LA LUPA
Fermín es único y brilla el doble, por Albert Blaya
Nadie conjuga agresividad, talento y determinación como él y permite convertir tardes de telenovela en horas de thriller. No nos engañemos; no había una mejor vida sin Fermín. Había otra, pero peor.
La crónica: La pasión de un Fermín en estado de gracia reanima al Barcelona
La contracrónica: Pedri sale a jugar con sus amigos

La lupa del Barça-Olympiacos, por Albert Blaya / VÍDEO: EL PERIÓDICO

En la cara de Dro, de una niñez extrema, parecía estar la respuesta a lo que se veía en el césped. Durante media hora, el Barça era incapaz de tener la pelota con continuidad y aplomo, y en vez de un equipo tricampeón parecía, como Dro apuntaba, un debutante bisoño, esperando que el partido llegase a él y no al revés. Costaba de creer, pues Flick había alineado a Eric y Cubarsí, sus centrales más pulcros, y por delante esperaba Pedri, pero aún así y pese al 1-0 de Fermín, los azulgranas caían en la trampa de Mendilibar, que parecía invocar a su querido Eibar en Montjuïc. Se forzaban errores, los pases no llegaban y se respiraba una extraña resaca, como un pasado que reaparece de sopetón. El culé creía haber olvidado lo que era estar en casa y no dominar.
Con Fermín pasa como con esas personas a las que temes perder por un motivo ajeno. Para aliviar parte de tu dolor, relativizas, y relativizando, minimizas. En verano, ante una posible marcha del andaluz, se leía que quizá no era tan bueno, que no dolería tanto. No os equivoquéis. Era todo una pose. Una vez ya ha pasado la broma y la realidad te obliga a desmentirte queda la verdad: Fermín es único y en una plantilla como la del Barça su valor brilla el doble. Nadie conjuga agresividad, talento y determinación como él y permite convertir tardes de telenovela en horas de thriller. No nos engañemos; no había una mejor vida sin Fermín. Había otra, pero peor.

Fermín celebra con Dro uno de sus goles frente al Olympiacos. / Jordi Cotrina
El Barça anda buscando respuestas al por qué se ve menos guapo cuando sale de fiesta. Lo que antes eran piropos y miradas ahora son risas nerviosas ante la incapacidad colectiva para ordenarse y ser estrecho. El secreto del Barça de Flick no era el fuera de juego, eso era la evidencia definitiva, sino las distancias, que parecía estrechar hasta lo absurdo, constriñendo los espacios racionales de los que dispones. Al no haber tiempo, porque te ahogaban, ni espacio, porque lo borraban, el Barça inclinaba el campo y la recuperaba rápido. Adolece el equipo del síndrome de quién ya ha hecho el Everest sin haberlo completado realmente y se queda en una falsa cumbre, pensando. Nada que no se pueda solucionar, pero una prueba de que el Barça no tiene los mismos ritmos que antes.
Pedri, el mejor pelotero del planeta
Hubo tiempo para seguir adulando a Pedri, el mejor pelotero del planeta, en una tarde de excelencia rutinaria. Por suerte se fue con una asistencia en el sexto gol del partido, un breve recordatorio para quiénes siguen midiendo un deporte que el canario lo transforma en arte en la absurda tiranía del dato. Cuando el Barça se atragantaba y no encontraba espacios seguros siempre era Pedri quién los ofrecía con su calma de seda. Allí donde se paraba había un amigo, y todos le buscaban porque intuyen que en sus pies la pelota siempre encontrará la forma de progresar. Incluso Flick pareció prendido de su hechizo y por eso tardó en quitarlo, ya cuando todo el mundo lo pedía en el banquillo. Se resistía a eliminarlo de la ecuación, como casi siempre, pues Pedri es al fútbol lo que el sofá en el comedor; un seguro.

Pedri avanza veloz entre la defensa del Olympiacos / Jordi Cotrina
A Rashford el fútbol le da igual. Le importan los goles y los highlights y por eso durante 70 minutos su partido era transparente, incomodísimo como delantero centro ante la poca movilidad del resto, sin quedarse balones de espalda ni tampoco pudiendo ofrecer alternativas. Su tendencia es la de verticalizar y buscar portería, y algo tan útil y necesario se convierte en un impedimento para asentar el juego si no lo combina con otros movimientos. Una vez el partido se acabó con la expulsión y el penalti, emergió su naturaleza, que no es otra que la de un depredador de buenos momentos.
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