CUMBRE DEL FÚTBOL EN ROMA
Laporta se acerca a la UEFA alejándose de Florentino y la Superliga
El presidente del Barça ha acudido invitado a la Asociación Europea de Clubs, que celebra en Roma la asamblea general

Carlos MONFORT / Sports

La Superliga sólo la defiende el Madrid. Y esa soledad queda en evidencia a ojos de todo el mundo en Roma, donde se reúne la asamblea general de la Asociación Europea de Clubs (ECA) que, en entre otras cosas, oficializará el cambio de nombre a European Football Clubs (EFC) para que contenga la palabra 'fútbol' que la identifique más claramente.
Se queda solo el Madrid con la Superliga porque su aliado, el único que le quedaba, el Barça, está en Roma. Con la inmensa mayoría de los clubs: unos 800, pertenecientes a 55 países, están afiliados a la EFC, que fue fundada en 2008 con 137 miembros. A Joan Laporta le recibió con agasajos, Nasser Al-Khelaïfi, el presidente del organismo. El dirigente azulgrana también acudió invitado a la cena de gala, a la que asistió Aleksander Ceferin, el presidente de la UEFA.

El presidente del Barça, Joan Laporta, del PSG, Nasser Al Khelaïfi y el máximo dirigente de la UEFA, Aleksander Ceferin, en el palco del estadio Lluís Companys antes de empezar el Barça-PSG en Montjuïc. / JORDI COTRINA / EPC
Desafío inconsistente
Aquel proyecto de la Superliga que impulsaban 12 clubs -tres españoles, seis ingleses y tres italianos-, ha quedado como una idea grotesca desde el mismo momento en el que se representó su alumbramiento en 2021. El gran cambio que se iba a operar en el fútbol internacional fue presentado en un programa de televisión nocturno por Florentino Pérez, el único avalador de lo que fue un desafío inconsistente.
Ocho clubs salieron de estampida y apenas ha permanecido Laporta haciendo compañía al dirigente blanco, el gran rival, sin que nunca se hayan dado razones suficientemente poderosas para justificar ese apego, insólito para los hinchas azulgranas. El presidente barcelonista encontró refugio bajo el ala de Florentino en su particular enfrentamiento con la UEFA desde que al club se le impusieran multas por la aparición de banderas independentistas en la final de la Champions de Berlín.

El clásico Barça-Madrid de 2016 en el Camp Nou con banderas independentistas en las gradas. / FERRAN SENDRA
Diez años de guerra
Han pasado diez años de aquel episodio -continuó en el tiempo, con varias multas más cosechadas en partidos en el Camp Nou-, cuatro de la irrupción de la Superliga, y el Barça se ha ido alejando del Madrid para ir volviendo, despacito y discretamente, al redil del poder uefo.
Oficialmente el club azulgrana no ha renunciado a la Superliga, pero desea que lo parezca. No ha abominado de la idea ni de las consecuencias que ha provocado, entre ellas que la UEFA reformara la competición, que multiplicara las ganancias de los más clubs grandes y que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminara que la UEFA y la FIFA violan la legislación europea sobre libre competencia y monopolio.

Joan Laporta y Aleksander Ceferin, en el palco del estadio Lluís Companys antes de empezar el partido de la fase de clasificación de la liga de campeones entre el FC Barcelona y el PSG en Montjüic. / JORDI COTRINA / EPC
Semillas de concordia
Fuentes del club explican que el Barça no ha salido formalmente de la Superliga, pero lleva meses estrechando lazos con Ceferin para cerrar los frentes abiertos.
Laporta ha aprovechado los encuentros con el dirigente esloveno -en las finales de la Champions femenina, básicamente- para exhibir su cara más cordial y amistosa y reconstruir los puentes de diálogo bombardeados en los primeros meses de su segundo mandato. Sólo faltó el estallido del caso Negreira para erosionar aún más la imagen azulgrana ante el organismo europeo.
Sobre la tierra quemada, Laporta trató de sembrar semillas de concordia durante meses. El Barça valora como frutos de la labor diplomática que la UEFA no se haya opuesto al partido de Miami, o que pudiera ser laxa con el cambio de estadio de Montjuïc al Camp Nou en medio de la liguilla de la Champions, un favor que ya no hace falta pedir. Y, sobre todo, agradece que la multa de 60 millones por incumplir las normas financieras, se haya limitado al pago de 15 millones con la promesa barcelonista de que realizará los reajustes exigidos.

