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Alpinismo

David Göttler, tras descender en parapente del Nanga Parbat: "Parecía la película de mi vida"

Doce años después de intentarlo por primera vez, el alpinista alemán ha conseguido cerrar el ciclo y ascender el monte del Himalaya por la ruta Schell.

El alpinista alemán David Göttler se lanza en parapente desde el Nanga Parbat

El alpinista alemán David Göttler se lanza en parapente desde el Nanga Parbat / Cedido

Begoña González

Begoña González

Barcelona
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El pasado 24 de junio, el reconocido alpinista alemán David Göttler cerró un largo periplo de 12 años intentando ascender al Nanga Parbat (8.125 metros) en estilo alpino por la ruta Schell. Y de qué manera. Descendió con un vuelo en parapente de 35 minutos desde 7.750 metros hasta el campo base mientras sus compañeros de expedición Tiphaine Duperier y Boris Langestein lo hicieron esquiando. "Parecía la película de mi vida", confesó a este medio el pasado martes en la tienda Barrabés de Barcelona durante la presentación de la colección AMK de The North Face para la que ha estado trabajando todo este tiempo.

El Nanga Parbat ha sido para Göttler motivación y tortura a partes iguales. Tras cuatro intentos infructuosos previos, el alpinista reconoce que no sabe si hubiera habido un sexto intento de no haberlo conseguido este verano. "Una de las preguntas más difíciles que me hago es si hubiera vuelto a intentarlo si no lo hubiera conseguido porque estaba un poco al límite ya. Sé que probablemente lo hubiera vuelto a intentar porque mi motor era personal. Pero hubiera sido dificil volver a ponerlo en marcha", afirma el alpinista. Se le metió entre ceja y ceja hace ya 12 años llevar a cabo dicha hazaña y tuvo que abandonar las expediciones previas en algunas ocasiones por problemas climáticos y en otras por sentirse indispuesto. "Creo que esa vez fue de las más dolorosas de mi vida. Porque fui yo el que fallé. No fue el clima ni nada externo", rememora Göttler.

"Mi motivación era otra"

Quería hacerlo en estilo alpino, con un equipo reducido, sin oxígeno, sin cuerdas fijas ni campamentos establecidos y finalmente lo consiguió junto a Duperier y Langenstein este verano. "Podría haber cambiado el ascenso a la ruta tradicional y hubiera sido más fácil, pero mi motivación era otra", afirma. La expedición duró varios días y solo en alcanzar la cima desde una altura de 7.400 m emplearon un total de 14 horas. "Esta última subida fue bastante mejor, pero todo es realmente lento a esas alturas, pero habíamos aprendido tanto en las retiradas anteriores que supimos que esa vez sí iba a salir", asegura.

David Göttler, Tiphaine Duperier y Boris Langestein en la cima del Nanga Parbat.

David Göttler, Tiphaine Duperier y Boris Langenstein en la cima del Nanga Parbat. / David Göttler

El vuelo de su vida

Una vez en la cima, sus caminos se separaron y tras desplegar su parapente de 1,2 kilos, tan solo 35 minutos tras emprender el vuelo, Göttler aterrizaba en el campamento base a 3.600 metros. "Fue una sensación muy extraña. Estaba completamente disociado. Mi cuerpo estaba seguro en el prado del campo base pero mi mente seguía en alerta en la cima". No fue hasta cuatro días más tarde cuando llegaron sus dos compañeros al campamento base tras descender esquiando cuando realmente pudo celebrar el éxito.

Con esta gesta, Göttler ha puesto fin a un capítulo que llevaba intentando cerrar más de una década. "Este verano para mí fue la guinda del pastel", cuenta. No es el punto más alto desde el que se ha saltado, porque anteriormente en los 80 Jean Marc Boivin lo hizo en el Everest, pero sí es el salto que ha roto todas sus barreras personales. Sin embargo no tiene claro qué disfrutó más, si subir o bajar, y afirma que no es una pregunta justa. "Subir es muy duro, lento y complicado. Volar es totalmente opuesto. Una vez llegas ahí, es mágico. Te sientas a observar la vista interminable sin sonidos más allá del viento y es como ver la película de tu vida. Ese día además estaba atardeciendo, era como estar en una postal", recuerda.

Aún así, y a pesar de lo idílico de su vuelo, reconoce que le sigue teniendo respeto a lanzarse al vacío. "Por supuesto que siento miedo cuando vuelo. Volar sigue siendo un deporte que no domino o al menos en el que no me siento tan seguro como en la escalada. Pero eso está bien, hay que permitirse sentir lo que venga para poder respetar y analizar lo que está ocurriendo. Es muchas veces un aviso de tu instinto y no tienes que obviarlo, pero sí racionalizarlo. Dependes de muchos factores y aprámetros invisibles cuando vuelas. No lo puedes controlar del todo. Pero me gusta demasiado esa sensación", zanja.

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