Fuera de temporada

'Dolce far niente' en Formentera

Durante los meses de mayo y junio, la más pequeña de las Islas Baleares es un territorio tranquilo, salvaje y sereno, con rincones naturales y costeros que enamoran

Formentera

Formentera

Lara Bau

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Formentera, la isla más pequeña de las Pitiusas, es un paraíso natural que florece en primavera. Sus playas y calas, especialmente cotizadas en verano, cobran una aura mágica en primavera y proponen una retirada dedicada a la reconexión con la naturaleza, alejada del estrés cotidiano. 

Durante esta temporada, Formentera se convierte en un territorio tranquilo y sereno, a la par que salvaje. En él brotan sus joyas naturales, con una diversidad de parajes y paisajes que permiten observar especies de flora y fauna únicas. Al pasear por sus más de 100 kilómetros de vías verdes, los visitantes pueden admirar sus bosques de sabinas retorcidas por el viento y abrirse paso entre pinos, enebros, romeros, tomillos, amapolas y hasta orquídeas. 

Una naturaleza que se presenta de forma tan austera como privilegiada y que tiene su máximo exponente en las playas de aguas azul cristalino de la isla. Las costas de Formentera acogen algunos de los sistemas dunares mejor conservados de Baleares, como en Ses Illetes, en el norte de la isla, o Cavall d’en Borràs, en el Parque Natural de ses salines d’Eivissa i Formentera. Las playas de la isla se caracterizan por tener una parte de arrecifes sumergidos de posidonia oceánica, un gran tesoro submarino, y una parte emergida, con plantas que crecen sobre las dunas como la rubia marina o la azucena de mar. 

Una escapada a esta isla es sinónimo de recuperar el placer de viajar, gozar de la satisfacción de no hacer nada y aprovechar la calma que ofrecen los meses anteriores a la temporada alta. Mayo y junio son los mejores meses para enamorarse de este destino, lejos de las aglomeraciones, y descubrir sus paisajes agrestes y el azul intenso del mar. Incluso los más aventureros pueden lanzarse a hacer el primer chapuzón de la temporada. 

Más allá de las playas, los pueblos y las rutas verdes, la isla balear ofrece dos espectáculos celestiales únicos, al empezar y acabar el día. Madrugar tiene premio: desde la Mola, en el extremo más oriental de la isla, se puede ver cómo el sol inunda el horizonte mediterráneo con suavidad y dulzura. Y tras una apasionante jornada en la menor de las Pitiusas, nada mejor que despedir el día en el otro extremo, admirando el ocaso sobre los acantilados del cabo de Barbaria. Es el escenario perfecto de románticas puestas de sol, junto a faros y acantilados. 

En este momento del día, el Mediterráneo cede su protagonismo a un mar de estrellas que lo inunda todo gracias a la baja contaminación lumínica de la isla. En este sentido, la isla apuesta por la sostenibilidad medioambiental, pero también de su tejido social, económico y cultural, como factores clave para mantener su equilibrio y sus principales atractivos durante todo el año. 

Una agenda repleta

Durante los meses de primavera se organizan actividades y eventos culturales que permiten conocer todas las facetas de Formentera, más allá de su oferta de sol y playa. De mayo a primeros de octubre, la isla tienta al visitante con media docena de mercados y mercadillos que colorean sus pequeños pueblos. Destaca el de la Mola, en el que los artesanos de la isla venden sus creaciones originales. Bisutería, moda y artesanía harán las delicias de los visitantes.