Asistencia de espectadores al partido de la fase de clasificación de la liga de campeones entre el FC Barcelona y el PSG en el estadio Lluís Companys de Montjuïc. / JORDI COTRINA / EPC
Reencuentro en Roma
El acercamiento a Ceferin se dio por consumado el pasado miércoles, con la presencia del máximo mandatario del fútbol europeo en el Barça-PSG; el partido estelar de la jornada, pero uno más de la larga competición. También estaba, por supuesto, Al-Khelaïfi. Los tres se han reencontrado una semana después en Roma, donde puede repetirse la foto si así lo desean.
El millonario catarí es uno de los principales opositores de la Superliga; entre otras razones, porque él y su club se vieron excluidos por el acotado club de los 12. Igual que los alemanes. Al-Khelaïfi procuró en el interregno apropiarse de una posición dominante en el fútbol europeo, ante la deserción de Florentino y Laporta y el desinterés de los multimillonarios presidentes de clubs -léase los de los ingleses y demás corporaciones multipropietarias- y se aupó a la presidencia de la ECA.

Laporta y Florentino, en la entrega de premios de la Supercopa de España, donde el Barça goleó al Madrid (5-2). / VALENTI ENRICH / SPO
Los primeros disidentes
Curiosamente, la hoy bien considerada ECA -la nueva EFC- fue el primer movimiento disidente que se movió contra la UEFA. La sociedad se legalizó en 2008, pero su germen se sitúa en el año 2000, en la primera escaramuza contra la FIFA y la UEFA. Ese grupo se denominó G-14, y estaba más ampliamente representado. Como su número indica, había 14 miembros en nombre de siete países en un reparto más plural: dos de España, Inglaterra, Alemania, Francia, Países Bajos, tres de Italia y uno Portugal.
Entre ellos había seis rebeldes que guerreaban en el 2000 y 21 años después tras un paréntesis de paz: Barça, Madrid, Liverpool, Juventus, Inter y Milan. Paz que, por supuesto, se había firmado por los cambios que lograron imponer al reformar la Champions League y aumentar la dotación económica de los clubs. Igual que ahora.

Bernd Reichart, el CEO de la Superliga en 2022, en una visita al diario Sport. / VALENTI ENRICH / SPO
La fuerza de la Superliga se ha disipado por el nulo respaldo popular recogido, en primer lugar. El ruido del rechazo acalló las voces favorables. La inmediata renuncia de los clubs ingleses y luego de los italianos redujo el grupo a cuatro. La Juventus y el Atlético aguantaron hasta 2023; el Barça se aparta ahora y el Madrid guarda la carpeta en el despacho de Florentino, que aún cree en ella.
Sin embargo, el ente de la Superliga, que cambió su nombre por el de Liga Unify, del mismo modo que también modificó sus planes de inscripción y modelo de competición -no así la millonada garantizada a los fundadores, con una plaza eterna- ha conseguido uno de los objetivos, acaso el mínimo: la remodelación de la Champions, la ampliación de las tres competiciones de clubs y el aumento de la dotación económica.

Florentino Pérez, Bernd Reichart, de la Superliga, y Joan Laporta, en una reunión en 2022.. / VALENTI ENRICH / SPO
Laporta, ¿el visionario?
El Barça se siente satisfecho con los cambios, y gratificado por haber sido reacogido por Ceferin y Al-Khelaïfi, los mandatarios más poderosos. El catarí le invitó personalmente a la cena de gala de la ECA este miércoles en Roma previa a la asamblea general.
Laporta no puede estar más feliz. Los esfuerzos por reparar y aceitar las relaciones han dado resultado. En octubre ha obtenido lo que más deseaba en agosto. Frente a las cámaras de la CNN, dijo: "Felicito al presidente Ceferin por cómo ha mejorado la competición. Él sabe de fútbol y disfruta y seguro que le gustará ver un partido entre el Barça y el PSG. Espero que tengamos esa oportunidad la próxima temporada". Fue el miércoles pasado.
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