una vecina llamada... Marta Pessarrodona, poetisa
Marta Pessarrodona: "Las mejores salidas de sol las he visto en el Guinardó"
'Aquell estiu al Guinardó'<b> es uno de los poemas</b> en los que Marta Pessarrodona comparte el sabor de lo próximo y la pasión y el amor por una ciudad. Sus versos nos ubican en el barrio al que llegó hace 40 años.
Allí donde la ciudad agota sus calles en fuerte pendiente, aparca su vehículo la poetisa Marta Pessarrodona. El edificio en el que está su vivienda, que es el primero que construyó el arquitecto Óscar Tusquets en Barcelona (Casa Fullà, 1970), no estaba obligado por ley a tener garaje. Por eso la autora, como todos sus vecinos, tiene que dar un buen tirón al freno de mano antes de dejar aparcado su coche en una de las calles que llevan nombre de ciudades europeas. La suya es la de Gènova.
En un primer piso esquinero --protegido del vértigo--, de luz generosa, muchos de sus poemas han echado a andar. El inmueble es una referencia en las rutas arquitectónicas de la ciudad. Obra vista, ventanas pequeñas y ningún piso igual al otro definen el especial diseño del arquitecto Tusquets.
Con el perro
Los árboles y la banda sonora de los juegos en las horas de patio en la prestigiosa Escola del Mar ha sido durante años el paisaje y el ambiente de trabajo de la autora de Animals i plantes (Meteora). La escritora acaba de entregar a la editorial su última producción: L'exili violeta, una obra donde retrata la emigración en el año 1939 de aquellas mujeres que quisieron ser libres.
Levantarse prontísimo cada díale permite avanzar el trabajo.«A las 6, y sin despertador. Me pongo el chándal y me voy a correr con Mont, mi perra. Siempre con luz de día. Las mejores salidas de sol las he visto en el Guinardó»,asegura Marta Pessarrodona.«Luego, trabajo hasta mediodía»,añade la autora que ha conocido también los amaneceres en ciudades como Londres y Berlín.
En esta última ciudad, llegó a cruzar, en bicicleta, 20 kilómetros sin dejar el carril bici, un reto imposible en las cumbres del Guinardó que, a cambio, le regala«magníficas vistas, aire limpio y una temperatura unos grados más fresca que en el Eixample, por ejemplo, algo que se agradece en ciertas épocas del año», dice alguien que no mitifica los barrios.«Para mí, no tienen importancia. Lo que sí me importa es estar cómoda en mi casa»,afirma con convicción la poetisa.
Pero de su barrio del Guinardó, al que llegó en el año 1970, y con el que alterna estancias en una casa con jardín en Sant Cugat, valora especialmente«que no esté en el centro de Barcelona y, sin embargo, esté bien comunicado, con metro y autobús; que tenga un parque al lado, y que la altura de sus edificios sea moderada», confiesa.
Las alturas ya las pone el propio barrio. Las escaleras automáticas van tomando posición poco a poco en este distrito de una de las zonas más altas de la ciudad, donde la poetisa Marta Pessarrodona tiene, además de múltiples recuerdos, a su mecánico y a su peluquera de confianza.
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