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Opinión | La industria del deporte

Por qué comprar un club

Alan Pace, presidente del RCD Espanyol, durante la gala del 125 aniversario del club

Alan Pace, presidente del RCD Espanyol, durante la gala del 125 aniversario del club / Zowy Voeten

Una pregunta casi con sorna cuando un empresario ajeno al fútbol compra un club es “para qué te metes en este lío”. Y puede tener su punto de razón. Comprar una propiedad deportiva implica el riesgo propio de cualquier inversión empresarial -puede salir bien o no-, pero se le añaden otros: exposición mediática totalmente desproporcionada en comparación con la que podrían obtener con sus negocios particulares -normalmente mayores-; presión social de consecución de objetivos inmediatos, y, en consecuencia, una notoriedad pública que no siempre se desea. Entonces, ¿por qué meterse en este lío?

La razón más antigua y que cada vez es menos frecuente es, paradójicamente, que muchos empresarios precisamente buscaban esa relevancia y reconocimiento que el éxito en sus negocios privados no le daban. Si bien muchas familias han optado por hacer caja y romper el vínculo forjado por sus progenitores -ahí están los 10.000 millones de dólares que los Buss han recibido por los Lakers-, en LaLiga hay alguna historia de terror de presidentes que dejan tirado al comprar en el notario. Y más de una vez. Porque sí, hoy todavía hay quienes priorizan esa vida social y relevancia que les da el fútbol frente a una potencial plusvalía de decenas de millones de euros respecto a lo que les costó adquirir ese club allá por los 2000.

Pero de estos cada vez son menos, o al menos hay una evolución del perfil. Quienes buscan esa notoriedad, ahora lo hacen con una visión más empresarial y de revalorización de lo que están comprando. Hoy comprar una propiedad relevante exige varios millones de euros, por lo que tener claro cómo se va a poder ganar dinero a esa apuesta obliga a una visión largoplacista que conviva con el cortoplacismo deportivo. ¿Lo habitual? Optimización de la estructura, tecnología, recursos para ciudad deportiva y cantera, el sueño de un estadio más moderno…

Un perfil que lleva años existiendo es el que la revalorización no la busca tanto con la optimización de una propiedad ya establecida en la élite, sino buscando un diamante que ir puliendo a medida que sube de categoría. Yo le llamo cariñosamente la 'ruleta rusa'. Porque hay casos de notable éxito como el CD Leganés o el Wrexham, pero también notorios fracasos como el CD Numancia, el Girondins de Burdeos…

Y el último grupo, quizás el más distante para el aficionado, pero el que más puede hacer por sostener la relevancia del deporte como producto de entretenimiento. Firmas de inversión o grandes inversores que eligen un club sobre el que construir una plataforma, ya sea futbolística -ahí están los holdings multiclub que buscan escalar negocios- o de negocios, con la Ciudad del Deporte como la intención más clara del fútbol europeo de replicar la lógica yankee. Opciones todas válidas, ya que lo importante es la ejecución. Hemos visto perder hasta la camisa o ganar lo inesperado en todos los ámbitos.

Sin eSports olímpicos

El Comité Olímpico Internacional (COI) quería unos Juegos Olímpicos de eSports y Arabia Saudí ofrecía dinero y escenario. Pero la alianza ha durado menos que una partida de Valorant (es uno de los videojuegos con más seguimiento a nivel competitivo, les animo a buscarlo). Sin arrancar, ya se ha roto un proyecto que venía con retraso y sin hoja de ruta clara, dejando al descubierto una realidad incómoda: al deporte le cuesta integrar los videojuegos dentro de su ambición de conectar mejor con las nuevas generaciones.

Porque los títulos que triunfan a nivel de competición en los deportes electrónicos no son simuladores deportivos, y porque detrás no hay federaciones, sino empresas con sus propios intereses económicos que no siempre encajan con los corsés de los valores del deporte y la meritocracia de los resultados. Importa quién gana, pero también quién arrastra más consumidores. Y cuando los valores olímpicos chocan con la lógica del espectáculo y el negocio, no hay marketing que lo salve. El deporte quiere conectar con nuevas audiencias, pero aún no ha decidido si debe ser actor principal o solo invitado en este universo digital.

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