125 aniversario del RCD Espanyol
Seis pericos, seis sentimientos: "Ser del Espanyol no es fácil, pero es bonito y puro"
Políticos, deportistas y figuras históricas del club describen qué es ser del Espanyol para ellos.
MULTIMEDIA | El Espanyol cumple 125 años: éxitos y desgracias de la historia perica

Panorámica del mosaico blanquiazul en las gradas del RCDE Stadium del pasado sábado. / Valentí Enrich / SPO

Existen miles de motivos por los que todos y cada uno de los aficionados del RCD Espanyol decidieron en su día encomendar su corazón al club blanquiazul. 'La força d'un sentiment' de esa 'meravellosa minoria' ha ido madurando en 125 años de victorias y derrotas que han dibujado trazo a trazo el carácter de una afición que ha llevado sus colores, y valores, mucho más allá del césped. Así sienten los colores algunos de sus nombres más ilustres:
Salvador Illa
En algunos casos, los sentimientos son heredados. Tradiciones pasadas de padres a hijos que echan raíces y se hacen fuertes. "Mi padre era muy perico y yo lo viví desde pequeño. Siempre fue socio y fundó la Penya Blanc i Blava de la Roca del Vallès. Mis hermanos y yo siempre fuimos al campo de pequeños, a Sarrià, con él y mi abuelo", rememora el president de la Generalitat, Salvador Illa, que afirma que aunque a día de hoy no puede seguir la actualidad del club tan de cerca como antes, mantiene sus "raíces". "Recuerdo con especial cariño la época de Rafa Marañón, Dani Solsona y John Lauridsen porque iba con ellos al campo", señala.
Gabriel Rufián
En otros casos, el 'espanyolismo' es una decisión voluntaria pero vital e identitaria. "En mi colegio la mayoría de niños eran del Barça o del Real Madrid. Soy de la misma ciudad que Raúl Tamudo, un tipo al que le tiraban una lavadora y metía gol. Fue un héroe para muchos de nosotros. En aquella época, en Santa Coloma, los niños queríamos ser Tamudo", afirma el diputado de ERC, Gabriel Rufián. Sin embargo, reconoce, "ser del Espanyol no es fácil". "Es como ser de cualquier otro equipo relativamente pequeño o humilde que no está llamado a ganar títulos. Es mucho más bonito y puro. Estamos acostumbrados a sufrir, y eso es mucho más similar a la vida misma", añade el político. "Es más difícil también por la connotación que tiene en Catalunya. Ser del Barça está más ligado al catalanismo, algo con lo que yo discrepo", zanja.

Aficionados del Espanyol con la camiseta conmemorativa del 125 aniversario. / Valentí Enrich / SPO
Ander Mirambell
A veces la pasión perica termina impregnándolo todo y convirtiéndose en el hilo conductor. "El Espanyol para mí es sinónimo de familia. Mucho más que una copa o un resultado. Es el abrazo con la familia tras salvarnos del descenso o el volver llorando de Glasgow unidos tras la derrota en la final de la UEFA. Es la previa, el post, el debate y la unión", explica el piloto olímpico de skeleton y embajador del club, Ander Mirambell. Su pasión por el club le llevó a defender los colores en las competiciones de clubes y afirma que subir al podio de un campeonato nacional de skeleton con la bandera del Espanyol ha sido uno de sus momentos más emotivos. Aunque sin duda, otros momentos de los que nunca podrá olvidarse son "el gol de Coro" que cambió la historia del club y salvó al equipo del descenso en el minuto 91 de la última jornada de la temporada en 2006, o el Tamudazo en el Camp Nou de la temporada siguiente.
Jennifer Pareja
A algunas personas la pasión por los colores les llega más tarde, pero se queda para siempre. "Ser del Espanyol es lo mejor que se puede ser. Lo descubrí de mayor, cuando me vine de Olot a Barcelona para entrenar en el CAR. Cuando descubrí el club de la mano de Dani Ballart quedé fascinada desde el primer día de lo que se respiraba allí. Lo que llegaba a transmitir un club con valores y un sentimiento tan arraigado. Se lleva muy adentro y va mucho más allá de la pelota", valora la leyenda del waterpolo español y excapitana de la selección, Jennifer Pareja. "Me acuerdo de la primera vez que se me saltaron las lágrimas en un partido, fue en Glasgow. Jamás había sentido eso con ningún equipo. Evidentemente, lloré por la derrota en los penaltis, pero viví esa experiencia con Pochettino al lado y fue un momento súper especial aunque no terminara como todos queríamos", rememora.

Imagen del estadio del Espanyol antes del partido frente al Elche. / Valentí Enrich / SPO
Javier Clemente
En algunos casos, el sentimiento arraiga en los momentos buenos como ocurrió en la época de Javier Clemente. Uno de los entrenadores más celebres del club blanquiazul, y el hombre que vivió desde el banquillo gestas como llevar al club a la final de la Copa de la UEFA en el 88, reconoce que después del Athletic, su corazón siempre será perico. "Somos una banda, pero organizada", decía por aquél entonces el técnico vasco. A día de hoy, recuerda sus años en Sarrià con cariño. "Mi momento más feliz en el club fue, sin duda, la primera temporada. Fue majestuosa. Todos hablan siempre de la que llegamos a la final de la UEFA, pero para mí, el mayor éxito fue la que quedamos terceros en la Liga", repasa el entrenador.

Clemente, con Michel Pineda detrás, durante el partido de Leverkusen de la final de la UEFA de 1988. / IGNASI PAREDES / ARCHIVO
Años más tarde, todavía recibe felicitaciones por parte de la afición perica. "Cuando te encuentras a un aficionado del Espanyol fuera de Barcelona, lo primero que pasa siempre es que con orgullo se manifiestan como espanyolistas. Son gente orgullosa de sus colores y eso es la clave de que ese sentimiento haya perdurado hasta día de hoy", confirma.
Michel Pineda
Y, finalmente, en otros casos, el sentimiento se fortalece en los peores momentos. "No siempre ha sido un club en buen estado de forma, pero el Espanyol es el Espanyol. El sentimiento perico es la mayor fuerza del club y de donde le viene su poder", repasa el ídolo del club blanquiazul y que en su día fue también su verdugo al marcar un gol con el Racing que provocó un descenso a Segunda. "Siempre seguiré vinculado al club de corazón. Fueron una familia para mí. Fiché con 20 añitos y me arroparon como si fueran mi familia", afirma el exjugador, que brilló como blanquiazul en los años 80.
"Yo me quedé con una frase que decíamos: 'som collonuts'. Eso no me lo va a quitar nadie", reconoce el célebre delantero. "Para mí una de las mejores cosas que recuerdo de aquella época era el calor de la gente cuando las cosas empezaron a salir bien y no recuerdo peor dolor que el de fallar a la afición. Fichar por el Espanyol fue una de las mejores experiencias de mi vida", sentencia.
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