Destinos
Omán, el tesoro oculto de Arabia
Un viaje a través de ciudades, paisajes vírgenes y la rica herencia cultural del sultanato de Omán
Protegido por cordilleras de roca desnuda que alcanzan los 3.000 metros de altura y bañado por las tibias aguas del mar, el país atesora algunos de los espacios naturales más sorprendentes de la península Arábiga. Y es, además, la puerta del Rub al Khali, un abrumador océano de arena

Parte antigua de Mascate / David Rull
El sultanato de Omán es uno de los rincones más desconocidos e insólitos de la península arábiga. Arropado por mares de arena sin fin, protegido por cordilleras de roca desnuda que alcanzan los tres mil metros y bañado por las tibias aguas del Mar de Arabia, el sultanato atesora algunos de los paisajes naturales más sorprendentes y vírgenes de Arabia.
El vasto territorio de Omán es, en su mayoría, desértico, ya sea en forma de arenales pedregosos salpicados por arbustos y acacias, ya sea en forma de grandes mares de dunas como el amable desierto de Sharqiya o el temible Rub al Khali, el “Lugar Vacío”. Ahora bien, una quinta parte del sultanato esconde sitios donde el murmullo del agua es protagonista, en forma de manantiales, ríos, oasis o, incluso, de extensas regiones como el Dhofar, donde el kharif, o monzón, reverdece año tras año sus montañas y pastos. En Omán el agua es fuente de vida y garante de antiguas tradiciones. De ello dan cuenta uno de sus patrimonios culturales reconocidos por la UNESCO, los aflaj: los sistemas de irrigación que, desde hace casi cinco milenios, distribuyen el agua que riega campos y huertos, a través de complejos sistemas de canalización.
El carácter de los omanís se caracteriza por una amabilidad sin artificios y una capacidad para convivir y aprender de otras culturas que se han forjado durante siglos. Omán fue, desde tiempos inmemoriales, lugar de paso de caravanas, sede de puertos en los que amarraron sus naves marineros, comerciantes y viajeros, punto de encuentro de imperios y civilizaciones. Y así fue como sus habitantes aprendieron a mantener la identidad, sin renunciar a la tolerancia y al respeto.
Mascate, la ciudad del sultán
Mascate es una ciudad moderna y amable, que se descubre con calma y que, pese a su modernidad, reivindica y mantiene vivas sus raíces marineras. Rincones como el puerto de Mutrah o el viejo Mascate, donde se ubica el palacio real de Al Alam, nos transportan al pasado. La capital del sultanato se aleja de los excesos de otras ciudades del Golfo y evita los rascacielos, las estridencias, las luces y colores de sus hermanas de la región. Sin embargo, Mascate acoge algunas de las construcciones más exuberantes del país. La Gran Mezquita del Sultán Qabus, con sus arcos y minaretes, su cúpula dorada y su lámpara de araña tejida con cristales, es un canto a la espiritualidad y el mejor ejemplo del gusto, sobrio y elegante, que caracterizó al sultán que gobernó el país durante cinco décadas. La Royal Opera House es un templo consagrado a la música, hecho de mármoles y maderas nobles, con una acústica excepcional. El souq de Mutrah, con sus perfumes, especias, telas y joyas nos transporta a la antigua Mascate de marineros y comerciantes. Los fuertes de Al Mirani y Al Jalali nos cuentan como la ciudad fue ocupada por los portugueses durante más de un siglo y medio.

Wadi Darbat, en Dhofar / David Rull
Nizwa y las montañas de Al Hajar
La ciudad de Nizwa fue una de las primeras capitales de Omán y, también, el lugar desde el que se designaron sus imames durante siglos. Situada en el interior del país, al pie de las montañas de Al Hajar, Nizwa acoge una de las fortalezas más emblemáticas del sultanato. En su interior sobresale una monumental torre circular de 43 metros de diámetro coronada por almenas redondeadas desde las que se divisan la ciudad y sus zocos. En el horizonte de Nizwa se recortan las siluetas de las cumbres más altas de Omán: la Djebel Shams, la “Montaña del Sol”, que alcanza los 3018m sobre el nivel del mar, y la Djebel Akhdar, la “Montaña Verde”, un vergel en altura que en primavera huele a rosas y a árboles frutales.
El Dhofar y el desierto de Rub al Khali
Si Omán es el gran desconocido de la península arábiga, la región del Dhofar, en la frontera con Yemen, es la zona más recóndita del país. En la antigüedad, desde sus puertos, se exportó la valiosa resina que producían los árboles del incienso (Boswellia sacra) a oriente y a occidente, por tierra y por mar. Cuenta la leyenda que sus habitantes se enriquecieron hasta que el castigo divino puso fin a sus excesos y las arenas engulleron la mítica ciudad de Ubar. El Dhofar rebosa agua en verano, cuando el monzón empapa con su fina lluvia la región. También es la puerta al gran desierto de Arabia, el Rub al Khali, un abrumador océano de arena peinado por el viento y el silencio.

Desierto de Rub al Khali / David Rull
Los aromas de Omán
La prestigiosa firma Amouage produce algunos de los perfumes más selectos del mundo con esencias de incienso y otras fragancias del sultanato. En su sede de Mascate se realiza la alquimia de aromas.
El majestuoso museo histórico
Ubicado en el interior del país e inaugurado en 2023, el fabuloso edificio del Oman Across Ages Museum alberga un recorrido por la historia del sultanato desde el paleolítico hasta nuestros días.
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