con la anexión del edificio colindante, el Baró de Castellet, adquirido años antes por el consistorio pensando ya en una posible ampliación. Fue el último regalo del genio a la ciudad pese a que tenía la intención de ser más generoso, tanto en obra hecha como en obra de nueva creación: hablaba de realizar relieves de bronce para las puertas del centro. Pero para ello ponía una condición: más espacio. El museo solo podía crecer hacia el palacio Meca, ocupado por La Caixa. Las negociaciones se dilataron y Picasso murió antes de la cesión del edificio.

Nuevas aportaciones

Tras su muerte, su viuda Jacqueline siguió haciendo aportaciones pero desde su propia colección, ya que los fondos del pintor pasaron en gran parte a manos del Gobierno francés en concepto de dación por el pago de impuestos de sucesión. Fue el comienzo del Museo Picasso de París, que arrebató la corona de número uno al de Barcelona, pero aun así, el de la calle de Montcada sigue siendo una referencia mundial para la etapa formativa del pintor. Quizá el centro de Barcelona no puede competir con el de París en la importancia de las obras que custodia, pero sí puede decir que es el único que existe por la voluntad de Picasso: el 95% de los fondos del museo están en la ciudad porque él quiso. Es el único que tiene una serie entera de las interpretaciones que el pintor hizo en los años 50, 'Las Meninas'; y el único que recoge toda la etapa de formación de un artista.

Para entender por qué Picasso escogió Barcelona para crear su museo hay que conocer el vínculo del artista con la ciudad. Una ciudad que le abrió un mundo nuevo y le dio la llave para descerrajar la puerta de la modernidad. Picasso mantuvo contactos con Barcelona a lo largo de toda su vida a partir de los amigos de juventud, pero los estrechó en la década de los 50, cuando los Gili y los Gaspar entraron en su vida introducidos por Sabartés y Vidal Ventosa. Picasso tenía un recuerdo profundo de la época pasada en la ciudad. Entre otras anécdotas, la mujer de Gaspar explica que el artista solía decir: “En la Enciclopedia Británica cuando hablan de Picasso ponen: `Picasso, artista catalán nacido en Málaga... Estos saben lo que dicen”. Y también recuerda la vez que en el aeropuerto de Niza, muy emocionado, les dijo: “Y pronto, dentro de una hora, vosotros volveréis a ver el monumento a Colón y yo tengo que esperar a que muera Franco”.

4.249 obras

La implicación de las familias Gaspar y Gili fue trascendental para el museo, porque además de ser los interlocutores de Picasso contribuyeron a crear el ambiente propicio en la ciudad para el acercamiento a la obra del pintor. La Sala Gaspar organizó en 1956 la primera exposición del artista en Barcelona desde 1936. Y allí se celebró también la famosa exposición de las colas de la Navidad de 1960. Y los Gili, además de ser grandes amigos de Picasso -fueron los únicos ajenos a la familia en poder entrar en la residencia de Picasso el día de su muerte- editaron en 1958 la Tauromaquia en España. Todos acontecimientos que fueron creando un ambiente favorable para la creación del museo.

A lo largo de los años, el centro de la calle de Montcada ha ido recibiendo pequeñas pero grandes donaciones, como la de lord Amulree, un inglés sin ninguna relación con el museo que en 1985 le dejó en herencia 'La ofrenda', y la de Montserrat Pla, la viuda de Rubió i Tudurí, que cedió en 1990 un retrato que Picasso le hizo durante el exilio. El museo también ha ido adquiriendo piezas. El último óleo, 'Barraca de feria', se compró en 2005. En total, medio siglo de trayectoria hasta llegar a las 4.249 obras actuales, a los cinco edificios anexados y a una situación consolidada que permite encarar con optimismo el próximo medio siglo. En mayo, el museo se constituirá en fundación, lo que le dará más autonomía. El siguiente reto será “romper las paredes del edificio y alcanzar a todo el mundo a través de un espacio web que sea sobre todo fuente de conocimiento y centro de referencia picassiano”, explica el director del museo, que no se olvida del público local, últimamente alejado de la calle de Montcada. De momento, el 9 de marzo habrá una jornada de puertas abiertas y cada uno de los trabajadores del museo explicará una de las piezas del centro: “Seremos nosotros los que recibiremos a los visitantes y compartiremos con ellos lo qué tiene de especial nuestra colección y por qué significa tanto”.