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Análisis de la mala racha culé

Secuelas de la derrota en el Bernabéu: Flick sigue con el Barça desconfigurado

La crónica: El Madrid no tiene piedad ni del Barça ni de Lamine (2-1)

La contracrónica: Lamine pierde el pulso

La polémica: Tangana final: Vinicius le dijo a Lamine ("habla ahora") y Courtois se encaró con él

Vinicius increpa a Lamine Yamal al final del partido.

Vinicius increpa a Lamine Yamal al final del partido. / OSCAR DEL POZO / AFP

Marcos López

Marcos López

Barcelona
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Tres derrotas en los cinco últimos partidos (PSG, Sevilla y Madrid) avalan, ahora sí con una certeza absoluta, que el equipo campeón no ha vuelto. Aún no. Ha perdido su encanto. Y hasta los automatismos que le hicieron volcánicamente insuperable para sus rivales, a los que torturaba con su juego eléctrico, vertiginoso y, sobre todo, inagotable. Terminaba los partidos en el área rival, agobiando de tal manera que claudicaban derrengados.

Ha perdido el encanto. Y la amenaza ofensiva. Es normal porque su delantera titular -Lamine-Lewandowski-Raphinha- no ha coincidido ni una sola vez de salida en estos dos irregulares meses de temporada. Algunos no están. El brasileño y el polaco, que van encadenado problemas musculares. Y el ’10’ va y viene. Pero cuando juega no es el mismo, atacado por una pubalgia que maniata su fútbol hasta arrebatarle toda la magia.

Agujereado en el Bernabéu: 23 remates y 10 a puerta

Atrás, y tras muchas pruebas, Flick ha elegido a su pareja de centrales favorita. Eric Garcia y Pau Cubarsí. Ninguno de ellos acabó el clásico del Bernabéu, donde el Barça fue agujereado (23 disparos, 10 a puerta) como nunca se había visto esta temporada. Y se sostuvo de pie gracias a las manos de Szczesny, capaz incluso de pararle un penalti a Mbappé.

Mbappé, en la acción en que logró batir a Szczesny.

Mbappé, en la acción en que logró batir a Szczesny. / Efe

Hasta nueve paradas firmó el polaco, completando, tal vez, su mejor encuentro desde que viste de azulgrana sin dar ni un solo motivo para añorar a Joan Garcia. Pero esa extraordinaria tarde de TEK, hasta preciso en el juego con los pies (29 pases de 32 realizados, un 91% de acierto), no camufla las disfunciones de un equipo que lucha, y sin éxito alguno de momento, contra el recuerdo de lo que provocó. La línea del fuera de juego funciona. Pero a medias.

Sin presión

O sea, ya no es lo que fue porque en su momento . Hasta tres goles le anularon al Madrid en el Bernabéu (dos a Mbappé, uno a Bellingham), pero, al mismo tiempo, resultó transparente la zaga azulgrana en el 1-0. Nadie presionó al pasador (Jude giro sobre sí mismo sin oposición) ni tampoco se detectó al rematador (Kylian llegó como Pedro por su casa burlando la figura de Cubarsí) en el gol que enardeció al madridismo certificando que el ‘shit november’ (noviembre de mierda del curso pasado) se ha adelantado al octubre donde en 21 días el Barça se ha extraviado.

Lamine Yamal se levanta del suelo en el clásico.

Lamine Yamal se levanta del suelo en el clásico. / AFP7 vía Europa Press

Todo empezó el pasado 1 de octubre en Montjuic ante el PSG (1-2) recibiendo el castigo del gol de Gonzalo Ramos en el minuto 90. Cuatro días más tarde (5 octubre), la visita al Sánchez Pizjuán ejerció de terrible despertador para el Barça de Flick. No solo por el resultado, aquel 4-1 fue sangrante y duro, sino porque el equipo andaluz fue extremadamente preciso hurgando en la debilidad azulgrana: cinco tiros a puerta, cuatro goles.

Y en el Bernabéu, sobre todo en la primera mitad, más de lo mismo para despedir este terrible octubre con 12 remates en apenas 45 minutos, siete a la portería de Szczesny. El problema es que ni siquiera el resultado -TEK mantuvo con vida con ese 2-1- reanimó al campeón en la segunda mitad donde apenas dejó dos disparos a puerta: ambos de Fermín, el autor del 1-1, el único que se convirtió en una real amenaza para Courtois. Rashford se marchó, por ejemplo, de su primer clásico con dos tiros, ambos bloqueados. Ni intimidó al meta blanco.

Cambios sin éxito

Ferran, recién salido de una lesión, tuvo dos disparos, atrapados con sencillez por el guardameta belga, mientras Lamine -primero extremo derecho; luego media punta en un ataque inédito con Roony por la banda diestra, Fermín, por la zurda y Rashford de ‘nueve’ improvisado junto a Araujo- lanzó también dos veces. Ambas fuera.

No defendió bien el Barça en la primera parte. Ni supo atacar bien en la segunda. Fue un equipo alejado de lo que había sido, sin el vigor y la rabia que desprendía su fútbol. Flick salió con lo que tenía. Tampoco disponía de muchos recursos más, por lo que ni agotó los cambios estrujándose desde una lejana cabina del Bernabéu, ubicado en las alturas, la cabeza para darle soluciones a su equipo.

Cambió la estructura defensiva de arriba a abajo -solo Koundé resistió a tanto trajín- para terminar con Casadó y De Jong de improvisados centrales mientras removió su delantera en busca del gol que no llegó. Además, Marcus Sorg, su ayudante, que fue el entrenador jefe desde el césped del Bernabéu, ni se giraba hacia atrás porque el resto de su banquillo (Marc Bernal, Diego Kochen, Eder Aller, Xavi Espart, Jofre Tórrenos, Toni Fernández y Dro) parecía una guardería recién salida del Estadi Johan Cruyff.

Hansi Flick, en una cabina de radio del Bernabéu.

Hansi Flick, en una cabina de radio del Bernabéu. / Valentí Enrich / SPO

A Flick le corresponde ahora resetear a un Barça que va cinco puntos por debajo del Madrid. A un Barça cuyo mayor problema es que no está en la misma senda, emitiendo señales inquietantes, prisionero de lo que generó, inseguro e inestable atrás (solo tres porterías a cero en los 13 primeros encuentros y lleva los siete últimos encajando) y timorato en ataque. Pasan los partidos, no se atisba evolución y el equipo se siente cada vez más incómodo.

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