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La halterofilia también es de ellas: "¿Qué tiene de malo una mujer fuerte?"
Las mujeres en deportes de fuerza desafían las normas de género
Lydia Valentín anuncia su retirada

La haltera María Olalla / Cedida
Fue tan popular la halterofilia en la segunda mitad del siglo pasado que el Real Madrid tenía una sección e incluso se llegó a superar las 10.000 licencias en el conjunto del estado español (1991). Luego cayó y se estabilizó alrededor de las 2.000 y en los últimos años está viviendo una segunda juventud. Por la figura de Lydia Valentín, plata en los Juegos de Pekín, oro en Londres y bronce en Río, las primeras y únicas medallas olímpicas españolas en esta disciplina, y quizás aún más por la pandemia y el auge del 'crossfit'. El coronavirus y el fenómeno del 'crossfit' abrieron la puerta de los gimnasios a mucha gente y ahí muchos han descubierto el levantamiento de pesas, la halterofilia. Hoy cuenta con 4.179 licencias en España, un 0,1% de las licencias deportivas del país. En Catalunya son 202, un 0,03%.
El renacer actual de la halterofilia se debe en gran medida al aumento de licencias femeninas: de cuatro en 2006 a 115 en 2023 en Catalunya, más que masculinas por primera vez. De 376 en 2007 a 1.740 en 2024 en España, más de un 40% del total. "Antes había un estereotipo sobre las mujeres fuertes. Ahora creo que ya se ha roto y hay muchas mujeres", celebra María Olalla (Vilanova i la Geltrú, 2005). En 2024 fue triple campeona de España y tercera en dos tiempos y cuarta en total en el Mundial y en el Europeo júniors. Acaba de volver de Noruega, de su primer Mundial absoluto. Fue undécima en la clasificación general con 206 kilos (90 en arrancada más 116 en dos tiempos) a pesar de ser la tercera haltera más joven. Llegó a la halterofilia desde el 'crossfit' y brilla en un mundo que desconocía hace unos años. "Solo conocía el nombre de Lydia Valentín y ya está. No conocía nadie ni nada más", admite.
"Al principio me sentía como muy rara por tener los brazos y las piernas muy grandes, fuertes. Había comentarios y no me acababa de gustar si se me veía el brazo muy grande o no sé qué por lo que pensarían de mí", explica. Recuerda las malas miradas o los 'se te pondrá cuerpo de hombre', sentirse un bicho raro. En 2022 escribió en Instagram: "Esta foto era inviable subirla hace un año. Recuerdo el no querer ponerme top porque se me veían unos "razos grandes y fuertes y, claro, no es normal ver a una niña así. El no gustarme con pantalones cortos o incluso unas mallas apretadas por el tipo de pierna que se me iba poniendo. El tener inseguridades por salirse fuera de "lo normal". O llegar a avergonzarme de mi cuerpo. Hoy ya no. ¿Qué es lo que tiene de malo una mujer fuerte?".
"Ahora hay muchísima más gente. Hace 10, 15 años la mayoría de gente no sabía ni lo que era la halterofilia. Ahora vas a ver un Campeonato de España sub15 y han tenido que subir las mínimas porque no puede haber tanta gente. Yo empecé en febrero del 2009 y en septiembre o octubre ya fui al Campeonato de España sub15", afirma Mario Ruiz (Molins de Rei, 1996). En ese primer campeonato quedó penúltimo. Ahora es uno de los mejores halteras del país y atiende la llamada de EL PERIÓDICO desde Noruega, sede del Mundial de halterofilia.
La única medalla española
El año pasado se proclamó campeón del mundo en arrancada, con 183 kilos, y fue tercero en la clasificación total con 395 entre arrancada y dos tiempos, a cinco kilos del kazajo Artyom Antropov. Fue la única medalla española. Supo a gloria, después de tocar fondo por una lesión que arrastraba desde hacía años y que lastraba su carrera y su vida. "Después de cada competición era morir", asegura. Al final llegó "un punto de no retorno" y pasó por el quirófano. "Ya no podía más". Recuerda bien la fecha: el 24 de julio de 2023. Tenía roto el 70% del tendón del cuádriceps de la rodilla derecha. Por dentro, un injerto de tendón de un donante y más de veinte puntos. Por fuera, más de veinte puntos y una cicatriz para siempre. "Yo ya me he acostumbrado a verla, pero la gente alucina un poco", dice. "Con el vídeo de la operación ya se acojonan", sonríe.
Debutó como olímpico con un octavo puesto en Tokio y soñaba ir a París. Pero la lesión imponía una contrarreloj "imposible" contra el calendario y contra el dolor para lograr la clasificación, una utopía. No había tiempo de dejar desinflamar la rodilla entre intento e intento. Hasta que entendió que era imposible, un día en Roma: "Mi cabeza iba a estallar". Se olvidó de los Juegos. "Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Fue una liberación, dejar atrás mucha presión. Cuando me quité eso de encima incluso me dolía menos la rodilla", cuenta Ruiz.
Incluso temió por si la halterofilia ya había pasado de presente y futuro a pasado. Pero a finales del 2024 llegó la alegría del Mundial, oro y bronce. "Cuando te ves tan, tan fuera como en mi caso cualquier cosa buena es un regalo. Me sigo frustrando como el primer día, pero si me pongo un poco más frío me digo: 'Tío, si hace nada estabas fuera'", acentúa. Este 2025 ha conseguido la plata europea en las tres clasificaciones: arrancada, dos tiempos y total.
A los 13 años jugaba a fútbol sala y desde la pista alguna vez miraba al gimnasio, en un lateral del pabellón. Su amigo Edgar le descubrió la halterofilia un día de casualidad. "Me engañó, lo probé y me enganché", dice. Al principio su madre estaba preocupada por si se iba a quedar bajito por hacer halterofilia, una sombra que siempre había planeado sobre la disciplina, e incluso fue a hablar con su entrenador, pero Ruiz recalca que ese debate ya está superado.
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