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Opinión | Carrascazos

Sin metas no hay paraíso, por Lluís Carrasco

Cubarsí se queja ante la presencia de De Jong, el domingo en el Pizjuán.

Cubarsí se queja ante la presencia de De Jong, el domingo en el Pizjuán. / Ap

Prefiero exagerar en la crítica hoy, que llorarla mañana. En el Sánchez-Pizjuán tuve la sensación de que, para algunos, el fútbol era solo una actividad opcional. Horrible, 4 a 1, pero se jugó con la misma intensidad que un partido de pretemporada en tierras coreanas, y claro, Sevilla, no era ni lo uno ni lo otro.

Sí, el arbitraje fue dantesco, grotesco y con errores de esos que huelen a fraude. Pero, ¿de verdad alguien piensa que podemos utilizarlo para olvidarnos de correr, de sudar, de presionar y, sobre todo, de tener una mísera meta por la que luchar? Porque sin metas no hay paraíso, y alguno pareció empeñarse en demostrarnos que tampoco hay dignidad. Verlos sobre el césped fue como contemplar turistas perdidos en la Giralda: miradas al vacío sin plan, sin guía, sin rumbo, sin prisa... Ninguna generosidad en el pase, ninguna solidaridad en la cobertura, ningún sacrificio en la presión. Lo más parecido a un esfuerzo fue el gesto de protesta tras cada falta mal pitada, teatralizados con esa épica de brazos al cielo. Claro, es más fácil representarse ofendidos que bajar la cabeza y correr como posesos.

¡La ironía es que este equipo parecía aburrido de ganar cuando solo acaba de empezar! Como si el simple hecho de tener que seguir luchando diera pereza.

¿Un objetivo? ¡Qué cansancio! Mejor dejarse llevar, total, siempre quedará el consuelo de culpar al árbitro, al horario, al calor, al calendario o incluso a los ausentes. El domingo, algunos parecieron estar de vuelta de todo, y eso me preocupa porque perder siempre será más fácil que ganar. Pero el fútbol, ese juego ingrato, premia al que se mata, no al que muere. Y cuando un grupo de jugadores decide que no merece la pena vivir, ocurre lo que vimos: un Sevilla hambriento devorando a un Barcelona desganado.

El resultado fue escandaloso, sí, pero alguna actitud lo fue aún más. ¿Exagero? No lo sé, pero me siento dolido; y sin alma, sin sangre y sin metas que alcanzar, el paraíso puede dejar de verse. Hoy, aún es pronto. Mañana, no lo será tanto.

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