PAISAJE CON FIGURAS

No hay reglas para el triunfo

Coixet se llevó los tres Goyas más importantes por una película en cuya carrera comercial no confiaba

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zentauroepp41899613 coixet180209173901 / JUAN MANUEL PRATS

Ramón de España

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El público y la crítica son dos colectivos inescrutables. Un cineasta puede estar convencido de que su última obra va a arrasar entre ambos y encontrarse con que la crítica la machaca y el público la ignora. O viceversa. Isabel Coixet, que se llevó los tres premios gordos en los Goya de este año, ha pasado por ambas situaciones, y la segunda, evidentemente, resulta bastante más agradable que la primera.

A día de hoy, sigo sin entender el fracaso de Nadie quiere la noche, película que a mí se me antojó conmovedora –sobre todo el tramo final, con el desgarrador mano a mano entre Juliette Binoche y Rinko Kikuchi–, pero que la crítica masacró a su paso por el festival de Berlín, afectando negativamente a las ventas internacionales, y que el público pasó en masa de ver. Fue un rodaje complicado y fatigoso, siempre en la cuerda floja por los problemas económicos del productor, Andrés Santana, santo varón que acabó arruinado, pero Isabel confiaba en la carrera comercial de esa película. 

Por el contrario, antes de rodar La librería, reconocía no tener la más mínima confianza en que alguien fuese a verla cuando se estrenara: «¿A quién le va a importar la historia de una pobre tía que se empeña en montar una librería en un pueblo inglés, a finales de los 50, y se enfrenta a la mezquindad y el matonismo de sus vecinos?». 

Sabía que tenía entre manos una buena historia, pero una de esas buenas historias que hoy día no encuentran su público. Y, sin embargo, La librería tocó una fibra sensible en mucha gente, devolviendo a su autora a los tiempos de Mi vida sin mí La vida secreta de las palabras, tras una serie de encargos muy bien resueltos y una obra propia y autofinanciada, Ayer no termina nunca, que tampoco obtuvo el nihil obstat de público y crítica.

Me gustó verla por la tele con sus cabezones, sobre todo después de haber sido convenientemente basureada en los Gaudí por motivos sobre los que no hace falta extenderse. Recordé la frase de Scott Ftzgerald acerca de que no hay segundos actos en la vida de los norteamericanos y comprobé que sí la hay en la de los hispanocatalanes.

Evidentemente, a Isabel le ha faltado tiempo para decirme que solo vales lo que ha recaudado tu última película y que igual la próxima no va a verla ni Dios y la crítica la crucifica. Es lo que tiene la lucidez extrema que la caracteriza. Pero yo prefiero pensar que está en su mejor momento. Por segunda vez en su vida.

BCNegra se consolida

El cónclave barcelonés en torno a la novela negra que puso en marcha el gran Paco Camarasa parece plenamente consolidado con su nuevo director, el novelista Carlos Zanón. Actualmente, en España, no queda prácticamente ni una editorial que no publique thrillers y las listas de ventas van encabezadas por relatos criminales, pero hubo una época en la que las cosas eran muy distintas.

Recuerdo haberle propuesto a mi editor en Planeta, allá por el pleistoceno, una colección de novela negra –tenía hasta una lista de 20 libros leídos en inglés y en francés– y haber recibido la respuesta de que las colecciones especializadas no funcionaban.

Luego atacó la audaz Anik Lapointe desde RBA, inundando las librerías de thrillers –ahora sigue en ello, aunque en menor cantidad, desde Salamandra–, otras empresas siguieron su ejemplo y en la actualidad, el género policial se impone en las listas de ventas, mientras cada vez hay más gente que reconoce leer únicamente thrillers (yo mismo tengo que obligarme a abandonar de vez en cuando esa dieta).

James Ellroy se llevó el Pepe Carvalho. A mí Ellroy me carga por su autoimportancia, por su ansia de escribir la gran novela americana en cada nuevo libro, pero estoy en minoría, puesto que tiene fans a cascoporro. Pero si tenemos en cuenta que nunca le vi la gracia a Pepe Carvalho, pienso que premio y premiado hacen muy buena pareja. El que no se conforma es porque no quiere.