PAISAJE CON FIGURAS

No es ciudad para pobres

La tercera película de Julia Solomonoff, 'Nadie nos mira', brilla en la octava edición del D'A Film

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amc3524 / Álvaro Monge

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Nico es un actor argentino, bastante popular en su país gracias a un culebrón titulado Rivales, que un buen día se harta del camino que sigue su carrera –y de la relación tóxica que mantiene con el productor de la serie, un hombre casado y con hijos que le ha otorgado en la vida real el papel de amante clandestino– y se planta en Nueva York para rodar una película con un joven director mexicano que las pasa canutas para completar la financiación de su obra. El rodaje se retrasa una y otra vez por falta de dinero y Nico se ve obligado a subsistir como buenamente puede: aunque se encarga de un piso para turistas y hasta es capaz de vender árboles de navidad, su principal fuente de ingresos es Theo, el bebé de una amiga argentina un pelín pija, casada con un francés con pasta y que da clases de yoga para hacerse la ilusión de que tiene una vida propia. En una ciudad para ricos, el bueno de Nico es un pobre lampante agarrado a una quimera que no va a ninguna parte. Cuando le quiten a Theo porque lo ha usado para esconder objetos robados de un supermercado, Nico se enfrentará a la desesperación, a corto plazo, y a una suerte de redención un tanto oblicua, a un final seudo feliz con el que nos despedimos de él deseándole lo mejor.

Esta es la trama de Nadie nos mira, el tercer largometraje de la argentina Julia Solomonoff (Rosario, 1968) –tras Hermanas (2005), en la que aparecía mi querida Ingrid Rubio, y El último verano de la Boyita (2009)–, una de esas películas hechas con el corazón –lo que los anglosajones definen como a labour of love– en las que, dados los tiempos que corren, todo resulta problemático: conseguir la financiación, encontrar distribución, interesar a un número de espectadores suficiente para, por lo menos, cubrir gastos… Nadie nos mira se presentó el pasado martes en el D¿A Film Festival, que concluye mañana domingo y que este año ha llegado a su octava edición, gracias a la persistencia de su director, Carlos Ríos, y de la buena respuesta de lo que podríamos denominar La Brigada Verdi, es decir, esa gente que va al cine para ver algo que no sea una película de súper héroes. Previos, evidentemente, a la administración Colau, el D¿A Film Festival y el In-Edit son dos propuestas fundamentales de la esmirriada vida cultural de nuestra querida ciudad. Puede que sean más elitistas que los correfocs y las fiestas milenarias inventadas hace dos semanas por alguna lumbrera de la CUP, pero a mí me parecen bastante más interesantes (señorito que es uno).

    Presentó la película Isabel Coixet, amiga de Julia, con la que comparte una cierta manera de mirar y de rodar. Prometió que acabarían la introducción con una versión de algún éxito del Dúo Pimpinela, pero, lamentablemente, no fue así. Y luego, presentadora y directora nos dejaron a solas con el pobre Nico –Guillermo Pfening, que se llevó el premio al mejor actor en el festival de Tribeca por Nadie nos mira y que a mí me recordó a Alberto San Juan–, cuyas melancólicas andanzas por Nueva York me pusieron el corazón en un puño.

Conmovedora

Reconozco que tardé unos veinte minutos en entrar en la historia –probablemente, a causa del Frenadol, un producto contra el resfriado que no sirve para nada, pero atontolina que da gusto y coloca un poco–, pues las historias auto referenciales no suelen interesarme, pero acabé totalmente involucrado en ella, rozando el lagrimón cuando Nico ve a Theo en un parque y, sin necesidad de palabras, llega a la conclusión de que ese bebé era el único amigo auténtico que tenía en Nueva York.

Nadie nos mira es una película conmovedora que ojalá encuentre su público. Se estrenará en junio.