UNA historia de Ciutat Vella... Sant Pau del Camp

Un monasterio impresionante en pleno Raval

Oasis de meditación, la iglesia de Sant Pau, ha sido universidad y hasta sede del Govern

Edificio protegido 8 La iglesia y monasterio de Sant Pau, 110.

Edificio protegido 8 La iglesia y monasterio de Sant Pau, 110.

JORGE VALERO BERZOSA
BARCELONA

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En la más profunda oscuridad se alza una voz que rompe el silencio con un sobrecogedor canto gregoriano. El lugar es la iglesia de Sant Pau del Camp, y quien entona es Jordi-Xavier Romero, colaborador y guía del templo. Se podría pensar que en el recinto hay un coro de monjes que elevan sus voces al unísono. «La acústica de las iglesias románicas es perfecta: sus curvas hacen que el sonido circule sin freno», explica Romero.

La iglesia de Sant Pau del Camp recibe su nombre debido a su situación original extramuros. Ahora está en la calle con el mismo nombre, entre la rambla del Raval y el Paral·lel. El recinto, de orígenes inciertos, ha sido prácticamente siempre un monasterio benedictino, aunque actualmente funciona como parroquia. En su interior reposan los restos de Guifré II, conde de Barcelona (hijo de Guifré el Pilós). Pero no siempre ha sido así. Sant Pau del Camp fue también sede de la Generalitat durante la guerra de sucesión. Y, remarca el guía: «Ha funcionado incluso como universidad clandestina, cuando la de Barcelona fue trasladada a Cervera. Estudiar aquí llevaba aparejado un prestigio similar al de la universidad pública».

La desamortización de Mendizábal supuso el fin del recinto como monasterio. Su paulatino deterioro planteó su derribo, pero la defensa que hicieron Víctor Balaguer y el Centre Excursionista de Catalunya lograron que en 1879 el monasterio fuera declarado monumento de interés nacional y se restaurara.

Los pasillos y estancias del antiguo monasterio trasladan a diferentes épocas. Los secretos que encierran son incontables. Hay signos que recuerdan a los templarios, sobre todo en los capiteles de las columnas: leones y círculos. En la fachada occidental, aparece una mano con los dedos índice y corazón extendidos, en posición de bendición. Romero dice que «este gesto en posición horizontal en vez de en vertical, como aparece en esta iglesia, es un signo de influencia cátara». También afirma que los símbolos de la cabecera del porticón no han sido aún descifrados, aunque «claramente quieren decir algo, no están ahí por azar».

Uno de los misterios más llamativos del templo es que no está orientado, como se construían las iglesias, sino que se desvía hacia el norte. Algunos defienden que los monjes tenían conocimientos en campos magnéticos y decidieron esa disposición para una mejor fluidez de la energía positiva a través de las aguas subterráneas. Pero son hipótesis: la verdad sigue siendo un misterio.

También es inquietante el atractivo de la iglesia. Romero admite haber hablado con musulmanes y judíos que, cautivados por el templo, no han podido resistir la tentación de entrar a meditar. Es un verdadero oasis en medio del bullicio urbano. El claustro, apacible y con cierta influencia árabe, es fuente de inspiración para artistas. «Una vez -dice Romero- vino un pintor muy joven que hizo un óleo de parte del claustro. ¿Quién iba a pensar que llegaría a ser un artista tan ilustre? El chico se llamaba Pablo Picasso».

Y es que Sant Pau del Camp no deja indiferente. Quién sabe si son sus enigmas o la tranquilidad que se respira en su interior, pero el monasterio invita a la reflexión y a la admiración. Desde que se ponen los pies en el interior, se viaja por la mezcla de épocas, estilos y gentes que Sant Pau encierra: un auténtico fluir por las vicisitudes de la historia. Seguramente es toda la suma lo que lo hace tan seductor. Seguramente.