Aventura ártica

Bajo el cielo del Norte: un crucero con Hurtigruten

La navegación por los fiordos noruegos es la forma más eficiente de recorrer el litoral del país escandinavo

Una aurora boreal en el litoral noruego.

Una aurora boreal en el litoral noruego.

Alberto González

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Tras Canadá e Indonesia, Noruega es el tercer país con más kilómetros de costa. Es debido a los fiordos, esos tijeretazos en el terreno, que definen no solo la geografía del país, sino también su historia, economía, cultura y demografía. En un territorio poco habitado (15 personas por kilómetro cuadrado), la mayor parte de la población se concentra junto a esas entradas de mar donde, hasta noviembre, las temperaturas son aceptables.

Un lugar idóneo para iniciar el recorrido en barco por los fiordos es Bergen que, con sus 300.000 habitantes, es la segunda ciudad noruega más poblada. Su apogeo llegó en el siglo XVII, cuando se instaló allí la liga hanseática para hacerse con el monopolio del bacalao. Sus tradicionales casas de madera junto al muelle aún son uno de los grandes reclamos, la mayoría reconvertidas en comercios y restaurantes. Tras ellas, el barrio de Skudeneshavn ofrece un precioso paseo, como también lo hace el mercado de pescado o la torre Rosenkrantz, construida por el primer rey de Noruega.

Sin embargo, su principal atractivo no se encuentra a orillas del fiordo, sino más arriba. Son las siete montañas que abrazan y protegen a Bergen y que, si bien dificultaron su crecimiento, contribuyeron a conservar su autenticidad, favoreciendo el contacto directo de sus habitantes con la naturaleza. Solo hay que subir en funicular al mirador de Fløyen para perderse por los densos bosques salpicados de lagos.

Patrimonio de la humanidad

De camino al norte se encuentra Ålesund donde, tras salvar 440 escalones, se alcanza el mirador de Fjellstua. Sus vistas panorámicas permiten un primer contacto con una ciudad construida sobre tres islas, que ha recibido el título de Patrimonio de la Humanidad por sus preciosos edificios de estilo art nouveau.

La siguiente parada es Trondheim, capital de Noruega hasta 1217. Fue fundada por el rey vikingo Olaf Tryggvason, responsable de la cristianización de gran parte del país, y cuyos restos descansan en la espectacular catedral de Nidaros, devastada por múltiples incendios y finalmente reconstruida en el siglo XIX. Algunas de las instantáneas que hay que hacer son a los almacenes de madera junto al río Nidelva, al Stiftsgården (la residencia de verano de la estimada familia real noruega) o al encantador barrio de Bakklandet, cuyo suelo empedrado y casas de madera de coloridas fachadas otorgan un carácter especial.

Buque de expedición de Hurtigruten.

Buque de expedición de Hurtigruten. / Ørjan Bertelsen

Puerta a la aurora boreal

Dos días más tarde se alcanza Tromsø, ciudad universitaria conocida como La París del Norte, por la influencia de los comerciantes que, llegados de la capital francesa, traían las últimas tendencias. Actualmente es también uno de los puntos predilectos para empezar la aventura del avistamiento de auroras boreales (especialmente entre finales de septiembre y principios de abril). Par familiarizarse con esta animosa ciudad, no hay nada como tomar el teleférico hasta Fjellheisen, para identificar desde allí algunos de sus puntos más turísticos, como la Catedral Ártica, la biblioteca (diseñada por Félix Candela, el arquitecto del Oceanográfico de Valencia), el acuario Polaria o la calle Storgata, principal arteria de la ciudad. 

Tras esta visita el barco se dirige al Cabo del Norte, paraje inhóspito, donde cuesta imaginar el modo de supervivencia de los samis, el grupo étnico que habita el norte del país. Además de pasear por sus espectaculares acantilados, es recomendable visitar su centro de interpretación que incluye una exposición de aves autóctonas, un espectáculo de luz y sonido, una capilla incrustada en la roca o una exposición de dioramas sobre el descubrimiento de este lugar.

La capital

Desde Kirkenes comienza el regreso a España, previa escala en Oslo. Una oportunidad para perpetrar la capital noruega, empezando por el centro, en los alrededores de la plaza que delimitan las calles de Karl Johans y Stortingsgata. Allí está el Grand Hotel (que aloja a los ganadores del Premio Nobel de la Paz), el Parlamento noruego, la primera universidad del país y el Teatro Nacional. Muy cerca, otras dos visitas interesantes: El Palacio Real, con sus preciosos jardines visitables; y el ayuntamiento, del 1950, construido en un estilo funcionalista que, aunque hoy pueda resultar poco agraciado, en su día era lo más.

Justo detrás, descansa el fiordo de Oslo. Recorrerlo sobre un catamarán panorámico permite ver otros lugares emblemáticos como la antigua fortaleza de Akershus o el vibrante muelle de Aker Brigge, donde se encuentran algunas de las populares saunas flotantes. Antes de dejar la ciudad, hay que visitar la Ópera que, como un bloque de hielo, emerge de las gélidas aguas del mar, y el Parque de las Esculturas, repaso a las distintas etapas de la vida según la mirada de Gustav Gigeland. Y, por supuesto, el Museo Munch que, con sus 26.000 obras, va mucho más allá de 'El grito'.

Recorrido conm Hurtigruten

La mejor forma de recorrer los fiordos noruegos es hacerlo sobre uno de los barcos de Hurtigruten (recorridos de entre seis y doce días), compañía que nació no como un producto turístico, sino como una necesidad para unir las realidades del norte y el sur del país, que se desarrollaban a distintas velocidades. Desde aquella primera ruta semanal en 1893 que transportaba mercancías, correo y personas, se ha reconvertido en una naviera experta en la exploración de una de las zonas más bellas de Europa, que invita a sus pasajeros a mirar fuera del barco y disfrutar de estos paisajes inolvidables. Desde el despertar ártico de la primavera, el sol de medianoche en verano o las auroras boreales y los deportes de invierno.

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