un vecino llamado... Andreu Martín, escritor

Andreu Martín: «Abrir la ciudad al mar es el mejor cambio tras caer las murallas»

<b>Andreu Martín </b>es uno de los colonizadores del barrio que nació con los Juegos Olímpicos del 92. Solo unos meses después de que los deportistas se despidieran de Barcelona, el escritor y los primeros vecinos de la Vila Olímpica empezaron a dar vida a la zona de playa de la ciudad.

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CARME ESCALES
BARCELONA

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Toallas al hombro y biquinis como ropa interior otorgan, ya en esta época del año, un aire vacacional al barrio en el que reside el escritor Andreu Martín.  «Aquí tienes la sensación de vivir en Cadaqués», afirma. «Yo esquivo la arena, no soy demasiado playero, pero me gusta ese aire alegre que se respira al ver pasar a la gente que va a bañarse», añade.

El mar es uno de los espejos en los que Martín pone su mirada cada mañana cuando sale a comprar, a pasear o a tomar asiento en el chiringuito, bolígrafo en mano. No le cuesta demasiado echar a andar sus textos en cualquier parte. «Muchas veces escribo en el autobús, en el trayecto hacia el centro de la ciudad», confiesa. «Un día coincidí con Emili Teixidor y, al verme con la libreta en la mano, exclamó: 'No me digas que estás escribiendo!'», recuerda el famoso autor de novela negra.

El 'Flanagan' del barrio

Andreu Martín, guionista de cine y cómics, coautor de la serie del detective juvenil Flanagan -junto a Jaume Ribera- lleva siempre consigo su libreta, porque en el lugar menos pensado puede exprimir su tiempo para crear y atrapar ideas. Muchas de las que dan juego en sus novelas policiacas han surgido en sitios insospechados, como el cementerio del Poblenou que tiene tan cerca de casa.

«La fachada principal está llena de simbología masónica. No hay cruces, ni vírgenes, solo ángeles», explica. «Hasta que no haces la visita guiada (www.cbsa.es) este cementerio es igual que cualquier otro», asegura. La observación de estatuas como la que representa el beso de la muerte, entretienen nuestro paseo.

Y de la muerte, pasamos a la vida que la apertura al mar otorgó a la ciudad. «Nunca agradeceremos lo suficiente a Maragall que abriera la ciudad al mar. Es el mejor cambio de Barcelona después de la caída de las murallas», sentencia Martín. «Barcelona renació y se hizo una ciudad digna del Mediterráneo», opina.  «Maragall se arriesgó, se la jugó porque actuó contra la oposición de muchos, también de la prensa», recuerda uno de los primeros vecinos que se instaló en la Vila Olímpica.

«Nos entregaron los pisos y había problemas. Se hablaba de especulación, decían que nuestras viviendas eran una mierda», señala. «Y en ese contexto, los vecinos nos unimos para defendernos como colectivo de propietarios y habitantes de la Vila Olímpica. Hacíamos reuniones y cenas. Las quejas nos unieron mucho a todos. Sentías que tenías un vecino a tres travesías», rememora Martín.

«Nosotros queríamos limpiar los trapos sucios en casa. Goteras, y malos acabados eran nuestro problema, era nuestra la hipoteca. Nos dimos cuenta de que darle bombo a todos esos errores favorecía a la oposición de los socialistas y, en cambio, perjudicaba a los propietarios», asegura este escritor, quien se considera parte de la construcción de un barrio. «La idea de un barrio nuevo nos hacía pensar que este tendría el carácter que nosotros quisiéramos. Era nuestra responsabilidad que fuera bonito o lamentable», explica.

Lo que no tendría nunca es la personalidad que un anuncio de las promotoras inmobiliarias le otorgaba al barrio marítimo. «Salía un hombre joven, guapo con esmoquin y una copa de cava. Aquí vamos con chándal», corrige.

Primer cumpleaños

Cuando él y su mujer llegaron al barrio, su hija estaba a punto de cumplir un año. «El día del aniversario lo celebramos en el patio interior de nuestra manzana, invitando a los vecinos a beber cava», explica.  «Es difícil ir a comprar el pan y no pararte un par de veces a hablar con los vecinos. Sobre todo, con los de toda la vida. Esto es pueblo, pueblo», asegura Martín, un hombre madrugador.

«Poco después de las 7 de la mañana ya estoy enviando un mail a unas 200 personas de todo el mundo. Lo que yo llamo la parida. Es un chiste, una frase, o una reflexión. La gente responde, la aprueba o la critica. Hace 10 años que lo hago y, entre mis destinatarios, también hay vecinos», señala. «Antes de las 10 procuro estar ya trabajando. A mediodía descanso 30 o 45 minutos y me vuelvo a poner, hasta las siete». Antes, cuando Andreu Martín aún tenía a su scottish terrier aprovechaba las pausas para pasear al perro.